En el bullicio de la ciudad, donde el ritmo de la vida se acelera y las responsabilidades pesan sobre los hombros, a menudo buscamos refugio en los recuerdos de tiempos más simples y amistades duraderas. Para aquellos que tuvimos el privilegio de estudiar en el Colegio San Bartolomé y otros colegios Ignacianos en Bogotá, la finca de San José de Potosí en Villeta se convirtió en un oasis de nostalgia y camaradería, un lugar donde los recuerdos de la juventud se entrelazó con la calidez del presente. Cada año, al aproximarse el fin de semana, un grupo selecto de antiguos alumnos de los colegios Ignacianos espera con ansias la oportunidad de reunirse en la Finca San José de Potosí. Para nosotros, esta finca no es solo un lugar, sino un santuario de amistad y camaradería que se ha mantenido a lo largo de los años. Aquí, entre los árboles de naranja y mandarina que perfuman el aire, la magia de nuestra infancia cobra vida una vez más.
El aroma a azahar nos da la bienvenida mientras recorremos los senderos que conocemos tan bien como las páginas de nuestros libros de texto. Las risas y las conversaciones animadas llenan el aire, mientras nos sumergimos en los recuerdos de nuestras travesuras juveniles en el colegio. En la piscina, donde pasamos interminables horas de diversión y risas, compartimos historias de nuestras vidas adultas, reflexionando sobre cómo hemos cambiado y crecido, pero también sobre cómo algunos aspectos de nosotros permanecen inalterados por el tiempo.
Las canchas de fútbol son testigos de nuestras acaloradas disputas amistosas, donde la competencia se mezclaba con la camaradería y el espíritu deportivo. Aquí, entre patadas y goles, forjamos lazos que perduran más allá de los años y las distancias, recordándonos la importancia de mantener vivos los lazos que nos unen. Pero lo que realmente hace especial a la Finca San José de Potosí es la calidad de las personas que la atienden. Desde el personal que nos recibe con sonrisas cálidas y hospitalidad genuina hasta los cocineros que nos deleitan con deliciosos manjares, todos contribuyen a crear un ambiente acogedor y familiar que nos hace sentir como en casa.
En cada visita a la Finca San José de Potosí, nos damos cuenta de que no solo estamos reviviendo viejos recuerdos, sino que también estamos creando nuevos momentos de felicidad y conexión. Aquí, en medio de la belleza natural y la compañía de amigos queridos, encontramos un refugio donde el tiempo se detiene y los lazos de amistad perduran para siempre. En la Finca San José de Potosí, el tiempo se convierte en un eco de nuestra juventud, recordándonos la importancia de mantener vivos los recuerdos y las amistades que dan forma a nuestras vidas. En cada reunión, celebramos la alegría de la amistad y la gratitud por los momentos compartidos, sabiendo que, aunque el tiempo avance y los caminos se separen, siempre tendremos un lugar donde volver y unirnos una vez más.
Y así, entre los árboles de naranja y mandarina, en la calidez acogedora de la Finca San José de Potosí, encontramos un lugar donde los recuerdos se entrelazan con el presente, creando un vínculo perdurable que nos une como amigos y compañeros de vida.