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Octubre 10: “Vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme”

Domingo 28 Tiempo Ordinario B: El joven rico
DIÁLOGOS sobre el evangelio del domingo (especialmente para la radio) Por: José Martínez de Toda, SJ 
martodaj@gmail.com Moderador/a: El evangelio del domingo de hoy presenta a un joven rico, que busca a Jesús. No le pide salud. Le pide ‘heredar’ algo, es decir, conseguir algo sin trabajar, porque así son las herencias. Pero, además, esta herencia es muy grande, la más grande que uno se puede imaginar. ¿Cuál será? ¿Qué le responde Jesús? Escuchémoslo.
 
Lectura del santo evangelio según san Marcos (Marcos 10, 17-30)
Narrador/a – En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:
Joven – Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
Narrador/a – Jesús le contestó:
Jesús – ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
Narrador/a – Él replicó:  
Joven – Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.
Narrador/a – Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:
Jesús – Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo–, y luego sígueme.
Narrador/a – A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
Jesús – ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!
Narrador/a – Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió:
Jesús – Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios.
Narrador/a – Ellos se espantaron y comentaban:
Discípulo – Entonces, ¿quién puede salvarse?
Narrador/a – Jesús se les quedó mirando y les dijo:
Jesús – Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.
Narrador/a – Pedro se puso a decirle:
Pedro – Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
Narrador/a – Jesús dijo:
Jesús – Les aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casa, y hermanos y hermanas, y madre e hijos, y tierras, con persecuciones– y en la edad futura, la vida eterna.
 
Pregunta 1 . ¿Hay jóvenes que buscan a Jesús?
Ahora y siempre. Hay jóvenes que dijeron NO al Señor, pero hay jóvenes que dijeron SÍ al Señor.
Muchos de estos fueron impactados por frases evangélicas. Por ejemplo:
– “Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, y dáselo a los pobres y luego ven y sígueme” (Mc 19, 17.30). San Antonio Abad (Egipto, años 251-356) era de familia muy rica, escuchó esta frase al entrar a una iglesia y sólo se quedó con un poco de dinero para él y su hermana.
– “No se preocupen por el día de mañana” (San Antonio Abad). Más adelante oyó esta segunda esta frase, aseguró a su hermana en un convento de monjas para su educación, dio el resto a los pobres y se fue al desierto. Y muchos jóvenes le siguieron.
– Un crucifijo le dijo a san Francisco de Asís (años 1182-1226): “Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas”. Vendió lo que tenía y se puso a reconstruir la Capilla de San Damián y otras más, hasta que escuchó estas palabras del evangelio: “No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos” (Lc, 10). Él cambió su afán de reconstruir las iglesias por la vida austera y la prédica del Evangelio.
– “¿De qué te sirve ganar todo el mundo, si pierdes tu alma?”. San Ignacio de Loyola le repetía a Francisco Javier (1528-1535), campeón en deporte universitario. Por fin éste se convirtió y los dos forman parte del primer grupo de jesuitas.
– San Agustín, estando en su jardín con un amigo, oyó la voz de un niño de una casa vecina que decía: “Toma y lee”. [] Tomó la biblia y leyó: “Actuemos con decencia como de día: basta de banquetes y borracheras, basta de lujuria y libertinaje, no más envidias y peleas. Revístanse del Señor Jesucristo y no se dejen conducir por los deseos del instinto” (Rom 13, 13-14). Y cambió de vida.
Muchos jóvenes dijeron SÍ al Señor, pero otros muchos dijeron NO al Señor. Este es el caso del joven rico de este evangelio, a quien Jesús respondió con las frases más radicales de la Escritura.
 
Pregunta 2 . ¿Dónde está la radicalidad en este evangelio?
Después de una misa, en que expliqué esta frase: “Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, y dáselo a los pobres y luego ven y sígueme”, una joven me comentaba: “Esa perspectiva es muy dura: quedarse sin comida y durmiendo en la calle”. Le respondí:
– Jesús presenta dos posibilidades: la normal y universal para todos, que es cumplir los Mandamientos. Pero, al insistir el joven, Jesús le presenta el plan especial de vivir como Él vivió: “Dalo a los pobres…”. Eso hicieron san Onofre y san Ignacio de Loyola. Eso hacen hoy día quienes entran en la vida religiosa.
Las frases que Jesús dirige a sus discípulos después de que este hombre “se fue triste, porque era muy rico”, son de una contundencia implacable:
– “¡Qué difícil va a ser para los ricos entrar en el reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios”.
Frases tan exigentes hicieron que los discípulos, asombrados, se preguntaran:
– “¿Y quién podrá salvarse?”. A lo que Jesús respondió:
– “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él no hay nada imposible”.
No se trata simplemente de dar un “consejo” a los que buscan la perfección en la vida religiosa. Resulta casi imposible que un rico entre en el Reino de Dios.
«El dinero comprará una cama, pero no sueños. Libros, pero no el cerebro. Comida, pero no apetito. Adornos, pero no Belleza. Una casa, pero no un hogar. Medicinas, pero no salud. Lujos, pero no cultura. Diversión, pero no felicidad. Un crucifijo, pero no un salvador. Un banco en la iglesia, pero no en el cielo. Lo que el dinero no puede comprar, Dios lo da libremente sin cobrar».
«Al joven rico que busca a Jesús, aunque sabe cuál es el medio para ser un hombre bueno, le falta lo más importante, poner en el primer plano de sus preocupaciones o de su proyecto personal la justicia querida por Dios. Esta justicia que Dios quiere comienza por el desprendimiento de la riqueza, así podrá ser sensible a las carencias de los demás» (Schökel, Lc. 18, 18-30).
 
Pregunta 3 . ¿Entonces el dinero es una trampa?
Efectivamente. Te contaré algo sobre “La cacería del mono”.
Algunos indígenas tienen una forma original de entrampar monos. Parten un coco por la mitad, vacían ambas mitades y en una de ellas hacen un agujero suficientemente grande como para que pase la mano de un mono. Entonces colocan una naranja en la otra mitad del coco, unen bien las dos mitades y las atan con un mecate a un árbol.
Tarde o temprano un ingenuo mono aparece entre las ramas, huele la deliciosa naranja y la descubre dentro del coco. El mono mete su mano por el agujero, agarra con fuerza la naranja y trata de hacerla pasar por el agujero. Imposible. Mientras tanto los cazadores se van acercando.
 
Pregunta 4 . ¿Te dio lástima el pobre mono? ¿Qué consejo le darías?
“Suelta la naranja, para que tu mano pueda escaparse por el agujero, y huye”. El mono no puede tener a la vez la naranja y la libertad. Está entrampado.
Esto es exactamente lo que Jesús le dice al joven rico. Lo ve en peligro de perder su oportunidad de la vida eterna por culpa de su adhesión a la riqueza. Y le recomienda: “Deja tu riqueza y salva así tu vida eterna”.
Más aún, si el mono pudiera orar, rezaría así: “Dios mío, ayúdame. Pero no me pidas que suelte la naranja”.
Esto te puede resultar cómico. Pero así rezaría el joven rico: “Dame la vida eterna, Señor; pero no me pidas dejar mi riqueza” (1er binario de los Ejercicios de san Ignacio).
Las enseñanzas de Jesús pueden parecer duras e incomprensibles, pero al final nos las da por nuestro bien. Vienen de alguien que nos ama y que conoce mejor que nosotros qué es lo que más nos conviene tener o dejar.
Jesús le dice: “Vete, vende lo que tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, y sígueme”.
***
28 Tiempo Ordinario (B) Marcos 10, 17-30 Una cosa nos falta José Antonio Pagola San Sebastián (Guipuzcoa)
ECLESALIA, 07/10/09.- El episodio está narrado con intensidad especial. Jesús se pone en camino hacia Jerusalén, pero antes de que se aleje de aquel lugar, llega “corriendo” un desconocido que “cae de rodillas” ante él para retenerlo. Necesita urgentemente a Jesús.
No es un enfermo que pide curación. No es un leproso que, desde el suelo, implora compasión. Su petición es de otro orden. Lo que él busca en aquel maestro bueno es luz para orientar su vida: «¿Qué haré para heredar la vida eterna?». No es una cuestión teórica, sino existencial. No habla en general; quiere saber qué ha de hacer él personalmente.
Antes que nada, Jesús le recuerda que «no hay nadie bueno más que Dios». Antes de plantearnos qué hay que «hacer», hemos de saber que vivimos ante un Dios
Bueno como nadie: en su bondad insondable hemos de apoyar nuestra vida. Luego, le recuerda «los mandamientos» de ese Dios Bueno. Según la tradición bíblica, ése es el camino para la vida eterna.
La respuesta del hombre es admirable. Todo eso lo ha cumplido desde pequeño, pero siente dentro de sí una aspiración más honda. Está buscando algo más. «Jesús se le queda mirando con cariño». Su mirada está ya expresando la relación personal e intensa que quiere establecer con él.
Jesús entiende muy bien su insatisfacción: «una cosa te falta». Siguiendo esa lógica de “hacer” lo mandado para “poseer” la vida eterna, aunque viva de manera intachable, no quedará plenamente satisfecho. En el ser humano hay una aspiración más profunda.
Por eso, Jesús le invita a orientar su vida desde una lógica nueva. Lo primero es no vivir agarrado a sus posesiones («vende lo que tienes»). Lo segundo, ayudar a los pobres («dales tu dinero»). Por último, «ven y sígueme». Los dos podrán recorrer juntos el camino hacia el reino de Dios (!).
El hombre se levanta y se aleja de Jesús. Olvida su mirada cariñosa y se va triste. Sabe que nunca podrá conocer la alegría y la libertad de quienes siguen a Jesús. Marcos nos explica que “era muy rico”.
¿No es esta nuestra experiencia de cristianos satisfechos de los países ricos? ¿No vivimos atrapados por el bienestar material? ¿No le falta a nuestra religión el amor práctico a los pobres? ¿No nos falta la alegría y libertad de los seguidores de Jesús?
 
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Allí está Jesús, el Maestro bueno, a quien buscas y a quienes tantos buscan. Tiene palabras de vida eterna. Él te ayudará a superar las dificultades para que llegues a la gran felicidad. Este guión radiofónico y el de otros domingos pasados y futuros se hallan en http://www.homiletica.org/ciclos.htm, en http://www.jesuitas.org.co/documentos/dominical/JoseMartinez/Archivo.html
Parte de ellos también se pueden ver en  http://www.radioevangelizacion.org y en www.facebook.com/PildorasdeFe.
Se transmite en 72 emisoras de Unión Radio (Venezuela). En Caracas: Unión Radio FM 90.3 a las 5am, 7am y 10pm dentro de la Misa del P. Honegger Molina; la misma Misa con los Diálogos se transmite en Unión Radio AM 1.100 a las 5am, 7am y 8pm; en DirectTV 980; y en http://www.unionradio.net en ‘Audio en vivo’ en esos mismos horarios. La grabación está hecha por dos catequistas y el P. Honegger.
 
Advertencias al Equipo de Locutores:
Conviene que haya un moderador, que salude al principio, despida y haga las preguntas. Ellas son respondidas por los otros participantes en el programa.
El programa puede durar unos 15 minutos. Conviene que se reúnan antes para orar juntos, seleccionar y discutir.
Es importante tener mucho cuidado en no simplemente “leer” el guión, como si fuera un cuestionario, sino que lo asuma como una guía de conversación. En radio se nota en seguida cuándo uno está leyendo y cuándo conversa. Por ejemplo, en la conversación solemos mover las manos, sobre todo si estamos contando algo importante; el que simplemente lee, no mueve las manos.

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