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Mayo 8: Mis ovejas reconocen mi voz, yo las conozco y me siguen

IV Domingo de Pascua C – mayo 8 de 2022
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán ni nadie me las quitará. Lo que el Padre me ha dado es más grande que todo, y nadie se lo puede quitar. El Padre y yo somos uno solo. (Juan 10, 27-30)
 
1. El pastor y las ovejas: una imagen constante en la Biblia
Abraham, Isaac, Jacob y sus hijos fueron pastores que trasegaban en busca de agua y pasto para sus ovejas. Moisés, cuando pastoreaba unas ovejas, fue escogido por Dios como su instrumento para liberar a Israel de la esclavitud que padecía en Egipto y conducirlo hacia la tierra prometida. David, un joven que cuidaba el rebaño de su padre Jesé, fue ungido como rey de Israel y a él se le atribuyen los salmos que representan a Dios como el pastor que conduce y alimenta a su pueblo, tales como el 23(22) -El Señor es mi pastor-, y el 100(99), que dice somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Por último, los profetas Jeremías y Ezequiel critican a los malos pastores que han descuidado el rebaño, y anuncian como nuevo y buen pastor, descendiente de David a un Mesías o Ungido (que es lo que significa “Cristo”), mediante el cual el mismo Dios pastoreará a todos los que quieren fornar parte de su pueblo.
A esta profecía se refieren los Evangelios de Mateo y Lucas, anteriores al de Juan y que presentan en boca de Jesús la parábola del pastor que busca a la oveja descarriada (Mt 18,12-14; Lc 15,3-7), expresando así la misericordia de Dios que acoge a los pecadores para salvarlo. Y por último el Evangelio de Juan dedica todo su capítulo 10 a la alegoría del pastor y las ovejas, con la que Jesús simboliza su acción salvadora, que es la misma que realiza Dios Padre a través de Él (El Padre y yo somos uno solo). Y esta imagen quedó de tal manera grabada en las mentes de los primeros cristianos, que la imagen figurativa de Cristo más antigua que se conoce y se encuentra en las Catacumbas de San Calixto, cerca de Roma, representa a un joven pastor cargando una oveja sobre sus hombros.
 
2. “Mis ovejas reconocen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
El capítulo 10 del Evangelio de Juan, en el que Jesús se presenta a sí mismo como el Buen Pastor y del cual la litutgia nos presenta hoy un breve fragmento, se sitúa en el marco de la fiesta de la Dedicación, en la que se conmemoraba la restauración y consagración del Templo de Jerusalén en el año 164 a. C.
Durante esta fiesta tiene lugar una discusión entre Jesús y los fariseos maestros de la ley, en la cual les dice que Él es el buen pastor, lo que implica una crítica a ellos como malos pastores, porque no les importan las ovejas sino sus propios intereses personales. Jesús se aplica así la imagen del pastor a quien sí le importa cada una de las ovejas, que son suyas, y a quien ellas identifican como el que se preocupa por cada una y va delante (Juan 10, 4), no arriándolas desde atrás sino mostrándoles el camino.
Sin embargo, se malentiende la imagen cuando se concibe a la Iglesia como una organización en la que los jefes religiosos imponen su poder a unos borregos pasivos. Al contrario, lo que Jesús quiere es que formemos una comunidad en la que todos sus integrantes sean reconocidos y valorados en su dignidad y en su autonomía como miembros del pueblo de Dios, tal como lo indicó el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965), y que como tales caminemos juntos en el seguimiento de Jesús, que es lo que significa la “sinodalidadad” (syn-odos = camino en unión) a la que nos ha invitado el papa Francisco.
 
3. “Yo les doy vida eterna”
El Evangelio de Juan destaca una característica esencial del buen pastor: dar su vida por sus ovejas, en lugar de huir como los asalariados. Tal donación de su vida conlleva el anuncio de su Resurrección, en virtud de la cual dará vida eterna a toda persona que reconozca su voz y lo siga.
La primera lectura de hoy (Hechos 13,14.43-52) narra cómo Pablo y Bernabé les dicen a los judíos que rechazaban su predicación que, como no quieren acoger la Palabra de Dios y así se muestran indignos de poseer la vida eterna, se dirigirán a los no judíos, evocando una profecía en la que Dios le dice al “servidor de Yavé” -en quien los cristianos reconocemos a Jesús- que su misión es ser luz de las naciones y llevar la salvación hasta los confines de la tierra (Isaías 49,6). Luego cuenta que quienes estaban destinados a la vida eterna abrazaron la fe. Jesús había dicho: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; y también a ellas debo traerlas (…) y formarán un solo rebaño, con un solo pastor” (Juan 10,16). Y la segunda lectura (Apocalpipsis 7, 9.14-17) se refiere a una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, que gozan de la vida eterna, estando en el centro su pastor que los conducirá hacia los manantiales de agua viva. O sea que la misión pastoral de Jesucristo es universal, sin exclusión de nacionalidades, razas o culturas.
Esta misión de comunicar vida eterna es la que el Señor les da a los apóstoles y a sus sucesores mediante el Sacramento del Orden, en virtud del cual quienes han sido elegidos por Él son ordenados para desempeñar ministerios o servicios pastorales como diáconos, presbíteros u obispos. Todos los bautizados participamos de la misión pastoral de Cristo en el “sacerdocio común de los fieles “, pero Él llama a uno cuantos para desempeñar el sacerdocio ministerial como servidores de la comunicación de su gracia. Pidámosle al Señor que suscite muchas vocaciones de jóvenes que tengan y realicen el deseo de entregar sus vidas para su servicio en el sacerdocio ministerial, y también oremos por los ya ordenados, para que cada cual cumpla su misión pastoral a imagen de Jesús, el Buen Pastor.
Y finalmente, dado que el segundo domingo de mayo celebramos en nuestro país el Día de las Madres, invocando la intercesión de María, Madre de Dios y Madre nuestra, oremos también por ellas, las vivas y las difuntas, pidiéndole al Señor que quienes aún viven en este mundo sean reconocidas y correspondidas en el cumplimiento de su misión de amor maternal, y quienes ya han fallecido gocen de la vida eterna que el Buen Pastor prometió para las ovejas que lo sigan.

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