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Septiembre 26: El escándalo cristiano

Marcos 9:38-43.45.47-48, domingo, septiembre 26 de 2021 Por: Luis Javier Palacio, SJ  El tema del escándalo ha terminado teniendo un carácter básicamente moral, asociado con el comportamiento en el campo erótico o sexual. Igualmente en relación con la constitución de la familia y sus elementos claves como la vida en pareja, la unión libre, el matrimonio civil, la planificación familiar y temas afines. Aunque la moral occidental se suele calificar como judeo-cristiana, en realidad recibe muchos influjos variados que han llevado a exaltar unos aspectos y a relegar, hasta casi olvidar, otros. El escándalo en el judaísmo y en buena parte del Nuevo Testamento tiene más que ver con los social y comunitario que con el comportamiento personal. En otras palabras, es más escandaloso el sistema político, social, económico e incluso religioso de la sociedad que el comportamiento personal. Para Pablo es un escándalo que no se compartan los bienes en la Eucaristía, en su carta a los corintios. “Porque cada uno come primero su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro se embriaga. ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O es que despreciáis a la Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué voy a deciros? ¿Alabaros? ¡En eso no los alabo!” (1 Co 11:21-22). Con la mistificación de la Eucaristía, la indignidad se puso en el comportamiento personal y privado. Sobre el gran escándalo cristiano de la desigualdad social escribía la Didaché o Doctrina de los Apóstoles: “Reparte lo que tienes con tu hermano, y no digas que lo tuyo te pertenece, porque si las cosas inmortales os son comunes, ¿con cuánta mayor razón deberá serlo lo perecedero?” (Didaché IV). Algo similar anota la epístola a Bernabé: “Comunicarás en todas las cosas con tu prójimo, y no dirás que las cosas son tuyas propias, pues si en lo imperecedero sois partícipes en común, ¡cuánto más en lo perecedero!” (Epístola de Bernabé XIX, 8). Para una religión que proclamaba el amor a los enemigos el trato que se ha dado a los que disienten también resulta escandaloso, tanto a nivel personal como colectivo y oficial: herejes, paganos, judíos, musulmanes, protestantes, sectas y otros grupos más.
Jesús considera, en respuesta a Juan, que quien expulsa demonios[1] está de su lado. Expulsar demonios era la curación de la época para las enfermedades mentales. En los Hechos de los Apóstoles se nos presenta un relato similar de unos exorcistas judíos que ejercen a nombre del Jesús que predica Pablo. El relato de los Hechos, aunque bastante confuso, parece aludir a la locura. Para algunos comentaristas, el que Jesús desautorice a Juan, mientras que autoriza al exorcista, sería muestra de que acepta que su nombre se use en tales casos. Para algunos, signo de poder del nombre de Jesús; para otros, muestra de la inocuidad de tal terapia. Recordemos que en el Antiguo Testamento el mismo nombre de Yahvéh no debía pronunciarse, siendo facultativo del Sumo Sacerdote, una vez al año, en la fiesta del Yom-kuppur o perdón nacional. Que Juan, quizás en representación del grupo, se oponga al exorcista es irónico pues un poco antes habrían fracasado con el epiléptico, que “dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y le deja rígido” (Mc 9:18). También puede tratarse de un seguidor de Jesús pero que no se cuenta entre “los doce” por lo cual despierta celos. Sabemos que “los doce” serán básicamente evangelizadores de los judíos mientras que Pablo y sus ayudantes lo son de los gentiles. El mensaje de Jesús será imposible de limitar a la labor proselitista de “los doce”. Pablo no aparece en ninguna de las cuatro listas de “los doce”.
En la desautorización de Juan hay un juego de pronombres entre “mi” para Jesús y “nosotros” para el grupo, de manera que glorificar el nombre de Jesús no debe impedirse aunque se ignore el nosotros, porque el grupo debe estar al servicio de Jesús y no a su propio servicio. Algo similar a la queja de Pablo cuando unos se decían de Apolo y otros de Pablo olvidándose que todos eran de Cristo. La alabanza que hace de quien da un vaso de agua, contrasta con la crítica que hace a quien escandaliza a los pequeños (mikrón, en griego), que en este caso no son los infantes[2] sino los marginados, pobres, desprotegidos, como lo son los que sufren hambre y sed en el juicio de las naciones: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25:40).
El relato pasa luego al interior de la persona, a lo que pueda ser escándalo (pérdida de fe) para sí mismo. La redacción es en forma subjuntiva, condicional: “si tu mano”, “si tu pie”, “si tu ojo”. Si tu mano/pie/ojo te es ocasión de escándalo (pecado, traducen algunas Biblias) es seguido por córtatela/córtatelo/sácatelo en función de algo más valioso. Una recomendación que hoy nos horrorizaría pues parece invitar a la mutilación. Se cuenta de Orígenes que se castró a sí mismo siguiendo este consejo, cuando aún era joven lo cual le sirvió posteriormente para entender la interpretación alegórica o figurativa de las Escrituras. Una forma de lucha cristiana bastante anti-natural para supuestamente librarse de las tentaciones lascivas. Por siglos se exaltó la virginidad y el celibato como estados de perfección. Como curiosidad histórica, en el siglo XVIII un líder religioso ruso llamado Kondraty Selivanov fundó la secta de los eunucos (Skoptsy, en ruso) con el ánimo de alcanzar los 144 mil del Apocalipsis que serían salvos. Defendía la auto-mutilación como una circuncisión radical y como un acto de trascendencia espiritual.
La naturaleza de la tentación, sin embargo, no es clara. Nada malo hay en las manos mismas, usadas para la violencia o para construir. Otro tanto puede decirse de los pies o de los ojos. En los escritos de Qumrán, en el siglo pasado, se encontraron manuales de disciplina con similares consejos. Así como se incorporó el dicho de los romanos antes mencionado, se pudieron incorporar enseñanzas de los esenios de los cuales habría sido seguidor Juan el Bautista y a través de este habrían llegado sus enseñanzas a los cristianos. Lógicamente la asociación mayor ha sido de tipo moral viendo en tales órganos y tentaciones el aspecto sexual. Para algunos comentaristas, la naturaleza de las tentaciones no requeriría explicación en la época pues serían evidentes las faltas que se cometerían con la mano, el pie y el ojo. Serían metáforas propias de la literatura rabínica de la época. Las consecuencias son narradas con la figura de la Gehena, valle del Hinón, un lugar en el sudoeste de Jerusalén que habría servido para sacrificios humanos al dios cananeo Moloc. En la época de Jesús era el basurero de Jerusalén, por lo cual es natural que se asocie con gusanos propios de material orgánico en descomposición y con fuegos fatuos que suelen originarse por la acumulación de metano[3]. En Mateo se convierte en fuego que arde eternamente de donde surge la imagen del infierno. La lucha cristiana no es contra la naturaleza interna o externa sino la agonía entre la humanidad y la gracia; entre obrar según las pasiones humanas y obrar como ser divino, movido por el Espíritu. El escándalo por antonomasia sigue siendo el del tiempo de Jesús: las insoportables desigualdades humanas que hemos tolerado, acolitado y fomentado .
 
[1] En los evangelios la palabra exorcismo no aparece sino una vez y no tiene que ver con Jesús. Se trata del texto de Mateo 26:63 y es el sumo sacerdote quien “exorciza a Jesús”. La otra alusión del Nuevo Testamento está en los Hechos de los Apóstoles y la palabra es traducida también por conjuro.
[2] En griego se utilizan dos palabras diferentes para infantes y para pequeños.
[3] Curiosamente los fuegos eternos eran la expresión del Zoroastrismo y que hoy sabemos que correspondían a los pozos petroleros de la meseta del Kurdistán.

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