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Mayo 8: El rebaño de Jesús

Juan 10:27-30, domingo, mayo 8 de 2022 Por: Luis Javier Palacio, SJ  En todas las culturas se dio el paso de una sociedad recolectora a una pastoril y finalmente a una agrícola. En el judaísmo quedó muy viva la imagen de la etapa pastoril, cuando el pueblo judío vagaba con sus rebaños de cabras y ovejas buscando pasto y agua. Grandes figuras del Antiguo Testamento habrían sido pastores como Moisés, David, Abrahán y su familia, Jacob, el profeta Amós así como la tribu de los levitas a la que no se les habría asignado tierra. Formaban la décima tercera tribu de Israel y debían andar difundiendo y enseñando la Toráh (sabiduría propia de Israel más que ley) por lo cual no podían asentarse como agricultores. El mismo Yahvéh sería como un pastor que camina con su pueblo nómade y planta su tienda en medio de los pastores y los ganados. Esta imagen bucólica dura hasta el destierro a Babilonia, pues al regresar, ya la tierra era ajena. Sin embargo, en el último libro de la Biblia (Apocalipsis), vuelve a aparecer el cordero como imagen de Jesús y sus bodas como la escatología (futuro) de los creyentes. Luego del destierro, la imagen del pastor es la de invasor y en la época de Jesús los pastores eran considerados impuros y ladrones. En tales circunstancias les tocaba a los pastores, como dice Jesús de sí mismo, sufrir la suerte de su rebaño, con riesgo de la propia vida. Para buscar pasto tenían que invadir predios ajenos. No es pues un título honorífico el que se da Jesús a sí mismo llamándose pastor de su rebaño. En algunos salmos y en las Escrituras judías, queda la imagen ideal del pastor como dirigente de Israel y del pueblo como su rebaño. Así se consideró por muchos años la Iglesia como un rebaño y los clérigos, especialmente los obispos, como sus pastores. Aún hoy se utiliza tal imagen. Pero hizo crisis en el período conocido como la Ilustración, cuando se declara la emancipación de la razón, del individuo y su conciencia. Hoy, la imagen de rebaño, borrego, oveja, tiene poca aceptación pues señala un grupo amorfo que se deja cabestrear sin mayor capacidad de discernimiento, juicio propio o conciencia de su propio valor, de sus carismas, sus ideas y su libertad. Los grandes movimientos de masas como el nazismo, el fascismo, el franquismo y otros movimientos más, se consideran como una vuelta atrás al borreguismo superado.
En los evangelios aparece a menudo la imagen del pastor y de la oveja, pero con el sentido bucólico y romántico del antiguo Israel. Los únicos pastores de carne y hueso que aparecen en el evangelio son los que van a visitar a Jesús nacido en un comedero de animales, según el midrash del nacimiento del evangelio de Lucas. Éstos, no teniendo donde vivir, pernoctan al descampado con su rebaño. Jesús se compara entonces con pastores similares pues vive con sus ovejas, en pequeño rebaño, de manera que conoce a cada una de ellas y ellas lo reconocen en su voz. En el arte barroco y rococó a menudo se pintan pastores con sus ovejas como metáfora de la vida tranquila del campo o ideal de vida humana. La oveja o el carnero de lana blanca son el animal ideal para el sacrificio en varias religiones, incluido el judaísmo y el islamismo.
En las culturas africanas, igual que en el Israel pre-exílico, el número de ovejas o cabras, indicaba la riqueza del varón y lo hacía casamentero. El carnero es en muchas culturas el símbolo de la fecundidad y se asocia a ritos de fertilidad; se consideraba que la sangre del cordero devolvía la fertilidad a la tierra. En el judaísmo, desde que Yahvéh reemplaza a Isaac por un carnero, es su cuerno (Shofar, en hebreo) el que anuncia el comienzo de las grandes fiestas e incluso el comienzo del descanso sabático (el viernes a partir de las seis de la tarde). También es el carnero, sacrificado en el Templo, el plato principal de los siete que componen la cena de pascua. Los otros seis son los hagihah (otras carnes), el memorim (hierbas amargas que recuerdan a Egipto), el haroset (salsa color ladrillo como los que amasaban en Egipto), el mazot (pan sin levadura), los vinos varios y la copa de bendición o final. Era optativo el uso del huevo duro, con el simbolismo de que el judío mientras más sufría más resistente se ponía.
Con el relato de Caín (agricultor) y Abel (pastor) se consagra la figura del ganado menor que refuerza el sacrificio substituto de Isaac así como el señalamiento del Bautista a Jesús como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. La palabra cordero (talya, en arameo) es sinónima de hijo y de siervo. “Cordero de Dios”, pues, puede bien ser metáfora para “siervo de Yahvéh” o “hijo de Dios”. De hecho el señalamiento del Bautista mezcla dos imágenes diferentes: el “chivo expiatorio” de la fiesta del Yom-kippur o perdón nacional, cargado con los pecados del pueblo y que se lanzaba al desierto donde habitaría el demonio Azazel y el cordero de Pascua que no era para perdón sino para alegrar la fiesta. Su sangre, que pertenecía a Yahvéh, se derramaba sobre el Kapporet o tapa del Arca de la Alianza, en el Templo. Luego se comía en medio de la fiesta familiar. Todo el evangelio de Juan muestra una predilección por sustituir las fiestas judías por imágenes o hechos de Jesús. El agua verdadera es Jesús y no la utilizada en la fiesta de Hanukkáh, de las luces o Dedicación del Templo; Jesús es el verdadero cordero y no el de la pascua judía; Jesús (el logos o palabra) al encarnarse planta su tienda en medio de nosotros frente a la tienda de ramas que se levantaba en la fiesta del Sukkoth (o de las enramadas o de las palmas). Sin embargo, el cordero como símbolo, aunque aparece en las catacumbas, es menos frecuente que el signo del pez que luego será (hacia el siglo IX) reemplazado por el signo de la cruz.
Como buen pastor Jesús enfatiza la relación íntima con las ovejas, sin establecer ninguna relación de jerarquía; la suerte de ambos es la misma, al igual que las privaciones. El pastor debe oler a oveja ha dicho varias veces el papa Francisco y ha criticado los obispos con ínfulas de príncipes medievales. Caifás, en un augurio sobre la muerte de Jesús, dice que su muerte no será solamente por la nación judía sino para reunir a los hijos (ovejas) dispersas de Dios. En el evangelio de Juan es a Pedro a quien se le da por tres veces el encargo de apacentar las ovejas (dos veces) y los corderos (una vez). En el llamado inicial a la orilla del lago no se habla de apacentar sino de pescar hombres, que Lucas explicita con su término “pescador de hombres vivos”. Si es Jesús el modelo de “buen pastor” toca a todos sus seguidores asumir similar comportamiento: buscar la oveja descarriada para vendar sus heridas; sufrir la suerte de los excluidos; no huir en los momentos de dificultad; ser puerta y redil para las ovejas. En el Antiguo Testamento se asignaba a Yahvéh el papel de pastor, pero un pastor externo que podía o no, a gusto, sufrir la suerte de sus ovejas. Según algunos comentarios rabínicos, Yahvéh habría sido desterrado a Babilonia junto con su pueblo. Algo similar contestan algunos teólogos alemanes a la pregunta: ¿Dónde estaba Dios cuando se asesinaban judíos en los campos de extermino? La respuesta era: estaba siendo gaseado junto con ellos. Muy lejos del ejército nazi que había grabado en sus cinturones: Gott mit Uns (Dios con nosotros). El Dios cristiano y judío está siempre del lado del débil, es decir, de la oveja o el carnero que sufre incluso a veces a manos de sus mismos pastores. Si Dios triunfa en la batalla se pasa del lado de los perdedores. Es Constantino con su lábaro engalanado con el signo de la cruz y debajo la inscripción: “Con este signo vencerás” quien vuelve a la idea de un Señor de los ejércitos (shabaot) para Cristo. Como varias veces se ha comentado, Constantino hizo más daño al cristianismo que Nerón con sus persecuciones. Hizo del cristianismo un reino de este mundo. Algo que Jesús había rechazado en el juicio frente a Pilato. «Mi Reino no es de este mundo.» (Jn 18:36).

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