Pascua – domingo VI C
(22-mayo-2022) Por: Jorge Humberto Peláez, SJ
jpelaez@javeriana.edu.co Lecturas:
Hechos de los Apóstoles 15, 1-2. 22-29
Apocalipsis 21, 10-14. 22-23
Juan 14, 23-29
En este VI domingo de Pascua, los invito a profundizar en la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles. Allí se nos describe una fuerte tensión que surgió entre los cristianos procedentes del judaísmo y los cristianos procedentes del paganismo. Era una situación muy delicada en la que un manejo imprudente hubiera dejado profundas heridas.
Los que habían acogido el testimonio de los apóstoles sobre el Señor resucitado provenían de dos grupos muy diferentes: unos venían de la tradición judía y otros del mundo pagano. Los judíos convertidos tenían un sentimiento de superioridad porque eran del linaje de Abrahán y herederos de la promesa. Algunas de sus actitudes daban a entender que los que venían del paganismo eran cristianos de segunda categoría.
Poco a poco se fue abriendo paso un movimiento que pretendía que los varones bautizados que venían del paganismo debían someterse al rito de la circuncisión. La tensión venía presentándose desde antes, pero esta fue la gota que rebosó la copa: “Unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse”.
Estos conversos no habían entendido la revolución espiritual producida por Jesús. La salvación no es el resultado del cumplimiento de unos preceptos de la Ley, en este caso la circuncisión, sino que es un don de Dios que recibimos gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo. Un don y no derecho.
Como era de esperarse, esta posición generó una fuerte reacción. Leemos en los Hechos de los Apóstoles que “esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé”, quienes habían anunciado a Jesucristo resucitado a los gentiles. Se trataba de la primera gran crisis de la incipiente comunidad eclesial. Si no se hubiera manejado con sabiduría, habría causado hondas heridas.
La solución fue un diálogo de muy alto nivel: “Se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia”. Este grupo de líderes espirituales de la comunidad se reunieron con un propósito superior: sacar adelante el proyecto evangelizador que en ese momento estaba amenazado.
Como se trataba de la obra de Dios y no de un proyecto simplemente humano, hicieron oración y entraron en discernimiento. Al final llegaron a un consenso que sigue teniendo un enorme influjo en la Iglesia de todos los tiempos: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponerles más cargas que las indispensables: que se abstengan de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Harán bien en apartarse de eso. Saludos”.
¿Cuáles son los grandes aprendizajes que este episodio deja para la Iglesia de todos tiempos?
Es importante que entendamos, sin escandalizarnos, que es natural que se den conflictos y tensiones dentro de la Iglesia. Son el resultado de las diferencias culturales, las necesidades particulares de las comunidades, el entorno socio-político, las diversas lecturas teológicas, etc.
No podemos hacer una lectura simplista maniquea, que discrimina entre buenos y malos, los fieles al magisterio y los infieles. Si no se hubieran llevado a cabo profundos y acalorados debates en los primeros siglos de la Iglesia, hubiera sido imposible elaborar los contenidos dogmáticos sobre la Trinidad, la Cristología, la Mariología, la Eclesiología y los Sacramentos.
Hay que destacar que el clima en el que se llevan a cabo estos debates no es de una asamblea para exigir un alza de salarios o declarar una huelga; tampoco se trata de negociar el apoyo de unas mayorías y para ello se ofrecen contraprestaciones. Se trata de unos debates inspirados en un profundo amor a la Iglesia, precedidos de una oración que pide la iluminación del Espíritu Santo, y todo dentro de una profunda fidelidad a la Tradición de la Iglesia.
Los dialogantes comparten un mismo espíritu y tienen los ojos puestos en un propósito superior, que está por encima de los intereses personales.
Así como la Revelación es histórica, pues Dios se va auto-manifestando a través de los acontecimientos del pueblo de Israel, también lo son las enseñanzas de la Iglesia. A medida que van apareciendo nuevos desafíos, la Iglesia va reflexionando sobre ellos y va formulando las orientaciones de acuerdo al tesoro de las Sagradas Escrituras, la Tradición, el magisterio y la reflexión teológica.
Los temas van madurando en el tiempo. Es posible que lo que hoy vemos de manera confusa, mañana se verá con mayor claridad. No pensemos, de manera ingenua, que la Iglesia tiene respuestas para todas las preguntas. El Espíritu Santo sigue actuando en la Iglesia y el corazón de los fieles.
En esta meditación dominical, nos hemos concentrado en el texto de los Hechos de los Apóstoles donde se nos narra la fuerte tensión que se presentó entre los bautizados provenientes del judaísmo y los que venían del paganismo, a propósito del rito de la circuncisión. Vimos cómo se había afrontado el conflicto y cómo llegaron a una solución de consenso por el camino del diálogo y de la oración. Ese momento histórico nos deja profundas lecciones para la superación de situaciones complejas dentro de la Iglesia.
Por ejemplo, en este momento hay discusiones y tensiones alrededor del tema de la sinodalidad de la Iglesia, es decir, la participación de la comunidad en las decisiones eclesiales. Sin poner en tela de juicio la estructura jerárquica de la Iglesia, se debate en torno a la participación comunitaria. Sobre este asunto, la Iglesia alemana ha hecho planteamientos que suscitan preocupación en otras Iglesias locales.