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Septiembre 4: Las exigencias de seguir a Jesús

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo C – septiembre 4 de 2022 Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ Mucha gente seguía a Jesús; y él se volvió y dijo: -Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Si alguno de ustedes quiere construir una torre, ¿acaso no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? De otra manera, si pone los cimientos y después no puede terminarla, todos los que lo vean comenzarán a burlarse de él diciendo: ‘Este hombre empezó a construir y no pudo terminar.’ O si algún rey tiene que ir a la guerra contra otro, ¿no se sienta primero a calcular si con diez mil soldados puede hacer frente a quien va a atacarlo con veinte mil? Y si no puede hacerle frente, cuando el otro esté aún lejos le mandará mensajeros a pedir la paz. Así pues, cualquiera de ustedes que no deje todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14, 25-33).
 
1. La verdadera sabiduría
En el lenguaje bíblico la sabiduría es entendida como la capacidad de identificar y emplear los medios que más y mejor puedan conducirnos a cumplir la voluntad de Dios y así alcanzar la verdadera felicidad, que es el fin último para el cual somos creados. Y la voluntad de Dios, lo que Él quiere, es que cada persona llegue a ser plenamente feliz, viviendo en armonía con su propia conciencia, con la naturaleza, con todos los seres humanos y con Él, de acuerdo con su plan creador que es un plan de amor.
Jesús nos mostró cómo lograr este fin y nos invita a seguirlo, dándole prioridad a la voluntad de Dios por encima de cualquier lazo afectivo, incluso de nuestra propia familia y de nuestros propios intereses, y por lo tanto asumiendo en nuestra vida cotidiana la cruz que nos corresponde llevar al adherirnos a Él. Así lo entendieron los primeros cristianos, cuando dentro de sus parientes encontraban oposición para el seguimiento de Jesucristo y tuvieron que padecer la persecución por causa de su fe en Él.
La primera lectura (Sabiduría 9, 13-18) dice: ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? El designio de Dios es su voluntad, que se va concretando para cada persona en el transcurso de su vida, y esta concreción la descubrimos mediante el discernimiento en la oración personal. De ahí la importancia de examinarnos diariamente, reconociendo la acción de Dios en nuestra existencia, evaluando nuestro comportamiento y pidiéndole a Él que nos dé a conocer su voluntad.
 
2. La importancia de planear para el futuro
Con las alegorías de la construcción de la torre y la preparación de la batalla, Jesús nos indica la importancia de la planeación del futuro. En todas las empresas humanas, en todo proyecto que una persona decida realizar, tiene que programar no sólo los pasos o las etapas que se requieren para lograr con éxito su objetivo -que además debe estar muy claro desde el principio-, sino también la utilización de los medios o recursos necesarios.
Jesús les propone a sus discípulos, a toda persona que quiera seguirlo, un proyecto concreto de vida que consiste básicamente en colaborar con Él para que Dios, o sea el Amor, reine en su existencia personal, y mediante esto, conseguir la felicidad eterna. Esta tarea, que no es otra que el desarrollo de lo que en los Evangelios se llama el Reino de Dios, implica un constante discernimiento, una reflexión que, desde el examen y la oración personal, nos conduzca a identificar cómo quiere el Señor que actuemos para seguirlo en nuestras opciones fundamentales y en las situaciones cotidianas de nuestra vida, con qué medios contamos y en qué forma debemos emplearlos para lograr el fin para el cual somos creados por Dios, que es precisamente el de ser felices.
Todo esto supone y exige que tengamos en cuenta la finitud de nuestra existencia. En el salmo responsorial -Salmo 90 (89)- encontramos esta petición: Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Se trata de adquirir la verdadera sabiduría, de modo que aprovechemos al máximo el poco tiempo de nuestra existencia terrena, que es muy poco si la comparamos con la eternidad.
 
3. Comienza en Colombia la Semana por la Paz
La Semana por la Paz, que este año inicia el 4 y termina el 11 de septiembre, se celebra anualmente desde 1988, siendo uno de sus días el 9 de septiembre, fecha en la que se conmemora al presbítero jesuita san Pedro Claver (1580-1654), proclamado en la Ley 95 de 1985 de la República Colombiana “Defensor de los Derechos Humanos”, y quien dedicó su vida sacerdotal en Cartagena al servicio de los esclavos traídos a América y provenientes del África. La convocan, junto con la Compañía de Jesús, el Secretariado Nacional de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de Colombia y un número significativo de organizaciones.
Dentro de esta misma semana la Iglesia celebra también, el 8 de septiembre, el nacimiento de María santísima, la madre de Jesús. Invoquémosla uniéndonos a su canto conocido como el “Magníficat” (Lucas 1, 46-55), en el cual proclama la grandeza de Dios que dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
Y al recordar el 9 la vida heroica de san Pedro Claver por su solidaridad con los esclavos, fijémonos cómo en la segunda lectura de este domingo (Filemón 9b-10.12-17) el apóstol san Pablo le recomienda a su amigo Filemón que reciba a Onésimo, su servidor, no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido. Hoy, a pesar de haber sido abolida oficialmente en Colombia la esclavitud en el siglo XIX, existen aún muchas personas que arrastran las cadenas del desconocimiento y el desprecio de su dignidad humana. A todas ellas es preciso que las reconozcamos efectivamente como nuestros hermanos y hermanas, como hijos e hijas del mismo Creador, si queremos seguir de verdad a Jesús.

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