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Septiembre 18: El conflicto de las riquezas

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Lucas 16:1-13,
domingo, septiembre 18 de 2022

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Por: Luis Javier Palacio, SJ 

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Hoy nos enfrentamos con una parábola que nos deja confusos porque desafía toda explicación satisfactoria. Algunos han hecho suposiciones que no están sugeridas en la parábola pero que arrojan luz sobre ella. Tal como que el administrador estaría solamente quitando su propia ganancia o el interés sobre la deuda pues cobrar intereses entre judíos estaría prohibido. El sistema legal presupuesto por la parábola sería contrario a los principios del Antiguo Testamento. El administrador se convertiría o cambiaría de opinión y de esta manera se gana la amistad de los deudores de su jefe para que luego lo reciban y lo auxilien cuando quede en la calle. Su intención parece más práctica que altruista. No se hace ninguna ilusión respecto a su situación. Dado que es despedido por su mala administración, no tiene ninguna posibilidad de encontrar un puesto equivalente. Después del despido está sin recursos, de tal manera que solamente le quedan dos posibilidades: el trabajo físico pesado o mendigar. Él excluye ambas posibilidades y, en su lugar, elige el camino de la astucia.

A veces hoy, cuando alguna deuda parece incobrable, se le ofrece al cobrador un porcentaje alto para estimularlo a buscar la manera de cobrar esas deudas, y a veces se concede hasta el 50 % de la deuda, como en el caso de los 100 batos de aceite. Nos dice que «el amo alabó al mayordomo infiel de haber obrado sagazmente» y los comentaristas vacilan en la identificación de tal amo con el señor rico o con Jesús, pues contrasta a los “hijos de este siglo” con los “hijos de la luz”.  La mayoría opinan que se trata del señor rico, quien descubriría el valor de la amistad por encima de la riqueza. “Hijos de la luz” se llamaban los judíos de Qumrán a sí mismos, mientras llamaban “hijos de las tinieblas” a los demás. Lo que si aparece claro a lo largo de todo el Nuevo Testamento es el mandato de compartir con los necesitados. Las deudas eran una forma de esclavizar a los pobres, razón por la cual, en el Padrenuestro de Mateo se pide perdonar las deudas (económicas) así como perdonamos a nuestros deudores.

Otros comentaristas acuden a la forma de registrar los préstamos de aceite y trigo, de manera que, si el préstamo era, por ejemplo, de 450 galones de aceite, dada una tarifa de interés del 100%, en el contrato se escribirían 900 galones. Así no sería fácil para el administrador embolsillarse los intereses. El señor rico sería un terrateniente de la época que dejaba su propiedad al cuidado de otro y se ausentaba. Una figura poco amable en la sociedad palestina y por eso el administrador es acusado con intenciones hostiles. En la época, el suelo y la tierra eran el fundamento de la riqueza. En el Imperio romano, la propiedad de la tierra se concentraba en manos de la clase alta, con enormes extensiones de terreno. Ésta era trabajada por esclavos o se arrendaban. El administrador, en su soliloquio, atrae la simpatía del lector porque busca fomentar la amistad. Dos veces se dice que la deuda es con el señor rico, caso en el cual está cancelando la ganancia usurera de su amo. Los deudores retribuirán la largueza del administrador.

Para algunos comentaristas no se trata propiamente de una parábola sino de una historia ejemplar. En este sentido, su versión popular genera enormes problemas porque sostendría que Jesús enseña a sus discípulos a imitar las acciones injustas del administrador. Esto resulta moralmente repugnante. En su versión explicativa más ponderada se sostiene que lo que debe ser imitado es la astucia del administrador en el uso de los bienes y sería una lección para su amo: los bienes no son para acumularse sino para compartirse.  Para otros comentaristas el texto es una verdadera parábola y evidentemente sería sobre el reinado de Dios, cuya lógica no es la de este mundo. Así aparece en los obreros contratados a diferentes horas del día. El punto de contacto sería la decisión que tiene que tomar el administrador en un momento de crisis. Se trata de decidirse: entregarse a la causa de Dios y acumular riquezas se excluyen mutuamente. De igual forma toca a Jesús y a los discípulos en su camino a Jerusalén tomar decisiones firmes. Para otros el punto de contacto no es de similitud sino de diferencia. El sentido de justicia implicado en el reinado de Dios no se corresponde con el proceder del amo que alaba la conducta impropia. Se podría armonizar con el amor debido a los enemigos.

 Lucas ha tomado una actitud decidida en contra del endiosamiento de las riquezas (mammon). Las riquezas pueden seducir a los discípulos y alejarlos de Dios. Les toca usar astutamente de las riquezas dentro de los parámetros del reinado de Dios. El administrador ejemplifica la respuesta de esta generación en el manejo de las riquezas y los discípulos no deben quedarse atrás. Los discípulos deben convertir el dinero en capital en el cielo compartiendo con los necesitados. Si los discípulos no comparten sus posesiones no se les confiarán las verdaderas riquezas. No pueden esperar servir bien a dos señores.

Pero en esta parábola no es posible explicarlo todo de manera coherente. Como en otro comentario se decía, las parábolas son para intuir más que para explicar. No se conocían entonces las leyes económicas que hoy conocemos ni las injusticias que a menudo encierran. La parábola invita a usar el dinero con inteligencia, haciendo el bien, compartiendo, dando limosna, porque de esa manera acumulamos un tesoro en el cielo. Como dice el libro de los Proverbios: «Quien se apiada del débil, presta a Yahveh, el cual le dará su recompensa» (Prov 19: 17). Por el contrario, acumulando dinero no estamos obrando astutamente, aunque la propaganda nos diga lo contrario, porque el dinero acumulado, nos encierra en nuestros propios intereses, nos hace más egoístas y nos aleja del camino de la fraternidad. Se dice que cuando Alejandro Magno, ante su muerte inminente, le preguntaban dónde había escondido sus tesoros, él respondía: «En los bolsillos de mis amigos».

Lo que habría de admirar en la actuación del administrador es que da una perspectiva a las riquezas si estas se usan para fomentar la amistad. Vale recordar la insistencia del Papa Pablo VI en que los países ricos perdonaran la deuda de los países pobres. Hoy el Papa Francisco nos habla de la necesidad de la fraternidad y la amistad social a nivel mundial.

La frase más problemática de todo el evangelio de hoy es: «con las riquezas injustas haceos amigos» que en el original pide hacer amigos con “mammón”. El dinero es así calificado no sólo porque puede ser ganado injustamente, sino también porque es fuente de injusticia. Pero el evangelio no nos ofrece una teoría económica sino un consejo: si tienes, comparte. No entra en detalles de cómo se llegó a tener. A los creyentes el evangelio de hoy los invita a ser administradores prudentes, y hasta quizás astutos, de sus bienes, pero en favor de sus hermanos. Compartir los bienes no es perderlos, sino prepararse una morada distinta como es la del reinado de Dios. Los bienes de la vida no son algo de lo que deba gozarse con exclusividad y egoísmo, sino un don o un préstamo de Dios a los hombres en favor de sus hermanos. Tal sería el papel del señor rico e igualmente el papel del administrador. Para algunos el modelo de hombre rico que propone Jesús en el evangelio de Lucas es Zaqueo que se decide a resarcir lo robado y a repartir sus bienes. Aunque también hay relatos de fracaso como el caso del joven rico que «se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes» (Mc 10:22). El evangelio de hoy invita al creyente a su propio examen de conciencia y lo invita a decidirse en favor de sus hermanos. El evangelio de Mateo pone la salvación en que «tuve hambre, y me disteis de comer» (Mt 25:35). Es el criterio de juicio para todas las naciones.

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