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Comunitas Matutina 20 de noviembre 2022
Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo ciclo C
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Por: Antonio José Sarmiento Nova, SJ
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Lecturas:
- 2 Samuel 5: 1 – 3
- Salmo 121: 1 – 5
- Colosenses 1: 12 – 20
- Lucas 23: 35 – 43
Nombrar al Señor Jesús con el título mundano de rey resulta inadecuado. La presentación que nos hacen los evangelios es muy contraria a los modos del “mundo”: vemos a un Señor nacido marginalmente, en una familia también marginal, el curso de su vida se da en medios pobres, siendo él un pobre real, comunicando su Buena Noticia en la clave de las bienaventuranzas, mensaje a contracorriente de las pretensiones humanas de vanagloria, privilegios y dominación sobre los demás y, de remate doloroso y dramático; su muerte en la cruz, ajusticiado por el poder religioso y por el poder político de su país, Palestina. El relato teologal de Jesús es desafío y provocación a todas las pretensiones humanas de autoritarismo y arrogancia[1].
El Cristo Rey al que hoy celebramos es el antirrey, el que decepciona las expectativas mesiánicas de Israel, que en su imaginario tenía la expectativa de un Mesías poderoso militar, emperador dueño de todos los poderes para salvar al pueblo elegido o notable reformador religioso que vendría a poner “orden” en las prácticas rituales y morales de estas tribus. La esperanza mesiánica era manifestación de una necesidad político-religiosa, que demandaba un liderazgo poderoso para estructurar al pueblo[2], en determinado momento de su historia marcado por fracasos y derrotas.
Jesús no corresponde a estos imaginarios mesiánicos. El evangelio de hoy nos presenta cómo reina Jesús el Cristo: no desde un trono imperial sino desde la cruz donde los poderosos del mundo crucifican a los justos y a los inocentes: “También los soldados se burlaban de él; se acercaban, le ofrecían vinagre y le decían: ¡si tú eres el rey de los judíos, sálvate! Había encima de él una inscripción: este es el rey de los judíos”[3].
Lo de Jesús es diametralmente opuesto a la lógica de los poderes mundanos, incluidos los religiosos. Lo suyo es anunciar un nuevo orden de vida – lo que llamamos BUENA NOTICIA – que, desde la paternidad de Dios, incluye a todos los seres humanos, principalmente a quienes sistemáticamente son impedidos de vivir con dignidad, para construir una cultura de comunión, de mesa compartida, de solidaridad y de justicia. Eso que designamos como reino de Dios es el “modus operandi” de Jesús, que lo hace sin fundamentarse en la tradicional mentalidad de dominación-opresión[4].
Sin ánimo de torpedear la comunión eclesial, conviene recordar que esta fiesta de Cristo Rey, instituida en 1925 por el Papa Pío XI[5], si bien tiene la intención de destacar el señorío de Jesús y su primacía en la creación y en la historia, también tuvo el componente “ideológico” de reaccionar ante la pérdida de los Estados Pontificios, propiciada por el movimiento italiano de reunificación, y también ante el creciente secularismo con su alta cuota de agnosticismo y ateísmo. Como sea, es fundamental el rescate de la memoria y la purificación evangélica del señorío de Jesús y de su realeza, ciento por ciento incompatible con los poderes mundanos. Este proceso nos ayuda a todos en la Iglesia a rescatar la originalidad irreductible del Señor Jesucristo.
¿Cómo anunciar la realeza de Cristo en este mundo generador de seres humanos compradores y consumidores, competitivos, individualistas, sofocando sus subjetividades en una tecnología que rompe los vínculos interpersonales? ¿Qué decimos a esa multitud de seres humanos abandonados, desconocidos, humillados, dominados por poderes políticos y económicos abiertamente denigrantes de su dignidad? ¿Cómo llegar con este mensaje a las masas de la humanidad empobrecida, a los millones de víctimas de la demencia beligerante de los poderosos, a las madres cabeza de familia con sus hijos expuestos a pobrezas humillantes?[6].
La realeza de Jesús se arraiga en su realidad histórica, que a partir de la experiencia pascual de los primeros discípulos, se hace sacramentalidad, en el mejor sentido teológico de esta expresión. Jesús es la visibilidad de Dios, su narrativa salvífica y liberadora, él nos demuestra la cercanía misericordiosa y compasiva de ese Padre que opta preferencialmente por el ser humano, para situarnos en la plenitud de sentido que nos ofrece como salvación y liberación.
El poderío real de Jesús no es, de ninguna manera, la entronización ideológica de una potestad que se enseñorea sobre todos los poderes del mundo. La potencia jesuánica – como lo señala el teólogo Jon Sobrino – es su implicación total con las cosas del Padre Dios y, en consecuencia, con las cosas de la humanidad, principalmente con aquella a la que le son negadas, por parte de los poderes mundanos, las posibilidades de sentido y de vida digna[7]. Él es la plenitud de Dios porque en él reside la plenitud de lo humano, y viceversa: él es la plenitud de lo humano porque en él habita la plenitud de lo divino. Esta es la genuina fe del cristianismo, y allí está el fundamento de su realeza[8].
Con este domingo, concluye el año litúrgico, destacando la figura de Jesús como plenitud de la historia, de la humanidad, mediación definitiva para el encuentro con Dios, tal como la expresa con gran profundidad el texto de la carta de Pablo a los Colosenses, segunda lectura de hoy: “Él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud y reconciliar por él y para él todas las cosas”[9].
Se impone reflexionar sobre cómo Pablo y los primeros cristianos llegan a esta profunda y clarísima definición cristológica. Para esto es preciso acudir a la lógica del Evangelio, a la de él mismo, en su disposición de servir a todos, no a ser servido, en su negativa a todo tipo de poder y preeminencia, en su despojo de toda gloria humana. Jesús es, por excelencia, el ser que se ha negado a todo lo que tenga que ver con la grandeza que exalta el mundo[10].
Sabemos que en la Cristología al Señor Jesucristo se le asignan varios títulos: Mesías, Hijo de Dios, Rey, entre los más recurrentes. Nos ocupa hoy el de rey, por el contenido de la solemnidad que celebra la Iglesia en este domingo. Es preciso decir que la de rey es la menos afortunada de las denominaciones que se le dan, justamente por todos los contenidos de su vida, de su misión, por su pobreza, por su cercanía a los desheredados, por su misma condición social, por su cruz, por su anuncio de la Buena Noticia en condiciones de no-poder, de sí-servir.
La primera lectura – 2 Samuel – nos habla del rey como salvador en medio de grandes dificultades. Por diversas causas de tipo político y religioso, el reino de Israel se había dividido en dos: reino del sur (Judá) y reino del norte (Israel), con gran animadversión entre ambos.
Y David, rey de Judá, es buscado por los del norte porque vieron en él la solución a las grandes crisis que vivían, esto era inaudito. Por la enemistad entre los dos reinos, era tal su carisma que acudieron a él en situación límite para hacerlo rey, para reconocerlo como principio de unidad y de superación del conflicto. Este es uno de los elementos que hacen de este hombre una leyenda en toda la historia del pueblo elegido: “Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel donde el rey, a Hebrón. El rey David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahvé, y ungieron a David como rey de Israel”[11].
Es bueno recordar que cuando los israelitas pidieron un rey, los profetas se escandalizaron y consideraron esto una apostasía porque para ellos el único posible era Yahvé; no admitían otro tipo de liderazgo. Entonces solucionaron el problema haciéndolo representante de Dios y por eso le ungieron. El simbolismo del ser ungido es de mucha densidad en el Antiguo Testamento porque significa que se le confiere la misión de conducir al pueblo en nombre de Dios. Este antecedente nos vuelve a la realeza de Jesús, en quien encontramos una radical referencia al Padre Dios y una permanente actitud para cumplir su voluntad sin reservas ni limitaciones[12].
El texto de Lucas nos presenta a Jesús en la cruz, en medio de dos delincuentes, escarnecido y humillado, dato relevante para comprender la asignación que se hace a él del título de rey y para darle vuelta al significado mundano que habitualmente lo acompaña: «La gente estaba mirando. Los magistrados, por su parte, hacían muecas y decían: “Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si es el Cristo de Dios, el elegido”»[13].
La cruz es el trono de nuestro rey crucificado. Una constatación así debe ponernos en alerta contra el triunfalismo religioso que a menudo se ha colado en la vida de la Iglesia, también en nuestras ínfulas de superioridad. Lo nuestro es – en Jesucristo – dar vida, siguiendo el beneficio que de él hemos recibido, servir infatigablemente.
[1] ALEGRE SANTAMARÍA, Xavier. MI reino no es de este mundo: conflictividad de la existencia cristiana en el mundo según el cuarto evangelio. En Revista Estudios Eclesiásticos número 54, páginas 499-525. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 1979; Al acecho del reino diferente: temas bíblicos básicos en clave liberadora. Nueva Utopía. Madrid, 2012. CÁCERES, Aldo Marcelo. El poder de Jesús: aproximaciones desde algunos textos y contextos. En Revista Estudios Agustinianos número 40, páginas 247-271. Estudio Teológico Agustiniano de Valladolid, 2005. CROSSAN, John Dominic. Jesús, vida de un campesino judío. Crítica. Barcelona, 1994. MEIER, John P. Un judío marginal: nueva visión del Jesús histórico (5 volúmenes). Verbo Divino. Estella, 2006. DUQUOC. Christian. Jesús, hombre libre. Sígueme. Salamanca, 1976. GUERRERO, José Ramón. El otro Jesús. Sígueme. Salamanca, 1978. MOLTMANN, Jürgen. El Dios crucificado. Sígueme. Salamanca, 2006.
[2] SICRE, José Luis. El desarrollo de la esperanza mesiánica en Israel. En Revista Cuestiones Teológicas volumen 34 número 82, páginas 249-256. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, junio-diciembre 2007. BRAVO GALLARDO, Carlos. El pueblo en tiempos de Jesús: La no-historia del pueblo o el reverso de la historia. En https://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/1099/1/RLT-1985-006-C.pdf GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Locura y escándalo: un Mesías crucificado y una historia marcada por la cruz. En https://www.scielo.br/j/pteo/a/ms5HGMf4TPqmKrCWh8sCj3d/?lang=es El rosto humano de Dios: de la revolución de Jesús a la divinidad de Jesús. Sal Terrae. Santander, 2015.
[3] Lucas 23: 36 – 38
[4] CASTILLO, José María. El reino de Dios: por la vida y la dignidad de los seres humanos. Desclée de Brower. Bilbao, 1999. FARMER, William R. El Jesús histórico: llamada de Dios a la libertad por el amor. En IDEM. Comentario Bíblico Internacional. Verbo Divino. Estella, 2000; páginas 219-228. SOBRINO, Jon. Centralidad del Reino de Dios en la Teología de la Liberación. En ELLACURÏA, Ignacio & SOBRINO, Jon. Mysterium Liberationis: conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación (2 volúmenes). UCA Editores. San Salvador, 2008; páginas 467-510, volumen 1. HORSLEY, Richard. La revolución del Reino: cómo Jesús y Pablo transformaron el mundo antiguo. Sal Terrae. Santander, 2005. THEISSEN, Gerd. El movimiento de Jesús: historia social de una revolución de los valores. Sígueme. Salamanca, 2005.
[5] Achille Damiano Ambrogio Ratti, 1857-1939, papa desde 1922 hasta 1939. PAPA PÍO XI. Carta Encíclica Quas Primas sobre la fiesta de Cristo Rey. Librería Editrice Vaticana. Roma, 1925. ESCUDERO IMBERT, José. El pontificado de Pío XI, Papa Achille Ratti. En Revista Anuario de Historia de la Iglesia número 6, páginas 77-111. Universidad de Navarra. Pamplona, 1997.
[6] BOFF, Leonardo. Teología del cautiverio y de la liberación. Paulina. Madrid, 1985. AGUIRRE MONASTERIO, Rafael. La mirada de Jesús sobre el poder. En Revista Teología y Vida volumen 55 número 1, páginas 83-104. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile, 2014. PONCE CUÉLLAR, Miguel. Cristo, Siervo y Señor. Edicep. Valencia, 2007. OSORIO HERRERA, Byron León. Kénosis y donación: la donación como atributo divino. En Revista Cuestiones Teológicas volumen 41 número 96, páginas 347-376. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, julio-diciembre 2014. DUNN, James D. Redescubrir a Jesús de Nazareth. Sígueme. Salamanca, 2015. GAVRILYUK, P. El sufrimiento del Dios impasible. Sígueme. Salamanca, 2012. PAPA JUAN PABLO II. Jesucristo, aquel que se despojó de sí mismo. Catequesis en la audiencia general del miércoles 17 de febrero de 1988. https://www.vatican.va(/content/john-paul-ii/es/audiences/documents/hf_jp-ii_aud_19880217.pdf
[7] BRAVO GALLARDO, Carlos. Jesús de Nazaret, el Cristo Liberador. En ELLACURÍA, Ignacio & SOBRINO, Jon. Mysterium Liberationis: conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación (2 volúmenes). UCA EDITORES. San Salvador, 2008, páginas 551-573, volumen 1. URÍBARRI BILBAO, Gabino. El hijo se hizo carne: cristología fundamental. Sígueme. Salamanca, 2021. SCHNACKENBURG, Rudolph. La persona de Jesucristo: reflexiones en los cuatro evangelios. Herder. Barcelona, 1998. SESBOUÉ, Bernard. Jesucristo, el único mediador. Ensayo sobre la redención y la salvación (2 volúmenes). Secretariado Trinitario. Salamanca, 2010.
[8] KASPER, Walter. Jesús, el Cristo. Sígueme. Salamanca, 2008. GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. La realidad del hombre nuevo: Jesús, Adán definitivo, y La vigencia del Hombre Nuevo para nosotros. En IDEM. La Humanidad Nueva: ensayo de Cristología. Sal Terrae. Santander, 2016; páginas 269-415. NOLAN, Albert. Jesús hoy: una espiritualidad de libertad radical. Sal Terrae. Santander, 2011. SIMONS CAMINO, Alberto. Ser humano: un ensayo de antropología cristológica. Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Lima, 2013. WHITE, Michael. De Jesús al cristianismo: un proceso de cuatro generaciones. Verbo Divino. Estella, 2007. COMISIÓN TEOLÓGICA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA. Jesucristo, prototipo de humanidad en América Latina. Buena Prensa. México D.F., 2001. GONZÁLEZ, Carlos Ignacio. Él es nuestra salvación: Cristología y Soteriología. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM. Bogotá, 1991. SEGUNDO, Juan Luis. El hombre de hoy ante Jesús de Nazaret. Cristiandad. Madrid, 1983.
[9] Colosenses 1: 18-20
[10] VILLAMÁN, Marcos. Mesianismo y poder en el evangelio de Marcos. Centro Antonio de Montesinos. México D.F., 1988. ELIZONDO, Virgilio (Editor). Vía Crucis: la pasión de Cristo en América. Verbo Divino. Estella, 1993. MALDONADO, Luis. La “exaltación” de Jesús en la cruz según el cuarto evangelio. Educ. Quito, 1980. MORONTA, Mario; Obispo de San Cristóbal (Venezuela). El Cristo de nuestra fe: reflexiones a partir de la cristología de la religiosidad popular venezolana. Gráficas Monfort. Caracas, 1991. TRIGO, Pedro. Los Cristos de América Latina: curso latinoamericano de cristianismo. Centro Gumilla. Caracas, 1989.
[11] 2 Samuel 5: 3
[12] PAPA JUAN PABLO II. Homilía en Misa Crismal Jueves Santo, 9 de abril de 1998. “El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ungió”. JOHNSON, Kevin. Cómo ha hecho Dios a Jesús, Señor y Mesías? En https://www.unisbc.edu.co/wp-content/uploads/2020/04/art02.pdf MERINO BEAS, Patricio. Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, 2015. LEON-DUFOUR, Xavier. Voz UNCIÓN en Vocabulario de Teología Bíblica. Herder. Barcelona, 1988; páginas 812. GONZÁLEZ-ALIÓ, José Luis. Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo: la relación intrínseca entre mesianidad y filiación. En https://www.dadun.unav.edu/bitstream/10171/5648/1/JOSE%20LUIS%20GONZALEZ-ALIO.pdf
[13] Lucas 23: 35
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