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Noviembre 27: “Estén Preparados… Viene el Hijo del Hombre”

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I Domingo de Adviento 

Ciclo A – 27 de noviembre de 2022 

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Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ
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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estén ustedes en vela, porque no saben qué día vendrá su Señor. Comprendan que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estén también ustedes preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del hombre.» (Mateo 24, 37-44).

 

1. El tiempo litúrgico del Adviento

Comienza hoy el tiempo del Adviento, que quiere decir advenimiento, venida, un tiempo en el que nos preparamos para celebrar la venida de Dios a este mundo en la persona de Jesús. Pero no se trata sólo de recordar lo acontecido hace poco más de 20 siglos. Su presencia salvadora sigue aconteciendo en nosotros en la medida en que nos disponemos a recibirla en nuestra vida. Por eso, se nos invita a prepararnos para que Jesús venga a nosotros en la Navidad, acogiéndolo en nuestros corazones.

Asimismo, el tiempo litúrgico del Adviento nos remite a la venida gloriosa de Jesús al final de los tiempos, que se cumplirá para cada uno de nosotros cuando pasemos de esta vida a la eterna. Por eso, se nos invita a estar preparados para ese encuentro definitivo con el Señor, y a expresar, desde nuestra fe, la esperanza en un porvenir de felicidad plena que Él mismo ha hecho posible para todos.

 

2. La Corona de Adviento, símbolo que expresa la esperanza vigilante

La tradición cristiana conserva la “Corona de Adviento”, un círculo trazado con cuatro velas moradas -el color litúrgico que representa la actitud de conversión con la cual nos preparamos para la venida del Señor- y una en el centro de color blanco, que es el propio de la Navidad.

Cada uno de los 4 domingos de Adviento se enciende una vela para significar el desarrollo progresivo de la presencia de Dios en la historia humana, hasta llegar al nacimiento de Jesús, Dios hecho hombre, simbolizado en la vela blanca, que se enciende en la noche de la Navidad y representa a nuestro Señor Jesucristo como la Luz que nos libera de la oscuridad espiritual.

Los colores y la disposición de la Corona de Adviento pueden variar (pueden ser sólo las velas de los cuatro domingos, siendo una de ellas de color rosado que corresponde al III Domingo de Adviento, en el que las lecturas invitan al gozo espiritual). Pero lo esencial es el significado de esta tradición que podemos seguir no sólo en los templos, sino también en nuestros hogares, para expresar el espíritu propio del Adviento, que se centra en la esperanza.

 

3. Las lecturas de este domingo nos invitan a una esperanza activa

Un personaje bíblico significativo del Adviento es el profeta Isaías, quien vivió en Jerusalén entre los años 765 y 700 a. C. En la primera lectura de este primer domingo del Adviento (Isaías 2, 1-5), empleando simbólicamente la imagen del monte Sión, situado en Jerusalén -nombre que significa “lugar de paz”-, el profeta anuncia un porvenir en el que la humanidad caminará a la luz del Señor por senderos de justicia y de convivencia pacífica, de acuerdo con la ley de Dios. Los creyentes en Jesucristo reconocemos que, en Él, se ha iniciado el cumplimiento de esta promesa, que se hace realidad en la medida en que seguimos sus enseñanzas. Si hoy continúa la violencia en múltiples formas, esto se debe a que esas enseñanzas no han sido atendidas.

En el Evangelio (Mateo 24, 37-44), Jesús anuncia su propio advenimiento definitivo llamándose a sí mismo “el Hijo del hombre”, término que aparece en el libro de Daniel, otro profeta bíblico que vivió durante el destierro de los judíos en Babilonia -602 a 538 a.C.-. Aunque el texto escrito es de mediados del siglo II a.C. El libro de Daniel relata así una visión simbólica: “Vi que venía entre las nubes alguien parecido a un hijo de hombre (…), y le fue dado el poder, la gloria y el reino, y gente de todas las naciones y lenguas le servían (…) y su reino jamás será destruido” (Dn 7, 13-14). Jesús emplea también la imagen de quien cuida en la noche que su casa no sea asaltada, para invitarnos a permanecer vigilantes de modo que, cuando llegue el día de nuestro encuentro definitivo con Él, estemos preparados; y nos remite asimismo a la imagen bíblica del arca de Noé en tiempos del diluvio, según el relato que aparece en el libro del Génesis del Antiguo Testamento, en el cual se nos invita a reconocer la acción salvadora de Dios, que hace posible una nueva creación para quienes permanecen fieles a él, representados en la figura de Noé y su familia.

La palabra de Dios, a través del apóstol San Pablo, en la segunda lectura tomada de su carta a los primeros cristianos de Roma (Romanos 13, 11-14), nos invita a estar bien despiertos para que el encuentro definitivo con el Señor en la eternidad no nos sorprenda desprevenidos. La imagen del contraste entre la noche y el día, entre las tinieblas y la luz, indica cómo debe ser esta preparación: desechando de nuestra vida la oscuridad del egoísmo que es el origen de todo pecado, para caminar en la luz del amor y de la gracia de Dios, con la dignidad propia de nuestra condición de hijos suyos, a imagen y semejanza de su Hijo Jesucristo.

Que la Santísima Virgen María, madre de Dios hecho hombre, madre nuestra, Madre de la Iglesia, así como su esposo San José, padre nutricio de Jesús, ambos modelos de fe y esperanza, nos alcancen con su intercesión el crecimiento en estas virtudes durante el tiempo del Adviento y la Navidad

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