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Retos para los educadores

Ecología Integral

Por: Alejandro Londoño, SJ. 1 de julio de 2020

Alejandro Londoño, SJ analiza los retos tecnológicos, espirituales y del cuidado de la Casa Común que presenta la COVID-19 a los educadores.

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1. La pandemia COVID-19

Todos estamos enfrentando una gran amenaza y también un gran desafío a nuestra misión, pero en especial los educadores. Así como los médicos se han sentido desafiados a responder a estos retos desde su vocación, también nosotros los educadores lo hemos estado sintiendo.

Cuando se habló de la llegada de una pandemia a la cual se le dio el nombre de COVID-19, hubo dos reacciones extremistas. Unos hablaron de una epidemia o algo parecido a lo que ya habíamos padecido en otras pestes. Otros de algo terrible que podría acabar con la humanidad.

Los primeros parecían ser los optimistas en el asunto. Los segundos, los pesimistas. Pero la cosa no fue tan sencilla, como fue apareciendo más adelante en las reacciones que fueron sucediéndose. Ninguno de los dos tenía la razón.

Los que parecían optimistas fueron sintiendo que la amenaza iba para largo y escucharon noticias de países que comenzaron a sentir fuertemente la amenaza y los efectos de esta pandemia, como Italia y España.

Los pesimistas al ver los resultados de las medidas tomadas por los gobiernos con relativa prontitud cayeron en la cuenta de que la cosa era distinta. Y comenzaron a distinguir bien entre los gobiernos que defendía a las personas y los que defendían el dinero.

Esto llevó a criticar la actitud de presidentes como el de Estados Unidos que salía a la calle sin tapabocas, pero sí hablaba de defender la economía, los dólares. Lo mismo, las expresiones del presidente de Brasil que habló de una “gripita”, pero no miró hacia la Amazonía y lo que padecían allí sus habitantes.

Un término medio tomó la gente que buscó los posibles bienes que podría traer esta tragedia. Era como recordar aquel dicho popular: “No hay mal que por bien no venga”. Pronto se notó cómo la pandemia impulsó a mucha gente a orar y a acudir al Señor de la Vida. Prueba de esto es la cantidad de celebraciones virtuales de Misas y rosarios.

La vida del hogar había recuperado su importancia. Son muchas las familias donde padres e hijos se están uniendo más que antes, tanto para comer como para descansar y utilizar los medios audiovisuales. Claro que no han faltado los machistas, incapaces de vivir decentemente.

También los educadores han acudido a diversos medios audiovisuales para colaborar con sus alumnos a salir adelante en cuanto a los estudios este semestre. Por esto interesa reflexionar sobre estos tantos otros retos que los educadores tenemos como: el uso de la tecnología, el cuidado de la salud en el deseado “mundo Verde”, la familia, la justicia social y la espiritualidad.

 

2. Enseñar a manejar la tecnología

Parece raro mencionar el uso de la tecnología como un reto para los educadores, pero sin duda es un desafío muy importante el enseñar a manejarla bien a los alumnos, incluso el aprender a manejarla nosotros mismos.

Esperamos que la pandemia que nos agobia en estos momentos pase. Pero el problema de la tecnología seguirá presente y lo grave es que muchas personas no le han visto un aspecto muy desafiante para la educación escolar.

Casi diríamos que todos vivimos admirados de los avances tecnológicos actuales. Y está bien. Hace años el poderse uno comunicar con otra persona por teléfono, en otra ciudad, era una maravilla. Hoy podemos hacerlo con todo el mundo. Y además enviar correos, videos, películas, etc. Pero aquí es en donde está el reto para los educadores.

Y el peligro de la tecnología no bien usada es de modo especial para los niños y jóvenes. ¿Quién no ha notado que muchos de ellos le dan más importancia a su celular que a las personas con quienes conviven en su casa? Incluso cuando se encentran en la mesa, donde lo importante no es tanto el celular cuanto el compartir con los padres, hermanos y compañeros con los que comparten los alimentos.

El otro peligro de la tecnología es creer que todo lo que se nos envían por ella es verdad. No falta gente que abuse de estos medios para atacar la ética y la religión, para proponer negocios falsos. Incluso para creerse descubridores de unas realidades que se inventan para adquirir dinero o fama.

Alguien colocó como título Mucha Información, escasa inteligencia y muy poca sabiduría a un artículo de prensa sobre el libro de Francois Revel El conocimiento inútil. Esas tres palabras: información, inteligencia y sabiduría nos vienen al dedo para aplicarlas al uso de la tecnología.

Muchos alumnos consiguen con los medios tecnológicos llegar a tener mucha información, muchos datos, muchos videos “sobre todos los aspectos habidos y por haber”, como dice el dicho. Pero esto no les sirve para tener inteligencia para intus legere (leer dentro) la propia realidad.

En nuestros países sobran profesores, pero faltan maestros. Profesor es la persona que domina conocimientos, una ciencia, una materia y sabe exponerla en el tablero o con medios audiovisuales. El maestro es alguien diferente. Es la persona que sabe comunicarse con los alumnos, que los comprende, que los quiere, que sabe ayudarles incluso cuando está comunicando datos o ciencia profunda.

Qué importante es que el educador tenga un conocimiento profundo de la naturaleza humana. Que conozca qué es el ser humano, cuál es su misión y su último destino. Y no sólo datos y conocimientos, sino sabiduría para transmitirla a los alumnos. Si en algo deben destacarse los educadores es en este punto que está tan relacionado con la vida de los alumnos como hemos dicho ya.

 

3. El contacto con la naturaleza

Para los educadores la invitación a los estudiantes a salir a contemplar la naturaleza, las montañas, los árboles, los ríos, parece no ser su responsabilidad, sino la de otras personas como serían los ecologistas, los jefes scouts, los pastoralistas o los responsables barriales del cuidado de esta.

Hoy no faltan grupos ecológicos que impulsan caminatas, animadores religiosos interesados en poner a los jóvenes en contacto con la obra de Dios. Inclusive responsables de entidades barriales que sienten esta obligación.

Permítanme un ejemplo concreto sobre la importancia de la educación, incluso en las escuelas de primaria. Cuando estaba de párroco en el barrio El Dorado en Bogotá viví esta escena. Un día en la calle escuché a un niño que le decía a su padre: “Papá, por culpa suya se están muriendo muchos pescaditos”. El papá no le entendió y le dijo: “¿Por qué, mijito?”.

Y el pequeño profesor le contestó: “porque usted bota plásticos a la calle y las aguas se los llevan a la quebrada, y estas al río Fucha y este al río Bogotá y este al Magdalena y este al mar. En el camino muchos pescaditos se comen pedazos de plásticos y se mueren”.

Curiosamente al día siguiente escuché por televisión que eso estaba pasando en el mar junto a San Diego en EE. UU. donde encontraron una isla submarina del tamaño de Texas y que puso a reflexionar a quienes se enteraron de ese fenómeno.

Una posible propuesta para los educadores es salir al campo con los estudiantes y contemplar diversidad de árboles y de hojas (durante 10 minutos) y la variedad de flores, incluso las pequeñitas que están en el suelo (durante unos 15). Después ponerlos a compartir en grupos lo visto y continuar con un plenario sobre lo contemplado y las consecuencias para sus vidas, sobre cómo conservar la Creación.

La encíclica Laudato si’ ofrece textos preciosos para terminar, como en este caso, con una reflexión seria y con una oración. Por eso creemos que es bien importante conocerla y estudiarla.

Valdría la pena presentar historias de personajes como san Francisco de Asís, de cuya vida la encíclica presenta datos bien interesantes. O sobre la Madre Laura Montoya, fundadora de la Comunidad de las religiosas hoy llamadas Lauritas y hoy declarada Patrona Ecológica de Colombia.

Al papá lo mataron en la época de la violencia en Jericó Antioquia y la mamá se llevó a las dos hijas a vivir en el campo. Como el abuelito quería mucho a la hermana mayor, pero a ella no, se salía a los prados y se dedicaba a mirar las hormigas “arrieras” y su sentido de trabajo, organización y constancia en llevar la hojita para alimentar a la comunidad, como cuenta en su autobiografía.

 

4. Una encíclica orientadora

El domingo 24 de mayo de este año celebramos los 5 años de la publicación de la encíclica Laudato si’ del papa Francisco. Fue impresionante la cantidad de instituciones que tomaron parte en esta semana con conferencias por radio o televisión, videos y escritos sobre su importancia y actualidad.

La encíclica comienza con una presentación muy bella donde el papa cita de un modo especial a san Francisco de Asís, pues afirma que “es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad” (n. 10).

En el primer capítulo habla de Lo que está pasando en nuestra Casa. Allí aparece toda la problemática actual, como es el Cambio Climático, la contaminación y la basura, el problema actual del agua para muchas regiones del planeta, la perdida de la biodiversidad y, en general, la inequidad planetaria por causa de las débiles reacciones de nuestros gobiernos y de cada uno de nosotros.

Casi que podríamos decir que estaba hablando de EE.UU. y de Brasil cuando escribe: “Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común” (L.S., n. 54)

El segundo capítulo es como un gran enfoque: El evangelio de la Creaciónla luz que ofrece la Fe y la sabiduría de los relatos bíblicos. Casi diríamos que es la visión y la misión del gran regalo que nos está ofreciendo y con la que nos invita a mirar los problemas y las posibles soluciones.

El tercero habla de La Raíz humana de la Crisis ecológica. Uno se podría preguntar ¿por qué no de las causas? No falta quien diga que la agenda oculta es el libro de John White que le echa la culpa de esta gran crisis a la religión judeocristiana.

Pero con razón a este escrito alguien le respondió que antes el enemigo, la causa era la naturaleza como: los rayos, las inundaciones de los ríos y las fieras, como el león y el tigre. Pero que hoy es el hombre capitalista, de pueblos como de donde se vive.

El cuarto habla sobre Una Ecología Integral. Este capítulo es excelente, pues nos hace grandes invitaciones. Por ejemplo, a mirar la ecología desde lo ambiental, económico, social, cultural. Pero no se detiene ahí, sino que nos invita a mirarla desde la vida cotidiana, pues le parece “admirable la creatividad y la generosidad de personas y grupos que son capaces de revertir los límites del ambiente, modificando los efectos adversos de los condicionamientos” (L. S., n. 148).

En general toda la invitación se orienta a mirar la problemática y las soluciones desde el Bien Común. Si todos nosotros siguiéramos esa senda de caminar por los senderos del Bien Común, ¡cómo serían de distintos nuestros países, nuestras ciudades y nuestros barrios!

Pasando al capítulo cinco, Líneas de Acción, el papa presenta sugerencias de tipo internacional, nacional, local, etc. De un modo especial insiste en el diálogo, en resolver los retos contando con las necesidades de todos los pueblos “y no solo en defensa de los intereses de algunos países” (L.S.,nr.164).

Se queja, por ejemplo, de cómo en lo relacionado con el cambio climático, los avances son escasos. Lo mismo sobre la baja emisión de gases contaminantes y cómo en este caso se quiere imponer a los países de menos recursos pesados compromisos. Hablando de la tecnología, dice que la rentabilidad no puede ser el único criterio a tener en cuenta.

En el capítulo seis, Educación y Espiritualidad, se presentan las propuestas sobre estos puntos, las cuales son muy valiosas. Qué bueno que las asumiéramos como respuesta a la problemática que nos dejó el coronavirus. En el campo de la educación conviene pensar en la escuela, pues “una buena educación escolar en la temprana edad coloca semillas que pueden producir efectos a lo largo de toda una vida” (L.S., n213).

Si pasamos a la familia es el campo donde se cultivan los primeros hábitos de amor y cuidado de la vida, como por ejemplo el uso correcto de las cosas, el orden y la limpieza, incluso “el respeto al ecosistema local y la protección de todos los seres creados” (L S., n213).

 

5. La espiritualidad

Siguiendo con las orientaciones de la encíclica en el capítulo seis, profundicemos un poco más un aspecto importante para nosotros los educadores: la espiritualidad. Sin duda el papa está preocupado en la encíclica por un sentido de oración y de compromiso con Jesús nuestro Señor.

Para un buen educador la oración personal es algo imprescindible, basado en todo el Evangelio y de modo especial en el ejemplo que nos dejó Jesús en su vida, por ejemplo, cuando subía a las montañas a orar al Padre.

Y en este sentido es fácil identificar que nos falta una conversión de tipo espiritual y ecológica como propone la encíclica preocupada por el Cuidado de la Casa Común, que “implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea” (L.S., n.217).

En realidad, la espiritualidad no puede ser algo únicamente individual, sino que debe tener un tinte comunitario. Por eso escribe el papa estas palabras: “implica la amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas” (L.S., n.220).

Además, hablando ya del Gozo y Paz, nos propone ante un mundo invadido por el sentido consumista lo siguiente: “La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y capacidad de gozar con poco” (L.S., nr.222). Es no estar pensando siempre solamente en tener más y más.

Por fortuna en la Iglesia no faltan ejemplos de personas que valoran esta oración de un modo especial. Basta recordar a san Ignacio que en los Ejercicios Espirituales nos dice: “mirar cómo Dios habita en las criaturas, en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando, en los hombres dando entender…” (EE. EE., n 235).

Lo mismo san Francisco de Asís, hombre de oración, pero de modo especial desde cuatro aspectos especiales: “era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo” (L.S., n. 10).

El papa también nos presenta a san Buenaventura para quien: “La contemplación es tanto más eminente cuanto más siente en sí el hombre el efecto de la divina gracia o también cuanto mejor sabe encontrar a Dios en las criaturas exteriores” (L.S., n. 233). Lo mismo podríamos decir de san Juan de la Cruz por sus valiosos aportes (L.S., n.234).

En un discurso a los médicos, enfermeros y agentes sanitarios de Lombardía, el papa los invita vivir la espiritualidad en un mundo marcado por la pandemia y a pensar en los ejemplos de muchos enfermos y compañeros de trabajo. También, los invita a valorar: “los innumerables testimonios de amor generoso y gratuito que han dejado huella indeleble en las conciencia y el tejido de la sociedad, enseñando cuánto se necesita la cercanía, el cuidado y el sacrificio para alimentar la fraternidad y la convivencia civil” (Vaticano 20 de junio del 2020).

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