Cuaresma – domingo I C
(6-marzo-2022) Por: Jorge Humberto Peláez, SJ
jpelaez@javeriana.edu.co Lecturas:
Libro del Deuteronomio 26, 4-10
Carta de san Pablo a los Romanos 10, 8-13
Lucas 4, 1-13
El miércoles pasado la Iglesia católica celebró el rito de imposición de la ceniza y con ello comenzó el tiempo litúrgico de Cuaresma. Esta imposición de la ceniza sobre nuestra frente nos comunica un doble mensaje: en primer lugar, es un recuerdo de nuestra finitud y fragilidad; al culminar nuestro ciclo vital, todos nos convertiremos en ceniza, poderosos e indigentes, académicos y analfabetas. En segundo lugar, la ceniza es expresión de penitencia y arrepentimiento, siguiendo las tradiciones del pueblo judío.
Así iniciamos el camino cuaresmal para prepararnos a la celebración de los grandes misterios de nuestra redención: la pasión, muerte y resurrección del Señor. La palabra cuaresma está relacionada con el número 40, que nos recuerda los 40 años de peregrinación por el desierto antes de entrar en la tierra prometida; también hace alusión a los 40 días que pasó Jesús en el desierto como preparación para su vida apostólica.
Las lecturas que acabamos de escuchar contienen mensajes teológicos muy profundos:
La primera lectura es una conversación de Moisés con la comunidad, a la que exhorta a guardar la memoria y expresar reconocimiento.
En su Carta a los Romanos, Pablo hace una afirmación contundente sobre la fe en Jesucristo: “Nadie que crea en Él quedará confundido”.
El Evangelio narra las tentaciones de Jesús en el desierto y la manera como resistió a ellas.
Vayamos recorriendo las partes más significativas de estas lecturas empezando por el libro del Deuteronomio. Moisés exhorta a la comunidad para que tenga presente su historia y cómo Yahvé los ha acompañado siempre. Es una larga historia de amor y predilección que empezó con Abrahán: “Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto”. Un tortuoso camino que se inició en algún punto del oriente, en Ur de los Caldeos, pasó por Egipto y terminó en Palestina.
Este llamado a la memoria es un pertinente recordéris, no sólo para la comunidad de Israel sino para todos nosotros. Fácilmente olvidamos todas las bendiciones que hemos recibido a lo largo de la vida y nuestra mente queda atrapada en el presente. La memoria nos permite tener viva nuestra historia; y el reconocimiento es proclamar que todo ha sido un generoso regalo del amor misericordioso de Dios. La memoria agradecida nos ayudará a permanecer en el camino del bien.
Las palabras del apóstol Pablo sobre la fe nos ayudan a comprender que esta no es un concepto ni constituye un cuerpo de doctrinas y normas. La fe es confianza sin límites, es vida, es salvación: “Si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo”. Esta confianza total en el poder salvador de la fe en Jesucristo nos comunica una energía especial, que es la gracia, para avanzar por la vida, emprender proyectos que contribuyan a crear un mundo mejor y no sucumbir a la desesperanza cuando las cosas no resulten como habíamos planeado.
El evangelista Lucas describe la experiencia vivida por Jesús en el desierto, lugar al que fue llevado por el Espíritu para dedicarse a la oración y al ayuno. Allí es tentado por el demonio. Nos sentimos perplejos ante este relato. ¿Cómo es posible que el Hijo de Dios encarnado sufra este ataque de las fuerzas del mal? ¿Acaso no es el Santo por excelencia? Este texto nos recuerda la condición de Jesús, quien se despojó de los atributos de la divinidad para asumir nuestra condición humana en todo, menos en el pecado. Y la tentación hace parte de nuestra condición humana. Jesús vive esta situación y nos enseña cómo superarla.
El demonio conoce en profundidad el corazón humano, identifica los puntos débiles y ataca por allí. Su estrategia le ha funcionado e intenta doblegar la voluntad de Jesús apelando a la vanidad: “Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”. Innumerables seres humanos han llevado a cabo acciones equivocadas por una simple razón: se sintieron desafiados en su vanidad.
Otro punto débil del corazón humano es la ambición. Nunca estamos satisfechos con lo que tenemos. Este apetito insaciable ha sido motor que ha iniciado guerras, narcotráfico, corrupción, trata de personas. Por eso el tentador le dice a Jesús: “Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo”. La ambición ha envenenado el corazón de muchos y han sacrificado todos sus valores, familia, salud.
La formación en valores impartida desde la familia y la escuela exige trazar líneas muy claras entre lo honesto y lo deshonesto. No puede haber ambigüedades. Ahora bien, las presiones externas son muy fuertes y con frecuencia vacilamos. El consumismo nos seduce, las redes sociales son poderosas, la competencia entre vecinos y compañeros agobia. Todo esto nos empuja para hacer concesiones respecto a la salvaguarda de los valores éticos.
El tiempo de Cuaresma es un llamado a la reflexión, a la conversión del corazón. A la luz de las lecturas de este domingo, hagamos memoria de las infinitas bendiciones que hemos recibido de Dios a lo largo de la vida y agradezcamos. Avancemos en el conocimiento de Jesucristo, a quien proclamamos como nuestro Señor y Salvador. Revisemos nuestra escala de valores. Y no bajemos la guardia, pues nadie está exento de caer en la tentación. Todos somos vulnerables.