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Comunitas Matutina 21 de mayo de 2023
Solemnidad de la Ascensión del Señor
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Por: Antonio José Sarmiento Nova, SJ
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Lecturas:
- Hechos 1: 1-11
- Salmo 46
- Efesios 1: 17-23
- Mateo 28: 16-20
Hace años fue muy divulgado el libro “El ascenso del hombre”[1] del polaco- británico de origen judío Jacob Bronowski,[2] cuyo propósito era estudiar la historia de la humanidad desde los logros del conocimiento científico y del desarrollo de las artes, la tecnología y la cultura en general. El texto , que consta de 13 capítulos, es la versión escrita de una serie de TV de la BBC de Londres, con el mismo nombre. Este trabajo es un importante aporte para cultivar el orgullo y la satisfacción del ser humano en medio de las grandes tragedias causadas por él mismo en las dos guerras mundiales y en tantas otras manifestaciones de agresión en las que se cumple dramáticamente aquello citado en reflexión anterior: el hombre es lobo para el hombre.
Muy saludable reconocer los logros del ser humano en tan ricos y diversos campos de su acción creadora y transformadora de la realidad, en lo ya dicho de ciencia y tecnología, en la configuración del pensamiento humanístico y filosófico, en las grandes manifestaciones de las artes, en la organización de la sociedad, en la generación de instituciones orientadas al bien común, en las sensibilidades espirituales, en una humanidad empeñada en una mejor ídem. A esto le podemos calificar como el señorío de la condición humana. Otro reconocido autor, Daniel J. Boorstin,[3] tiene una trilogía de libros en este mismo sentido de reconocer la grandeza del ser humano en todo lo concerniente a su capacidad e inteligencia para desarrollar la cultura.
En un contexto del más pleno humanismo es preciso matricularnos en una visión siempre constructiva, esperanzadora, trascendente, de las potencialidades y realizaciones de la humanidad. Un repaso histórico nos lleva por nombres, tendencias, movimientos, logros, que son razón para altos votos de confianza en nosotros mismos.[4] Vistas las cosas desde esta óptica, es admirable el progreso de la humanidad, el empeño en afirmar la dignidad del ser humano, todo lo que se promueve para que esto sea posible, el compromiso de la ciencia para mejorar la calidad de vida, la investigación que indaga tantas posibilidades contenidas en la naturaleza para lo mismo, los aspectos filosóficos y humanísticos presentes en todas las culturas.[5] Todo esto, hay que decirlo, sirviendo de punta de lanza para no permitir que la barbarie y la perversidad de otros seres humanos den al traste los resultados de tan nobles realizaciones.
Pero, desde estos pensamientos semanales abiertamente creyentes y cristianos, siempre respetuosos de la pluralidad de visiones sobre lo humano, nos preguntamos por qué muchos de estos proyectos prescinden del sentido de trascendencia, de la referencia a Dios, a lo absoluto que en Él se revela. ¿Tal vez por negligencia y excesiva cortedad de muchas manifestaciones religiosas? ¿Tal vez por el pésimo ejemplo de algunos creyentes con sus fanatismos y sus empobrecidas y cositeras prácticas rituales? ¿Tal vez por desmedida soberbia de tantos hombres y mujeres que se sienten autosuficientes, no necesitados de trascendencia, alienados por la vanidad que les produce ser responsables de tantos desarrollos, acaso protagonistas de un inmanentismo radical? [6]
Veamos. Irrumpe en la historia de la humanidad un referente fundamental, reconocido, acatado, vivido, adorado, es Jesús de Nazareth, proclamado y asumido por un grupo inicial de seguidores suyos como el Cristo de Dios. Para identificarlo con el máximo sentido creyente le llamamos el Señor, título que reconoce la plenitud humano-divina de su condición: “Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, poniéndolo por encima de todo poder, autoridad, dominio y señorío, y por encima de todo lo que existe, tanto en este tiempo como en el venidero”.[7] La antropología del hombre Jesús de Nazaret es también teología, porque él es el Cristo de la fe, y esta tarea teologal asume al ser humano para integrarlo en ese señorío, la nueva humanidad.
El señorío de Jesús es lo que la Iglesia celebra y reconoce en esta solemnidad de la Ascensión, señorío que integra al ser humano, porque Dios – en la mediación salvadora de Jesucristo– hace posible que participe de esa plenitud. El Padre de Jesús –lo sabemos– no es una divinidad “para adentro”, para Él mismo, buscando honores y pleitesías, el Dios que aquí se nos revela es un Dios totalmente dado a la humanidad, involucrándola salvíficamente en todas sus decisiones y actuaciones. Jesús, el Cristo, es la trascendencia de Dios hacia los humanos, para que todos trascendamos hacia él.
Toda la historia humana de desarrollo y avances cualificados, referida al comienzo de estas reflexiones de hoy, se hace historia de salvación, es “enseñoreada” por el Señor Jesucristo que transmite al ser humano su dignidad y lo libera de un modo de vida sin perspectiva de trascendencia. El jesuita francés Teilhard de Chardin,[8] en su trabajo científico dedicado al estudio de la evolución de la vida y de las especies, estableció la ley de la complejidad-conciencia como el camino de progresiva perfección de la naturaleza, de inanimada a animada, de animada a racional, y de racional a teologal en lo que él llamó el “pleroma-Christi”, la plenitud de todo en Cristo, asunto clave de la teología que está formulado en el pensamiento de San Pablo: “Cristo es la imagen visible de Dios, que es invisible; es su Hijo primogénito, anterior a todo lo creado. En él, Dios creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, tanto lo visible como lo invisible, así como los seres espirituales que tienen dominio, autoridad y poder. Todo fue creado por medio de él y para él”.[9]
El relato de la ascensión no es una narración histórica, es un testimonio de fe en el señorío del Resucitado: “Del mismo modo, la subida de Cristo al cielo no es igual a la subida de nuestros cohetes; estos se trasladan constantemente de un espacio a otro, se encuentran dentro del tiempo y nunca pueden salir de estas coordenadas por más lejanos que viajen por espacios indefinidos. La subida de Cristo al cielo es también un pasar, pero del tiempo a la eternidad, de lo visible a lo invisible, de la inmanencia a la trascendencia, de la opacidad del mundo a la luz divina, de los seres humanos a Dios”.[10] No es un hecho físico, verificable por los sentidos, es la comunicación teológica de la plenitud de lo divino y de lo humano en el Señor Jesucristo.
En la primera lectura –de Hechos de los Apóstoles– encontramos trazados los rasgos específicos de la esperanza cristiana. En los textos de los recientes domingos de Pascua hemos escuchado a Jesús refiriendo todo su ser al Padre, aval de la totalidad de su misión y también prometiendo el Espíritu como garantía de que él animará la vida de quienes siguen su camino: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría, y hasta el confín del mundo. Dicho esto, en su presencia se elevó, y una nube se lo quitó de la vista. Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se marchaba, cuando dos personajes vestidos de blanco se les presentaron y les dijeron: hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús, que les ha sido arrebatado, vendrá como lo han visto marchar al cielo”. [11]
Junto con los elementos de reconocimiento de este señorío también aparece la dimensión de universalidad del proyecto que Dios Padre nos ofrece en Jesús, hecho que subraya el trabajo constante que él hizo con sus discípulos y con otros abriéndoles la mente y el corazón a una realidad de vida que no podía limitarse al ámbito de la ley y de las tradiciones religiosas de los judíos. El señorío de Jesús es la oferta de Dios para los seres humanos de todos los tiempos de la historia, en él se realiza un novedoso humanismo que abarca la inmanencia y la trascendencia.
De esta universalidad se desprende la condición misionera de la Iglesia, el envío a comunicar la Buena Noticia, a restaurar al ser humano caído por el pecado y por la injusticia, sometido por las indignidades que otros deciden para oprimir y maltratar a muchos. Cuando las antropologías inmanentistas nos proponen un ser humano fundamentado en el éxito, en el poder, en la capacidad adquisitiva, en la coacción del mercado y del consumo, en la competencia desmesurada, el cristianismo nos plantea un humanismo en el que somos hijos, hermanos-prójimos y señores.
Las siguientes palabras de Jesús son un envío claro a llenar de sentido teologal la historia de la humanidad: “ Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Por tanto, vayan a hacer discípulos entre todos los pueblos, bauticenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo y enséñenles a cumplir cuanto les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”.[12] Por aquí transita el ascenso del ser humano, ascenso hacia Dios y hacia el prójimo, como Jesús, el Señor, el ascendido que ha descendido hasta lo más hondo de la condición humana. Él es la genuina ascensión de lo humano. [13]
[1] BRONOWSKI, Jacob. El ascenso del hombre. Paidós. Barcelona, 1985; Ciencia y valores humanos. En https://www.cidigital.uv.mx/bitstream/handle/123456789/5213/199315P41.pdf?sequence=2&isAllowed=y Los orígenes del conocimiento y la imaginación. Gedisa. Barcelona, 1997; El sentido común de la ciencia. Ediciones 62. Madrid, 1978.
[2] 1908-1974.
[3] 1914-2004; conocido historiador estadounidense. BOORSTIN, Daniel. Los descubridores. Crítica. Barcelona, 1994; Los creadores. Crítica. Barcelona, 1997. Los pensadores. Crítica. Barcelona, 1999.
[4] ALVEAR ACEVEDO, Carlos. Manual de Historia de la Cultura. Limusa. Ciudad de México, 2004. HAUSER, Arnold. Historia social de la literatura y el arte (3 volúmenes). Labor. Barcelona, 1993. GOMBRICH, Ernst. Historia del Arte. Phaidon Press. New York, 2007; Breve historia de la cultura. Península. Barcelona, 1998. WEBER, Alfred. Historia de la Cultura. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México, 2010. MONTENEGRO, Augusto. La huella de los siglos. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 1974. MARITAIN, Jacques. Reflexiones sobre la persona humana. Encuentro . Madrid, 2007; Humanismo Integral. Palabra. Madrid, 1999. REALE, Giovanni; ANTISERI, Darío. Historia del pensamiento filosófico y científico. Herder. Barcelona, 1990. MARINA, José Antonio; RAMBAUD, Javier. Biografía de la humanidad: historia de la evolución de las culturas. Ariel. Barcelona, 2018.
[5] VALLS, Ramón. El concepto de dignidad humana. En https://www.redalyc.org/pdf/783/78343122029.pdf KANT, Emmanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Espasa-Calpe. Madrid, 1983. MILLÀN PUELLES, Antonio. Persona humana y justicia social. Rialp. Madrid, 1978. SPAEMANN, R. Personas. Acerca de la distinción entre algo y alguien. EUNSA. Pamplona, 2000. MARTÍNEZ BULLÉ-GOIRI, Víctor M. Reflexiones sobre la dignidad humana en la actualidad. En https://www.scielo.org.mx/pdf/bmdc/v46n136/v46n136a2.pdf HABERMAS, Jürgen. El concepto de dignidad humana y la utopía realista de los derechos humanos. En https://www.scielo.org.mx/pdf/dianoia/v55n64/v55n64a1.pdf Autores Varios. La dignidad humana puesta en cuestión. Universidad de San Buenaventura. Bogotá, 2020. ATIENZA, Manuel. Sobre la dignidad humana. Trotta. Madrid, 2022.
[6] GUARDINI, Romano. El Señor (Homilías y meditaciones). Cristiandad. Madrid, 2018. JOHNSON, Kevin. ¿Cómo ha hecho Dios a Jesús, Señor y Mesías? Hechos 2: 36 en la cristología lucana. En https://www.unisbc.edu.co/wp-content/uploads/2020/04/art02.pdf GONZÁLEZ, Justo. L. Jesús es el Señor: el señorío de Cristo en la Iglesia primitiva. Puma. Atlanta, 2010. KASPER, Walter. Jesús, el Cristo. Sígueme. Salamanca, 2008. GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. La humanidad nueva: ensayo de cristología. Sal Terrae. Santander, 2017. GRILLMEIER, Alois. Cristo en la tradición cristiana. Sígueme. Salamanca, 1998. RAHNER, Karl & THÛSING, W. Cristología: estudio teológico y exegético. Cristiandad. Madrid, 1975. HÜNERMANN, Peter. Cristología. Herder. Barcelona, 1997. MOLTMANN, Jürgen. El camino de Jesucristo: cristología mesiánica. Sígueme. Salamanca, 1993. MUÑOZ, Ronaldo. La Trinidad de Dios, amor ofrecido en Cristo Jesús. San Pablo. Santiago de Chile, 2000. CULLMANN, Oscar. Cristología del Nuevo Testamento. Sígueme. Salamanca, 1998.
[7] Efesios 1: 19-21
[8] 1881-1955. TEILHARD DE CHARDIN, Pierre. El fenómeno humano. Taurus. Madrid, 1986; El medio divino. Alianza Editorial. Madrid, 1999. El porvenir del hombre. Taurus. Madrid, 1967; Himno del Universo. Trotta. Madrid, 2007; El corazón de la materia. Sal Terrae. Santander, 2012; Ciencia y Cristo. Taurus. Madrid, 1969.
[9] Colosenses 1: 15-16. RAHNER , Karl. La cristología dentro de una comprensión evolutiva del mundo. En RAHNER, Karl. Escritos de Teología volumen 5, páginas 181-219. Taurus. Madrid, 1964.
[10] BOFF, Leonardo. Hablemos de la otra vida. Sal Terrae. Santander (España), 1978; página 185. KUNG, Hans. Vida eterna? Trotta. Madrid. 2011. CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO CELAM. La Ascensión del Señor. En https://www.celam.org/docs/septimo_ascension.pdf
[11] Hechos 1: 8-11
[12] Mateo 28: 18-20
[13] GONZÀLEZ DÍEZ, Ana Isabel. Cristo y el cosmos : la relación entre Cristo y la creación en la teología de Karl Rahner. Tesis de grado para obtener el título de licenciatura en teología. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2015. ERDOZAIN, Luis. Jesucristo, plenitud de la revelación. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/83558865.pdf NAPOLE, Gabriel M. Jesucristo, plenitud de la revelación: el testimonio del Nuevo Testamento. En Revista Teología tomo XLVI número 99, páginas 249-266. Pontificia Universidad Católica Argentina. Buenos Aires, agosto 2009. ROVIRA BELLOSO, Josep Maria. Dios, plenitud del ser humano. Sígueme. Salamanca, 2013.