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Llamado a la conversión

Jonás como personaje de la Sagrada Escritura es alguien que llama la atención. Su manera de llegar a Nínive es curiosa, por decir lo menos. La misión que le había confiado el Señor se convierte en algo que le causa dificultades, las cuales afectan a otras personas. Al fin, asume su misión y se dedica a anunciar la conversión. Los ninivitas lo escucharon, cambiaron su modo de proceder, hicieron lo que era agradable al Señor. Como consecuencia de este cambio no se produce la destrucción de Nínive. En el pasaje del evangelio de este domingo, encontramos la vocación de los primeros discípulos: eran pescadores, dos parejas de hermanos. Su vida cambia, deciden seguir a Jesús.  Antes de eso, ha anunciado “está cerca el reino de Dios: conviértanse y crean en el Evangelio”. Es un anuncio que invita al cambio, a la conversión. No lo hace con amenazas, como sí lo hizo Jonás. No obliga, no presiona. ¿Cómo ha de responder cada persona? Depende de lo que sienta en su interior ante la invitación que le formula el Señor. Hoy, cuando nos encontramos en situaciones tan complejas por todos los problemas que nos aquejan, esa misma invitación a la conversión sigue resonando en nuestro interior. Es una voz que nos está diciendo que no podemos seguir maltratando a nuestra niñez y juventud. ¿Cómo podemos quedarnos tan tranquilos ante tanta violencia, tanto maltrato, tanto abuso infantil? No podemos permanecer indiferentes ante los asesinatos de niños de corta edad. No podemos tolerar la violencia en formas tan aberrantes que causan estupor, horror y profundo dolor. ¿Qué podemos hacer para que la situación cambie, para que en el corazón de cada uno de los colombianos haya un espacio para la tolerancia, para el perdón y la reconciliación? Pienso que el llamado a la conversión que escuchamos de los labios de Jonás y del mismo Jesús debe llegar a nuestro corazón. De lo contrario, el futuro que nos espera está marcado por una espiral de violencia cada vez más fuerte y agresiva. No es sano que nos acostumbremos a todos estos hechos. Si a eso le añadimos otras situaciones, encontramos que la situación es compleja y exige actitudes claras, firmes y profundamente coherentes con lo que decimos que somos, para que realmente lo seamos. Es un esfuerzo permanente, necesario en todo momento, en la línea de los valores como actitudes de vida. Esa es la línea de la conversión a la cual hemos sido invitados y llamados. Construir un nuevo país es la tarea de todos, no solo de nuestros dirigentes. El compromiso con Colombia nos concierne a todos. No solo como ciudadanos, es también parte de nuestro compromiso cristiano. Así podemos solucionar un buen número de los problemas que nos aquejan. No seamos sordos, abramos el corazón.

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