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Zaqueo, conversión de un rico

Apuntes del Evangelio

Lucas 19:1-10, domingo, octubre 30 de 2022

Lucas muestra una gran preocupación de Jesús por los pobres, como se nota en la primera bienaventuranza en donde declara dichosos a los pobres materiales (Mateo habla de pobres de espíritu). Nos habla igualmente de uno que quiere heredar la vida eterna y que finalmente se marcha “muy triste” porque tenía muchos bienes y Jesús le pide venderlos y darlos a los pobres. Quizás la frase más dura sea aquella de que más fácil pasa un camello por el ojo de una aguja que un rico entrar en el cielo. Pero el relato de Zaqueo aparece como la posibilidad de salvación de un rico. Un relato exclusivo de Lucas. Zaqueo tiene un nombre que en hebreo significa recto y para otros limpio. Las etimologías de los nombres a menudo son oscuras o ambiguas. Para otros Zaqueo sería simplemente apócope de Zacarías. Que tuviera un nombre hebreo y fuera jefe de cobradores de impuestos lo haría doblemente odiado o mal visto por los judíos. No parecería un buen candidato para cristiano, pero la parábola del sembrador pródigo nos dice que no hay que despreciar ningún terreno. Zaqueo quería conocer a Jesús y no escatima esfuerzo para hacerlo. Sube a un sicomoro[1] porque era de pequeña estatura. Pequeño (mikrós, en griego) que ordinariamente se usa para designar al pobre, al marginado, quizás tenga aquí el único ejemplo con sentido literal, quizás con ironía. El que era grande en riquezas era pequeño en estatura. Zaqueo busca a Jesús y Jesús busca a Zaqueo subido en el árbol. Como el Padre misericordioso —propio igualmente de Lucas— que busca al hijo y el hijo busca al padre. «Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente» (Lc 15:20). Jesús se auto-invita a la casa de Zaqueo justificándolo con una expresión típica de Lucas: es necesario (dei, en griego). Jesús se gana la murmuración de la gente por ir a hospedarse en casa de un pecador o de un impuro.

El ser aceptado por Jesús impacta de tal modo a Zaqueo que decide cambiar su vida. De su propia iniciativa propone dar la mitad de sus bienes a los pobres y devolver el cuádruplo a quien hubiera defraudado. Para algunos tal expresión es más para afirmar su rectitud (significado de su nombre) que para expresar su arrepentimiento. Pero encaja con la idea cristiana de conversión. Ésta, luego de la encarnación, es volverse hacia el único lugar donde Dios está vivo: el ser humano. Zaqueo piensa en los pobres y en los que haya podido defraudar. «Si alguno roba un buey o una oveja, y lo mata o vende, pagará cinco bueyes por el buey y cuatro ovejas por la oveja» (Ex 22:1). La expresión de Zaqueo plantea una dificultad pues en el texto aparece en tiempo presente: “doy, devuelvo”. El tiempo presente se puede tomar con sentido futurista y en tal caso Zaqueo ha decidido arrepentirse y convertirse. Si se toma el tiempo presente como iterativo, Zaqueo sostiene que ya está habituado a ser generoso y justo. En tal caso, Jesús reivindica a Zaqueo porque también es “hijo de Abrahán”. Algo que repite con la mujer encorvada por dieciocho años: «Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?» (Lc 13:16). Pero en el caso del presente iterativo se desvirtúa la conversión que Zaqueo no necesitaría. Se haría realidad lo que el escritor Chesterton expresaba con ironía: “Desde que Jesús dijo que entra más fácil un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos, la humanidad se ha empeñado en hacer agujas con ojos más grandes y camellos más pequeños”. Parece más claro que el camino de salvación para el rico pasa por el pobre o la pobreza. Zaqueo habría entrado por el ojo de la aguja pero con un cambio radical. Dado que los aduaneros en la antigüedad no eran funcionarios de gobierno, ejercían su profesión como empresarios independientes, comprando derechos de impuestos del Estado y cobrando las contribuciones de los habitantes de su zona correspondiente. En tales circunstancias era casi imposible ser justo y generoso.

Previamente al episodio de hoy, Lucas narra la oración del publicano (cobrador de impuestos) y el fariseo. El relato de Zaqueo parece ser una ampliación de este tema. No solamente un cobrador de impuestos puede ser justificado sino también un jefe de cobradores de impuestos. En el relato aparecen los temas claves de Lucas como son: alegría, desprendimiento, salvación universal, Jesús amigo de pecadores, impuros y marginados. El relato pudo haber sido en su origen una anécdota lo cual se revelaría en los detalles que conserva: pequeña estatura, subido en un sicomoro, jefe de cobradores de impuestos, rico. El lugar de Jericó aparece en el relato del mendigo ciego. Zaqueo, como el mendigo ciego, quiere ver a Jesús.

Estos cobradores de impuestos eran considerados, especialmente en los círculos fariseos, pecadores públicos, por lo que eran evitados y, a menudo, excluidos. Sobre todo, se les reprochaba porque exigían más impuestos de lo que estaba legalmente establecido. Es comprensible que así pudieran acumular muchas riquezas. El judío piadoso no se sienta a la mesa con publicanos y pecadores públicos, cosa que sí hace Jesús. La voluntad salvífica de Dios tropieza con incomprensión y murmuración. Jesús cumple la voluntad de Dios y pasa por encima de las murmuraciones de los hombres. «Bienaventurado aquel que en mí no encuentre ocasión de tropiezo» (Mt 11:6). Conviene recordar esto cuando Jesús no procede como lo esperaban de él. Verdad es que los doctores de la ley recomendaban dar una cierta suma de dinero a los pobres si el arrepentimiento había de mostrarse sincero. Proponían un quinto del capital como primera prestación y la misma proporción de los ingresos anuales como prestación sucesiva, según el libro de los Números. También esto tiene intención de cumplirlo Zaqueo.

Como el amor de Dios lo ha alcanzado en Jesús, Zaqueo rebasa lo que exige la ley y lo que exige la estricta justicia judía. No hubo demanda ni por la ley romana ni por la judía; sino conversión que lo lleva a hacer lo contrario de su pasión por el dinero; y para dar testimonio del cambio que había experimentado, además de dedicar la mitad de sus ganancias legítimas a los pobres, voluntariamente resuelve entregar todo lo cobrado injustamente, cuadruplicado. La acotación de Jesús es que la salvación ha llegado a la casa (familia) de Zaqueo. Con Cristo llegó a Zaqueo la “salud.” También él, aunque degradado por su profesión, era digno de ser hijo de Abraham: merecedor de la suerte de los judíos dignos y rectos. Y, sin duda, también a toda su “casa”,  los mismos que antes participarían de “riqueza de iniquidad.” En general a los publicanos —se les llamaba traidores— sin importar su origen; no se les reconocía como hijos de Abraham[2] o pertenecientes al pueblo elegido; pero Jesús saca “hijos de Abrahán” hasta de las piedras. En Jesús se cumple lo que el profeta había anunciado acerca del tiempo de salvación: «Buscaré la oveja perdida, traeré la extraviada, vendaré la perniquebrada y curaré la enferma; guardaré y apacentaré con justicia las justas y robustas» (Ezq 34:16). Lucas contrasta la historia del joven rico que se marchó entristecido (fracaso en el llamado) con la historia de Zaqueo quien supera su amor a la riqueza para seguir a Jesús (éxito en el llamado). «Nadie puede servir a dos señores» (Mt 6:24); toca decidirse con una opción radical.

Bibliografía:

[1] Crece en la depresión del río Jordán. Un árbol que alcanza cierta altura y tiene raíces profundas. Su madera se utiliza en la construcción. Sus pequeños frutos, parecidos a los higos, no son fácilmente comestibles, pero sirven para la elaboración de una bebida embriagante.

[2] Algunos comentaristas opinan que Zaqueo sería gentil por ser recaudador pero los argumentos no son conclusivos. De hecho hubo judíos y medio judíos (como Herodes) colaborando con los romanos.

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