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Octubre 9: “Uno de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios en voz alta, y cayó de bruces a sus pies, dándole gracias. Era samaritano”


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Comunitas Matutina 9 de octubre 2022

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario Ciclo C

 

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Por: Antonio José Sarmiento Nova, SJ

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Lecturas:

  1. 2 Reyes 5: 14 – 17
  2. Salmo 97: 1 – 4
  3. 2 Timoteo 2: 8 – 13
  4. Lucas 17: 11 – 19

Con frecuencia hemos señalado en estos comentarios semanales la preocupación que nos suscita el inaceptable modo de proceder que consiste en instrumentalizar a los seres humanos, tratándolos como objetos, desconociendo su dignidad, manipulando mentes y conciencias, domesticándolos, humillando y maltratando, descartándolos de la mesa de la vida y de sus beneficios, violentando sistemáticamente a las personas. Es una constante situación de pecado y de injusticia, indignante en el grado máximo en que algo puede serlo. Es -penosamente– el modo habitual con el que se trata a millones de seres humanos en el mundo[1]. En el ámbito de la fe cristiana nunca podemos escatimar esfuerzos para afirmar la convicción fundamental de la dignidad de todos los humanos y de  la naturaleza[2].

Las lecturas de este domingo nos ponen a pensar en cosas esenciales de la fe cristiana, en la originalidad de Jesús, en la desbordante gratuidad del Padre Dios, en esa extraordinaria capacidad para quebrar los esquemas surgidos del egoísmo de muchos, y en esa provocación de esperanza y felicidad cuando el caído se experimenta amado y redimido. El evangelio marca siempre un contraste radical con las mentalidades dominantes de injusticia, descarte y  exclusión[3].

En este contexto de lo social y de la práctica de la justicia también queremos destacar el valor cristiano de la gratitud y de la gratuidad. El ser humano, así visto, es don de Dios, su inteligencia, voluntad, afectividad, voluntad, libertad y racionalidad, son rasgos específicos de ese regalo, la mejor expresión de su capacidad creadora: “Y Dios creó al ser humano a su imagen, lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer”[4].

Las lecturas de hoy nos ayudan a leer la vida en clave de gratitud, con el relato de Naamán, el sirio, y la curación de diez leprosos, de los que solo uno –el menos indicado– regresó a Jesús para darle gracias; matizado con las vigorosas palabras de Pablo a Timoteo: “Siguiendo mi buena noticia, acuérdate de Jesucristo, resucitado de la muerte, del linaje de David. Por ella padezco hasta ser encarcelado como malhechor. Pero todo lo sufro por los elegidos de Dios, para que, por medio de Jesucristo, también ellos alcancen la salvación y la gloria eterna”[5].

Recordamos a Pablo, riguroso observante de la ley judía y encarnizado perseguidor de los primeros discípulos de Jesús. Un buen día, el Señor llega a su vida a través de una experiencia profunda en la que le hace ver su insensatez; entonces, este hombre se deja avasallar por esa gratuidad amorosa y entiende que la vida con sentido pasa por dejarse amar por el buen Dios, recibiendo sin méritos todos los dones en los que el Padre se desborda en gracia y realidad salvadora en la persona de Jesucristo. A partir de esta experiencia fundante,  Pablo se torna un ser agradecido y leal[6]. El ministerio paulino, consignado en sus cartas, es referente esencial para comprender y asumir la gratuidad amorosa de Dios en la persona del Señor Jesucristo[7].

La historia de Naamán el sirio, corrobora esta perspectiva. Todo el capítulo 5 del segundo libro de Reyes contiene el relato que nos invita a abrirnos a la apasionante intervención del Dios gratuito y gratificante.  Era un hombre importante y bien reconocido por todos en su medio, de repente se descubre enfermo de lepra, mal que entre los judíos era tenido como maldición, haciendo que el paciente fuera excluido por el miedo a la contaminación física y ritual, pues se pensaba que el portador de la misma era castigado por Dios a causa de su mala conducta. Aconsejado por una humilde servidora israelita va en busca del profeta Eliseo para ser curado: ”Naamán llegó con sus caballos y carros y se detuvo ante la puerta de Eliseo. Eliseo mandó a decirle: Ve a bañarte siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia. Naamán se enfadó y decidió irse, comentando: Yo me imaginaba que saldría a verme en persona y que, puesto en pie, invocaría al Señor, su Dios, pasará la mano sobre la parte enferma y me libraría de mi enfermedad”[8]. Su primera reacción fue de gran molestia porque sintió que no se le estaba reconociendo su condición de hombre importante.

Son sus servidores quienes le “bajan los humos” y le hacen caer en cuenta de la disposición de humildad para recibir el don de Dios, la propia de los pequeños, de los que viven en este universo del don gratuito, los pobres de Yahvé[9].  Esta conciencia es la que hace que el antes presuntuoso general exclame: “Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel” [10].

El relato de Lucas pone a Jesús en camino a Jerusalén, donde se enfrentará a su destino definitivo con el poder religioso de los judíos y el político de los romanos. Él siempre sale al encuentro de los oprimidos, de los castigados y de los humillados:  “Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a cierta distancia y, alzando la voz, le dijeron: Jesús, Señor, ten piedad de nosotros” [11]. Atender la llamada de los últimos del mundo es la señal distintiva de la misericordia de Dios, normativa en la conducta de Jesús, ofrecida también a todos aquellos que nos interesamos en seguir su camino y en ser como Él.[12] Jesús es la salida misericordiosa y compasiva del Padre Dios hacia toda la humanidad, con clara preferencia por las víctimas: “Para celebrar un culto que sea agradable al Señor, es necesario reconocer que toda persona, incluso la más indigente y despreciada, lleva impresa en sí la imagen de Dios. De tal atención deriva el don de la bendición divina, atraída por la generosidad que se practica hacia el pobre” [13].

Diez leprosos son curados y sólo uno regresa para agradecer el beneficio de la curación: “Uno de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios en voz alta, y cayó de bruces a sus pies, dándole gracias. Era samaritano”[14].  La fe no es sólo confianza sino también fidelidad, la primera cura, la segunda salva: “Alzate, ve, tu fe te ha salvado”[15].

Los leprosos eran marginados de la convivencia social y de la religión, y los samaritanos profundamente despreciados por los judíos. Este texto marca una diferencia cualitativa entre el judaísmo del tiempo de Jesús y la primera comunidad cristiana, en la que surge el texto de Lucas. Es la constante oposición entre el peso de la ley y el don gratuito de Dios: el leproso agradecido es el excomulgado samaritano, los otros nueve judíos se van felices a reportar su curación a los sacerdotes del templo, tal como lo prescribía la ley.  ¡Ese excluido es el único que vuelve para hacer profesión de gratitud!

De nuevo, Jesús nos lleva a considerar si nuestra búsqueda de Dios es mediante esta sumisión a un cúmulo de prescripciones y de ritos, o a vivir la fe como aventura liberadora, tal como Él la vive y propone. Criterio fundamental de discernimiento para establecer si nuestra relación con Dios va en lo cierto es este de optar por lo gratuito, de dejarnos seducir por ese amoroso misterio que da todo de sí mismo, afirmando la dignidad de todo ser humano y de toda la realidad creada y natural, sacramentos de la capacidad gratuita de ese Dios, cuyo ser es darse permanentemente para que haya vida en abundancia[16].

Hay muchos cuestionamientos a la institucionalidad religiosa cuando se queda en las formalidades y se aleja de las realidades humanas, de los gozos y esperanzas, de los sufrimientos y vacíos de tantos en el mundo. Muchos ateos lo son porque no se sienten persuadidos de Dios con esta mediación estéril de las religiones que dejan morir su espíritu original de gracia y gratuidad. También la conducta de Jesús nos señala una pista potente para evaluar estas sociedades de la productividad y de la utilidad, en las que el ser humano se convierte en mercancía y objeto de transacciones hasta que el mismo sistema lo desgasta y desecha: los “descartados”, según la gráfica expresión del Papa Francisco.

El leproso agradecido es un símbolo de la nueva actitud, la del que se siente necesitado del don y lo acoge feliz con la misma lógica de gracia con la que ha sido sanado de su enfermedad. La religión, para ser genuina mediación de salvación, debe estar saturada de espiritualidad, de confianza y fidelidad, como le sucede a este samaritano que recuperó su humanidad en el encuentro con Jesús.

Cada cristiano, cada comunidad de discípulos de Jesús, tiene la vocación de narrar con la coherencia de su vida que Dios es gratuito ciento por ciento, que la buena existencia es apasionante cuando es determinada por ese don, y que todo ser humano, toda manifestación de vida, es lenguaje de lo mismo. Dios se da ilimitadamente, no revisa los currículos nuestros ni los pergaminos con los que argumentamos ser “gente de bien”, su modo de proceder es la gracia, el regalo que se da sin méritos de nuestra parte. Con eso, marca una pauta de conducta: ver a cada ser humano y a la naturaleza como realidades dignas en sí mismas, rechazando toda forma de utilización, de explotación y de maltrato. Estamos llamados a participar como protagonistas en la gran narrativa de la gratuidad.

 

[1] BOHÓRQUEZ MONSALVE, Viviana & AGUIRRE ROMÁN, Javier. Las tensiones de la dignidad humana: conceptualización y aplicación en el derecho internacional de los derechos humanos. En https://www.corteidh.or.cr/tablas/r24903.pdf  BIERI, P. La dignidad humana: una manera de vivir. Herder. Barcelona, 2017. BLOCH, Ernst. Derecho natural y dignidad humana. Aguilar. Madrid, 1980. MASIÁ CLAVEL, Juan. Ser humano, persona y dignidad. Desclée de Brower. Bilbao, 2010. TORRALBA, Francesc. Qué es la dignidad humana? Herder. Barcelona, 2005. BOURDIEU, Pierre. La miseria del mundo. Fondo de Cultura Económica FCE. México D.F., 1999.

[2] ROLDÁN SOLANO, Wilmar Esteve. La dignidad humana desde la Doctrina Social de la Iglesia. Tesis para optar al título de doctor en teología. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2020. CAMACHO LARAÑA, Ildefonso.  Doctrina social de la Iglesia: quince claves para su comprensión. Desclée de Brower. Bilbao, 2000. DÍAZ MATEO, Manuel Imágenes de Dios y dignidad humana. Centro de Estudios y Publicaciones CEP. Lima, 2002. PIKAZA, Xabier. Dios o el dinero: economía y teología. Sal Terrae. Santander, 2018. RUIZ DE LA PEÑA, Juan Luis. Imagen de Dios: antropología teológica fundamental. Sal Terrae. Santander, 1988. SORGE, Bartolomeo. Introducción a la Doctrina Social de la Iglesia. Sal Terrae. Santander, 2017. VIDAL, Marciano. Para comprender la solidaridad: virtud y principio ético. Verbo Divino. Estella, 1996. GUTIÉRREZ MERINO, Gustavo. En busca de los pobres de Jesucristo: el pensamiento de Bartolomé de Las Casas. Centro de Estudios y Publicaciones CEP. Lima, 1997.  PAPA FRANCISCO. Carta Encíclica Laudato Si Sobre el Cuidado de la Casa Común. Librería Editrice Vaticana. Roma, 2015.

[3] CONFERENCIA EPISCOPAL COLOMBIANA. Identidad Cristiana en la Acción por la Justicia. XXXII Asamblea Plenaria. Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano. Bogotá, 1976. SÍNODO DE LOS OBISPOS 1971. La justicia en el mundo: Nuevas responsabilidades de la Iglesia en el campo de la justicia. Librería Editrice Vaticana. Roma, 1971. RUBIO, Miguel Angel & CALLEJA, José Ignacio. Moral social cristiana: presupuestos y claves para un modelo crítico (Homenaje a Marciano Vidal). Perpetuo Socorro PS. Madrid, 2003.

[4] Génesis 1: 27. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL. Comunión y servicio: la persona humana creada a imagen de Dios. Librería Editrice Vaticana. Roma, 2004. MARTÍNEZ CAMINO, Juan Antonio. El hombre, social a imagen de Dios. En Revista Estudios Eclesiásticos número 97, páginas 469-488. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 1997.

[5] 2 Timoteo 2: 8-10

[6] BORNKAMM, Günther. Pablo de Tarso. Sígueme. Salamanca, 1987. REYNIER, Chantal. Para leer a San Pablo. Verbo Divino. Estella, 2009. CROSSAN, J.D. & BORG, M.J. El primer Pablo: la recuperación de un visionario radical. Verbo Divino. Estella, 2009. BARBAGLIO, G. Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso: una confrontación histórica. Secretariado Trinitario. Salamanca, 2009.

[7] LOI, Salvatore. Originalidad cristiana y liberación humana. En https://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol15/60/060_loi.pdf  CALVEZ, Jean Yves. Fe y justicia: la dimensión social de la evangelización. Sal Terrae. Santander, 1985. SCANNONE, Juan Carlos. Teología de la Liberación y Doctrina Social de la Iglesia. Cristiandad. Madrid, 1987.

[8] 2 Reyes 5: 9-11

[9] LECLERC, Eloi. La sabiduría de un pobre. Ediciones Encuentro. Madrid, 2018. GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Sabiduría divina: los pobres en los libros sapienciales de la Biblia. Cristianismo y Justicia. Barcelona,2022. TAMEZ, Elsa. No discriminen a los pobres: lectura latinoamericana de la Carta de Santiago. Verbo Divino. Estella, 2018. CARRASQUILLA, Federico. Antropología del pobre. Centro de Investigaciones Sociales. Medellín, 1996.

[10] 2 Reyes 5: 15

[11] Lucas 17: 11-13

[12] SOBRINO, Jon. Fuera de los pobres no hay salvación. Trotta. Madrid, 2007. CASTILLO, José María. Víctimas del pecado. Trotta. Madrid, 2004. OCAÑO, Efraín María. La opción por los pobres: anuncio del Evangelio y clamor desde la teología latinoamericana. En Revista Reflexiones Teológicas número 8, julio-diciembre 2011; páginas 91-118. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2011. CRISTIANISMO Y JUSTICIA. La causa de los pobres, causa de Dios. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2015.

[13] PAPA FRANCISCO. Mensaje en la IV Jornada Mundial de los Pobres, domingo XXXIII del tiempo ordinario, 15 de noviembre de 2020.

[14] Lucas 17: 15-16

[15] Lucas 15: 19.

[16] BOFF, Leonardo. Gracia y   experiencia humana. Trotta. Madrid, 2001. GANOCZY, A. De su plenitud todos hemos recibido. Herder. Barcelona, 1991. RAHNER, Karl. La gracia como libertad. Herder. Barcelona, 1972. SCHYLLEEBECKX, Edward. Cristo y los cristianos: gracia y liberación. Trotta. Madrid, 2008. SEGUNDO, Juan Luis. Teología abierta para el laico adulto. Cristiandad. Madrid, 1983. De este libro de Segundo destacamos la segunda parte Gracia y condición humana; páginas 197-395.

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