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Mayo 9: “Dios no hace acepción de personas, sino que le es grata cualquier persona que le ama”

Domingo VI de Pascua, ciclo B Por: Antonio José Sarmiento Nova, SJ Lecturas:

Hechos 10: 25-48 (se recomienda leer todo el capítulo desde el comienzo para captar la historia del centurión Cornelio)
Salmo 97
1 Juan 4: 7-10
Juan 15: 9-17

Tiene el mayor interés dar una vista panorámica a la población actual de la humanidad, se estima en 7888 millones, distribuída así por continentes: 1250 millones en Africa, 4700 en Asia, 801 en Europa, 1094 en América y 43 en Oceanía.[1] Dentro de estas cifras generales se estima que tres mil cuatrocientos millones de seres humanos viven en situación de pobreza alarmante, concentrados principalmente en el Africa subsahariana, en América Latina y en algunos países asiáticos. Noruega es el único país del mundo en el que técnicamente no existe la pobreza. Sabemos bien que la pandemia de la COVID-19 ha incrementado de modo notable esta situación de precariedad.[2]
Al hablar de población mundial vienen a nuestra mente la diversidad de culturas, estilos de vida, etnias, problemáticas de riqueza-pobreza, acceso a beneficios mínimos de calidad de vida, modelos políticos y económicos, creencias religiosas, dinámica justicia-injusticia, ecología-habitat, niveles de educación, ciencia-tecnología, gobiernos, bienestar, sentidos de vida.[3] En el campo religioso, se cuantifica el cristianismo en 2400 millones de creyentes, con 1300 en la iglesia católica, 320 en la ortodoxia[4], 850 en las denominaciones surgidas de la Reforma Protestante a partir del año 1517; el Islam está en 1900 millones, el Hinduismo en 1200, el Budismo en 530, la religión tradicional de China en 305, las llamadas religiones étnicas de Africa y América en 440 y el judaísmo en 18 millones de adeptos.[5]
En Colombia, país con tradicional predominio del cristianismo católico, se considera que en la actualidad pertenecen a las denominaciones evangélico-pentecostales unos 6 millones, manteniendo aún la mayoría de la Iglesia Católica.[6] Estas constataciones iniciales nos dicen que no hay una sola manera de ser humano,[7] la diversidad y heterogeneidad expresan la riqueza de nuestra condición. Desafortunadamente, la historia demuestra que esta pluralidad no se ha respetado porque unos grupos y culturas hegemónicas establecen dominaciones y opresiones sobre los grupos tenidos por más vulnerables. Son abundantes e inadmisibles los procesos de atropello cultural, económico, político, religioso; esto deriva en odios ancestrales, guerras y rivalidades de todo tipo. ¿Qué hacer? ¿Qué postura tomar?[8]
El papa Francisco, en su reciente encíclica Fratelli Tutti, dice:  “Abrirse al mundo es una expresión que hoy ha sido cooptada por la economía y las finanzas. Se refiere exclusivamente a los intereses extranjeros o a la libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones en todos los países. Los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural único. Esta cultura unifica al mundo pero divide a las personas y a las naciones porque la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos”.[9] Todo el texto de la encíclica es una juiciosa reflexión sobre  lo que divide a la humanidad, pero con una propuesta de esperanza: cambiar el signo de una globalización excluyente a una cultura del diálogo y del encuentro, asumiendo la diversidad de lo humano como riqueza para construir una mejor humanidad; el papa, naturalmente, parte de sus convicciones cristiano-católicas, como pastor de la Iglesia Universal, consciente de que en ellas hay una indispensable apertura al ecumenismo y al diálogo entre las religiones, lo que no menoscaba la identidad específica de lo católico.[10]
En la primera lectura de este domingo –Hechos de los Apóstoles– se relata un episodio del cristianismo primitivo: la visita de Pedro al centurión Cornelio. El hecho refleja simbólicamente un momento de alta significación en el naciente movimiento de Jesús, es su transformación en una comunidad abierta, universal, totalmente incluyente, saliendo del exclusivismo judío, de su condición de religión propia de una cultura particular para hacerse comunidad que acoge a todos los seres humanos, “sean de la nación que sean”, de los que es símbolo este pagano llamado Cornelio.
El judaísmo de aquellos tiempos se sentía casado de modo indisoluble con la raza y con la cultura del mundo israelita, se tenían por los únicos elegidos de Dios y miraban por encima del hombro a quienes, según ellos, no eran acreedores al beneficio de esa elección, los paganos. 
La pretensión del amor universal de Dios, mensaje central del evangelio de Juan que proclamamos este domingo, no se anda con rodeos, la acogida es para todos sin excepción, la propuesta de Jesús no establece límites, rompe proféticamente con ese mundo cerrado, lleno de prejuicios, y hace evidente que tal novedad está dispuesta a incluír a todo ser humano. A esto vamos con el relato en el que Pedro visita al pagano Cornelio en su propia casa.
Pedro, un judío conmovido por Jesús, y Cornelio, un “gentil”, hombre de estupenda voluntad, generoso y acogedor. Son dos universos, culturalmente distintos, pero humanamente iguales en su dignidad y en su valor espiritual. Ni Pedro ni sus compañeros se llamaban todavía cristianos, eran judíos profundamente seducidos por la experiencia de Jesús. Seguían cumpliendo con toda la preceptiva jurídica y ritual de su religión de origen, una de estas era la de no mezclarse con los paganos.
Eran leyes para ellos sagradas, cuyo incumplimiento implicaba la declaración de impureza, como sanción, con la exigencia de someterse a las prácticas de purificación para salir del estado anormal causado por el contacto con el extranjero: “Cuando Pedro entraba, salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies. Pedro lo levantó y le dijo: levántate, que también yo soy un hombre. Mientras conversaba con él, entró y encontró a muchos reunidos. Pedro les dijo: ya saben ustedes que un judío tiene prohibido juntarse con un extranjero o entrar en su casa, pero Dios me ha hecho ver que no hay que llamar profano o impuro a ningún hombre”.[11]
Todos los seres humanos tenemos igual valor ante Dios, no hay categorías ni determinaciones jerárquicas, ni superioridades ni inferioridades, ¡este es el ideal que plantea la Buena Noticia de Jesús![12] Esta conciencia es la que mueve a Pedro a decir: “Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que le es grata cualquier persona que le ama y practica la justicia, sea de la nación que sea”.[13]
La nueva conciencia de Pedro a partir de su experiencia de Dios y de su encuentro con un hombre justo como Cornelio nos mueve a pensar en tantas exclusiones e injusticias que hemos cometido asignando a Dios la “responsabilidad” de ese exclusivismo, cuando es una deplorable decisión del pecado nuestro. Debemos afirmar con humildad que hemos ido en contravía del Padre Dios y de la originalidad de Jesús. Conductas como estas no son ni humanas ni cristianas. La grata actitud de Pedro y de Cornelio nos habla de otro paradigma, el de la mesa compartida, el de la dignidad fundamental de todos los humanos, el de la inclusión y la fraternidad como elementos esenciales de la comunidad de los que siguen a Jesús.
Así, el evangelio y la segunda lectura nos hablan de la iniciativa amorosa de Dios y de la invitación que Él nos hace:“Como el Padre me amó, yo también los he amado; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”.[14]
El amor en sentido cristiano no es sinónimo de gratificaciones individuales, de caricias afectivas para calmar la conciencia, de sensiblerías incapaces de transformar la humanidad: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por las personas que ama” [15] y “Este es mi mandamiento, que se amen los unos a los otros como yo los he amado”.[16]
Jesús, con la donación amorosa de todo su ser, no está buscando “ganar puntos”, ni ser aplaudido, ni experimentar lo que llamamos buena conciencia. Lo suyo nace de Dios mismo, la iniciativa teologal es dar todo para que la humanidad sea bienaventurada, para que salga de las ignominias de la exclusión. Por eso Jesús es el relato máximo de Dios, en el que renuncia a todo privilegio, incluso el de la conservación de su propia vida, para que el ser humano se vea asumido por la incondicionalidad de este amor. 
El cristianismo no puede ser una religión de caridades ocasionales, de prácticas culturales y piadosas desentendidas de la comunión fraterna, de beaterías egoístas. Estamos llamados a “permanecer” en un amor fundante y fundamental: “Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su hijo único, para que vivamos por medio de él”.[17]
La conciencia de ser asumidos por un amor desbordante y gratuito ha de acompañar todos los pasos de nuestra vida, para que nunca nos sintamos superiores a nadie, para que sepamos reconocer en cada persona un lenguaje de ese misterio de dignidad, para que no permitamos que nuestra libertad sea secuestrada por ideologías clasistas y por religiosidades excluyentes.
“Lo que les mando es que se amen los unos a los otros”,[18] es lo que esclareció la mente y el corazón de Pedro para reconocer en Cornelio un prójimo universal, marcando la pauta cristiana de que todo ser humano, por el simple hecho de serlo, es poseedor de un valor esencial. ¡Aquí reside la clave del proyecto de Jesús, esta es la voluntad original de Dios![19]
 
[1] UNFPA Programa de Naciones Unidas para la población mundial. Informe estado de la población mundial 2020 en https://www.unfpa.org./sites/default/files/pub-pdf/UNFPA_PUB_2020_ES_Estado_de_la_Poblacion_Mundial2.pdf
[2] https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2020/10/07/covid-19-to-add-as-many-as150-million-extreme-poor-by-2021
[3] UNFPA Programa de Naciones Unidas para la población mundial. Informe estado de la población mundial 2019. En https://www.unfpa.org.sites.default/files/pub-pdf/UNFPA_PUB_2019_ES_Estado_de_la_Poblacion_Mundial.pdf
[4] Iglesias orientales surgidas del cisma del año 1054. 
[5] GUERRA , Manuel. Historia de las Religiones. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2002. ELIADE. Mircea. Historia de las ideas y las creencias religiosas. Paidós. Barcelona, 1999. JAMES, William. Las variedades de la experiencia religiosa. Orbis. Madrid, 1988. 
[6] BELTRAN, William Mauricio & LARROTTA SILVA, Silvia Patricia. Diversidad religiosa, valores y participación política en Colombia. World Vision. Bogotá, 2020. 
[7] RAMOS, Samuel. Hacia un nuevo humanismo. Fondo de Cultura Económica. México, 1997. PLASENCIA LLANOS, Vicente. Ser humano: un proyecto inconcluso. Universidad Politécnica Salesiana. Cuenca, 2017. 
[8] COMUNION ANGLICANA. La justicia de Dios: relaciones justas entre mujeres y hombres, niñas y niños. New York, 2019. 
[9] Papa FRANCISCO. Carta Encíclica Fratelli Tutti sobre la fraternidad y la amistad social. Ediciones Paulinas. Bogotá, 2020; numeral 12. 
[10] Los Papas San Juan XXIII (1958-1963) y San Pablo VI (1963-1978) trajeron al mundo católico el ecumenismo y el diálogo interreligioso. El Concilio Vaticano II dió carta de ciudadanía a estas realidades. KASPER, Walter. Caminos hacia la unidad de los cristianos. Sal Terrae. Santander, 2014. DE LA TORRE, Francisco Javier. Derribar las fronteras: ética mundial y diálogo interreligioso. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2004. 
[11] Hechos 10: 25-28
[12] GEHMAN PEACHYE, Linda.  Creados como iguales: mujeres y hombres a la imagen de Dios. Comité Central Menonita. New York,  2009. 
[13] Hechos 10: 34-35
[14] Juan 15:9-10
[15] Juan 15:13
[16] Juan 15: 12
[17] 1 Juan 4: 7-9
[18] Juan 15: 17
[19] LONDOÑO OROZCO, Ernesto. De la ética mundial a la fraternidad universal. En revista El Agora Universidad de San Buenaventura Medellín volumen 9 número 2 junio-diciembre 2009, páginas 571-591. 

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