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Octubre 24: Bartimeo, un personaje que no se hundió en la desesperanza

Tiempo Ordinario – domingo XXX B
(24-octubre-2021)
Por: Jorge Humberto Peláez, SJ
jpelaez@javeriana.edu.co  Lecturas:
1. Libro de Jeremías 31, 7-9
2. Carta a los Hebreos 5, 1-6
3. Marcos 10, 46-52
Jesucristo es el Hijo Eterno del Padre que asume nuestra condición humana para mostrarnos el camino, comunicarnos la vida divina y darnos a conocer que Dios es la plenitud del amor y la misericordia. El Maestro logra expresar, con imágenes muy sencillas y con gestos muy expresivos, estos misterios que desbordan nuestra inteligencia. Los relatos de la vida de Jesús son un tesoro de pedagogía y comunicación. No se necesita formación universitaria para comprender el mensaje de las parábolas. No sucede lo mismo con los textos escritos por sofisticados intelectuales con unos párrafos tan densos que deben ser leídos varias veces para poder entenderlos (y con dificultad).
En esta meditación dominical, los invito a leer, de manera pausada, el relato de la curación del ciego Bartimeo. La estructura del texto es muy sencilla. El lector atento podrá descubrir facetas interesantes. Empecemos por formarnos una idea de este personaje, de su situación personal, las condiciones en que vivía, su entorno social, la actitud ante los acontecimientos que lo rodeaban y, finalmente, el encuentro con Jesús que le cambió la vida.
¿Quién es el protagonista de este relato? Se trata de Bartimeo, es decir, el hijo de Timeo, un mendigo ciego que pasaba los días sentado junto al camino. Un indigente que vivía de la caridad pública. En razón de su discapacidad y de su condición socio-económica, estaba en la periferia de la sociedad. La gente que transitaba por ese lugar ya se había acostumbrado a verlo y los más solidarios le regalaban una moneda.
En Colombia, nos hemos acostumbrado a ver en los lugares públicos a personas que viven de las limosnas que logran recoger; hacen parte del paisaje urbano. Esta condición inhumana se ha agudizado durante la pandemia y con la intensificación del flujo de los migrantes. Las limosnas que damos en las calles quizás nos tranquilizan la conciencia, pero no son una solución. Con recursos de los sectores público y privado hay que ir a la raíz del problema, capacitar a la gente y crear nuevos puestos de trabajo. Los regalos y subsidios son soluciones de corto plazo.
Este mendigo ciego no estaba encerrado en su drama personal, sino que seguía con atención lo que sucedía en el mundo exterior. Esto le permitió enterarse de que Jesús de Nazaret, el profeta de quien todos hablaban, estaba cerca. Bartimeo comprendió que era la gran oportunidad de su vida y decidió aprovecharla. Nos dice el evangelista Marcos que Bartimeo “al oír que era Jesús de Nazaret, empezó a gritar: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Muchos lo reprendían y le decían que se callara. Pero él gritaba mucho más todavía: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!”.
¿Qué nos llama la atención en este hombre? Tenía motivos más que suficientes para estar hundido en la depresión, pero él no había perdido su capacidad de lucha, estaba atento a lo que sucedía a su alrededor que le permitiera mejorar su condición; cuando oyó que estaba cerca Jesús de Nazaret, intuyó que aquel ser excepcional del que todos hablaban podría cambiar su vida.
Bartimeo no se había dado por vencido. Conservaba encendida la llama de la esperanza. En medio de las dificultades de la vida, debemos alimentar sentimientos positivos; de lo contario, terminaremos intoxicados por discursos pesimistas. Para crear esta atmósfera positiva, hay que usar herramientas sicológicas y espirituales. Desde el punto de vista sicológico, debemos leer libros positivos que nos den energía para seguir avanzando y, sobre todo, cultivar amistades que nos inyecten esperanza; hay personas que, con su visión pesimista y apocalíptica de la vida, nos hunden en la desesperanza. ¡Huyamos de ellas! Y desde el punto de vista espiritual, alimentemos nuestro espíritu con esas parábolas de Jesús que nos hablan del buen pastor, el hijo pródigo, la vid y los sarmientos. El amor misericordioso de Dios se manifiesta de muchas maneras. Como el ciego Bartimeo, estemos atentos para identificar esa cercanía de Dios a través de un amigo, de una lectura, de un acontecimiento.
Alrededor del ciego Bartimeo circulaban dos tipos de personas: las que pretendían callarlo, porque consideraban impertinentes sus gritos de petición, y las que lo animaban: “¡Ten confianza! ¡Levántate, que te llama!”. Todos nosotros, igual que Bartimeo, hemos escuchado voces que nos desaniman y voces que nos estimulan. Hay personas que son expertas en matar iniciativas, en anunciar fracasos e impedir transformaciones. Si la sociedad les hubiera hecho caso, nada habría cambiado. Seguiríamos cocinando con leña y viajando en carretas tiradas por caballos.
Al terminar esta eucaristía, tomemos la decisión de unirnos a aquellos que apoyaron a Bartimeo, que le dieron ánimos para acercarse al Maestro. Seamos de los que apoyan a los jóvenes en sus sueños de transformar la sociedad, crear emprendimientos. Seamos sembradores de esperanza.
Vayamos ahora al clímax de este relato, que es el encuentro de Jesús con Bartimeo. La descripción que hace el evangelista es muy sobria: “Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: Maestro, ¡que recobre la vista! Jesús le dijo: tu fe te ha dado la salud”.
Bartimeo nos da una hermosa lección sobre la oración. Sin dar rodeos, expresa con emoción y confianza su necesidad. Nuestra oración no necesita construir discursos elaborados. Utilicemos el lenguaje simple y directo de un hijo con su padre. Estorban los protocolos y las frases introductorias.
Que esta sencilla meditación sobre el ciego Bartimeo nos permita fortalecer nuestra confianza en el Señor. Hagamos nuestra la petición de este ciego: ¡Maestro, que recobre la vista! Hay muchos factores que afectan nuestra percepción de la realidad. La envidia, la ambición y el orgullo nos llevan a alterar los hechos y por eso nos equivocamos en las decisiones que tomamos.

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