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Mayo 29: La Ascensión del Señor

VII Domingo de Pascua
Ciclo C – mayo 29 de 2022 Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ Evangelio (Lucas 24, 46-53): En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: –Está escrito que el Mesías tenía que morir, y resucitar al tercer día, y que en su nombre se anunciará a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Comenzando desde Jerusalén, ustedes deben dar testimonio de estas cosas. Y yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Pero ustedes quédense aquí, en la ciudad de Jerusalén, hasta que reciban el poder que viene del cielo. Luego Jesús los llevó fuera de la ciudad, hasta Betania, y alzando las manos los bendijo. Y mientras los bendecía, se apartó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de adorarlo, volvieron a Jerusalén muy contentos. Y estaban siempre en el templo, alabando a Dios.
Primera Lectura (Hechos de los Apóstoles 1, 6-11): Los que estaban reunidos con Jesús, le preguntaron: Señor, ¿vas a restablecer en este momento el reino de Israel? Jesús les contestó: –No les corresponde a ustedes conocer el día o el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad; pero cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra. Dicho esto, mientras ellos lo estaban mirando, Jesús fue levantado, y una nube lo envolvió y no lo volvieron a ver. Y mientras miraban fijamente al cielo, viendo cómo Jesús se alejaba, dos hombres vestidos de blanco se aparecieron junto a ellos y les dijeron: –Galileos, ¿por qué se han quedado mirando al cielo? Este mismo Jesús que estuvo entre ustedes y que ha sido llevado al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse allá.
 
1. Subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre
Las lecturas bíblicas de hoy [Hechos 1,1-11; Salmo 47(46); Efesios 1,17-23; Lucas 24,46-53] nos invitan a reflexionar sobre el significado de lo que decimos en el Credo: que Jesús resucitado subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre.
No se trata del vuelo de un superhéroe como los de las historietas, sino del misterio de la glorificación de Jesús, quien, como dice la segunda lectura, fue resucitado por Dios Padre de entre los muertos para hacerlo en su naturaleza humana partícipe de la gloria divina, sentándolo a su derecha en el cielo. Esta imagen proviene de los reyes que hacían subir hasta su trono y situar a su derecha a quienes se habían distinguido en el cumplimiento de una misión.
 
2. La misión encomendada a los discípulos
Jesús antes de desaparecer de su vista física, les encomendó a sus discípulos la misión de anunciar la Buena Noticia de su acción salvadora, invitando a todos a convertirse a Dios y dando testimonio de su fe, para lo cual sería necesario que recibieran la energía del Espíritu Santo, a la que se refiere diciéndoles Yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre prometió.
Ahora bien, según el relato de la Ascensión que presenta la primera lectura –de los Hechos de los Apóstoles–, unos ángeles les dijeron a los discípulos: ¿Qué hacen ustedes ahí plantados mirando al cielo? Esta pregunta vale también para toda persona que, desde una espiritualidad errónea, descuida sus quehaceres en la tierra.
Los primeros cristianos pensaban que la venida gloriosa del Señor sucedería de un momento a otro, y por eso se les exhortó a trabajar y dejar de estar desentendidos de sus deberes cotidianos. Hoy también hay personas que se la pasan rezando sin atender a sus compromisos familiares o laborales. Por eso conviene que nos examinemos para ver si estamos plantados mirando al cielo, o si, por el contrario, sin dejar de orar, nos dedicamos a trabajar por el Reino de Dios en todo lo que podamos, uniendo la contemplación con la acción.
Y al celebrar la Ascensión del Señor animados por la fe en Jesucristo cuya naturaleza humana participa ya de la gloria de Dios Padre, renovemos nuestra esperanza en que, si seguimos sus enseñanzas y nos identificamos con Él, también nosotros llegaremos al mismo estado de vida nueva y de felicidad sin fin que llamamos el “cielo”.
 
3. Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
Este domingo la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Esta Jornada, establecida por el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) comenzó a celebrarse cada año desde 1966, y con motivo de ella el papa emite un mensaje sobre un tema relacionado con la comunicación. El tema para este año es Escuchar con los oídos del corazón, y en su mensaje dice el papa Francisco:
“Estamos perdiendo la capacidad de escuchar a quien tenemos delante, sea en la trama normal de las relaciones cotidianas, sea en los debates sobre los temas más importantes. Al mismo tiempo, la escucha está experimentando un nuevo e importante desarrollo en el campo comunicativo e informativo, a través de las diversas ofertas de podcast y chat audio. A un ilustre médico le preguntaron cuál era la mayor necesidad de los seres humanos. Respondió: ‘El deseo ilimitado de ser escuchados’. Todos tenemos oídos, pero muchas veces incluso quien tiene un oído perfecto no consigue escuchar a los demás. Existe una sordera interior peor que la sordera física. La escucha, en efecto, no tiene que ver solamente con el sentido del oído, sino con toda la persona. La verdadera sede de la escucha es el corazón.
El rey Salomón le pidió al Señor que le concediera «un corazón capaz de escuchar» (1Re 3,9). Y san Agustín invitaba a escuchar con el corazón: ‘No tengan el corazón en los oídos, sino los oídos en el corazón’ Escuchar es, por tanto, el primer e indispensable ingrediente del diálogo y de la buena comunicación. Escuchar diversas fuentes, no conformarnos con lo primero que encontramos, asegura fiabilidad y seriedad a las informaciones. Escuchar más voces, escucharse mutuamente, nos permite ejercitar el arte del discernimiento.
Hace poco ha comenzado un proceso sinodal [aquí el Papa se refiere al proceso al que él ha invitado a toda la Iglesia, en el sentido de lo que significa la palabra “sínodo”: camino en compañía]. Oremos para que sea una gran ocasión de escucha recíproca. Como en un coro, la unidad no requiere uniformidad, monotonía, sino pluralidad y variedad de voces, polifonía. Al mismo tiempo, cada voz del coro canta escuchando las otras voces y en relación a la armonía del conjunto”.
 
Conclusión
Al estar para terminarse el mes dedicado especialmente a la veneración de la santísima Virgen María, sintámosla unida a nosotros en la oración como lo estuvo con lo primeros discípulos de Jesús los días anteriores a la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

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