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¿A favor o en contra de Jesús?

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T, SJ

23 de septiembre de 2021

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La vida nos coloca en situaciones en las cuales debemos definir de qué lado estamos. A veces pensamos que lo mejor es mantener una actitud de imparcialidad o de neutralidad, porque creemos que así es mejor. Casi siempre esa actitud lo que busca es que no nos compliquemos la vida, que no nos metamos en problemas, porque preferimos permanecer de esa manera.

Sin embargo, al leer los textos de este domingo encontramos que hay momentos y situaciones que exigen asumir posiciones o como se dice en el lenguaje popular “debemos tomar partido”. En la primera lectura encontramos una sencilla historia: el Espíritu del Señor viene sobre dos personas que no estaban reunidas con los demás, pero que eran del grupo y sobre ellos desciende el espíritu y comienzan a profetizar. Algunos se dan cuenta, se quejan y, sin embargo, Moisés no se lo prohíbe. Más aún, desea que todo el pueblo reciba el espíritu para que pueda profetizar.

Dios no es exclusividad de persona alguna, no es propiedad de nadie. La realidad de la vida puede llevarnos a sentirnos superiores a los demás, a creer que merecemos más que otros por diversas razones. La manera de ver las cosas desde el lado de Dios es diferente, él no tiene acepción de personas, no discrimina, no excluye.

Jesús lo demuestra en el pasaje del evangelio de este domingo. El anuncio del evangelio con los signos que lo acompañan no es exclusividad de los discípulos pues “todo aquel que no está contra nosotros, está a favor nuestro”, dice Jesús.

El segundo elemento que nos presenta el texto en mención se refiere al escándalo que podemos dar a otros con nuestra manera de proceder, con nuestras actitudes y nuestras acciones. Por eso dice Jesús: “al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar”. El daño que se hace a otras personas con los malos ejemplos es grave, es algo irreparable.

Me viene a la memoria una sencilla historia que leí o escuché hace tiempo; realmente, no recuerdo eso. La historia es más o menos esta: “un hombre que era muy chismoso acude a visitar al maestro y le pide que le ayude a corregir ese defecto. El maestro le pregunta si tiene en casa una almohada de plumas. Ante la respuesta afirmativa, el maestro le pide que la traiga. Cuando llega con la almohada, le pide que rompa el forro y esparza las plumas. Al hacer esto, el viento se las lleva. Luego le pregunta al maestro qué más debe hacer. El maestro lo manda a recoger las plumas de la almohada. El que las había echado al viento le dice que eso es imposible. El maestro le responde que es más fácil que logre reunir las plumas de nuevo que reparar el daño causado con los comentarios que hace”. Hasta ahí la historia. ¿Moraleja?

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