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Mayo 1: Ayer y hoy se ha querido silenciar el anuncio del Evangelio

Pascua – domingo III C
(1-mayo-2022) Por: Jorge Humberto Peláez, SJ
jpelaez@javeriana.edu.co  Lecturas:

Hechos de los Apóstoles 5, 27b-32. 40b-41
Apocalipsis 5, 11-14
Juan 21, 11-14

Las lecturas de este domingo nos invitan a reflexionar sobre los siguientes puntos: En primer lugar, los intentos que hacen los líderes religiosos de Israel para silenciar a los apóstoles en su actividad evangelizadora; en segundo lugar, la aparición de Jesús resucitado en el lago de Tiberíades, y la confirmación de la misión de Pedro como Pastor de la Iglesia universal; en tercer lugar, la celebración del Día Mundial del Trabajo.
Empecemos nuestra meditación con el interrogatorio que hace el sumo sacerdote a los apóstoles. Está disgustado porque ellos continúan anunciando que Jesús ha resucitado, y corroboran este anuncio con la curación milagrosa de muchas enfermedades. La popularidad de los apóstoles crecía cada día, y esto enfurecía a las autoridades religiosas. Habían maquinado la condena a muerte de Jesús para deshacerse de este incómodo personaje que desafiaba su autoridad. Pero la crucifixión no había logrado este objetivo. Los apóstoles, transformados por la acción del Espíritu Santo, no se dejaban intimidar y afirmaban que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Delante de los apóstoles, estas autoridades afirman: “¿No les habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre?”. Al final de este juicio sumario, el evangelista nos cuenta que “prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús, y los soltaron”.
Esta escena que vive la Iglesia Apostólica se seguirá repitiendo a lo largo de la historia de la Iglesia. Son innumerables los intentos por amordazar el anuncio de la resurrección de Cristo y sus implicaciones para la convivencia social.  Para ello se han utilizado todos los medios: trabas burocráticas, retiro de auxilios económicos, limitaciones a la libertad religiosa, censura de las publicaciones; hasta llegar a una persecución abierta que incluye la prisión e incluso la muerte. No nos estamos refiriendo a un pasado remoto. En nuestro continente se están dando estas situaciones; en Cuba y en Nicaragua, la Iglesia católica tiene serias restricciones a su acción evangelizadora, y todas sus actividades están sometidas a una estricta vigilancia. Hoy como ayer se sigue repitiendo la frase del sumo sacerdote: “¿No les habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre?”.
Vayamos ahora a la aparición del Señor resucitado junto al lago de Tiberíades. Esta escena nos remite a una etapa anterior, cuando el Señor había constituido su equipo apostólico, invitando a unos sencillos pescadores que preparaban sus aparejos de pesca junto al lago. Todo había comenzado junto a unas redes… Ahora ese ciclo está a punto de cerrarse, también junto a unas redes.
El evangelista nos describe a unos pescadores frustrados después de faenar inútilmente toda la noche. Se les aparece, entonces, Jesús y les dice: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán”. El resultado fue espectacular: ciento cincuenta y tres pescados. Esta cifra se les quedó grabada en la memoria.
Este contraste entre fracaso y éxito ha hecho reflexionar sobre la eficacia del trabajo apostólico: cuando realizamos las actividades pastorales confiados exclusivamente en los recursos humanos y técnicos, estamos condenados al fracaso; cuando las emprendemos con espíritu de fe y sabiendo que se trata de la obra de Dios, el resultado será diferente. Debemos poner todos los medios como si el éxito dependiera de nosotros para, finalmente, dejarlo todo en manos de Dios, quien es el verdadero sembrador; nosotros somos simples instrumentos.
El evangelista Juan describe una escena muy amable que se desarrolla sobre la playa. El Señor ha encendido una hoguera y ha preparado una comida para los fatigados pescadores. Este encuentro alrededor de la hoguera tiene una particular intimidad. Los apóstoles están muy impactados por este encuentro, pero procuran controlar sus emociones. Nos dice el evangelista que “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor”. La forma como se desarrolla esta comida sobre la playa tiene un cierto aire de celebración eucarística: “Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado”.
Después de comer, se da un diálogo muy intenso entre Jesús y Pedro; en tres ocasiones, el Señor le pregunta a Pedro si lo ama; y el Señor en tres ocasiones lo confirma como Pastor de la Iglesia universal: “Apacienta mis ovejas”.
Este año, este III domingo de Pascua cae el 1 de mayo, fecha en la que se celebra el Día Mundial del Trabajo. Es una celebración del movimiento obrero mundial. Un 1 de mayo de 1886, un grupo de trabajadores de la ciudad de Chicago se declaró en huelga para exigir una jornada laboral de ocho horas. Esta huelga se extendió a muchas ciudades de los Estados Unidos.
Aunque han sido muy significativos los avances en el reconocimiento de los derechos de los trabajadores, falta mucho camino por recorrer. En muchos países se siguen cometiendo flagrantes injusticias, explotación y modernas formas de esclavitud. En este 1 de mayo reflexionemos sobre la dignidad del trabajo en un contexto de cuidado de nuestra casa común, así como el reconocimiento de los derechos de los trabajadores. En nuestro país, los trabajadores del campo se encuentran en condiciones muy precarias; y los migrantes son explotados sin piedad pues deben trabajar más horas, les pagan menos y no están protegidos por la seguridad social.
Que el espíritu de la Pascua no solo se exprese en la liturgia, sino que transforme todas nuestras relaciones sociales.

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