1 de agosto de 2021
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Con frecuencia nos encontramos ante situaciones que nos cuestionan porque realmente no sabemos cómo debemos proceder, qué hacer o qué responder. Es la pregunta que los oyentes de Jesús le hacen en el pasaje evangélico de este domingo: “¿qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?”. La respuesta no se deja esperar: “que crean en aquél que él envió”. Se enfrascan en una discusión y, nuevamente le hacen una petición a Jesús: “Señor, danos siempre de ese pan”; una vez más la respuesta es clara: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed”.
El que cada uno de nosotros se pregunte sobre lo que debe hacer para actuar como Dios quiere, es tratar de encontrar cuál debe ser el rumbo, la orientación, el sentido que debemos darle a la vida. Es el momento para preguntarse seriamente sobre lo que significa en la vida diaria, en lo cotidiano, el actuar como Dios quiere. Además, este compromiso tiene implicaciones en las actitudes de cada uno. No podemos pretender decir una cosa, pensar otra y actuar conforme a otra cosa. Esa división interior no es algo que podamos llevar fácilmente, que podamos soportar por mucho tiempo. Tarde o temprano tendremos que preguntarnos por el sentido de la vida y por la coherencia en nuestro actuar.
Más aún, la invitación a creer en aquel que Dios envió es también un desafío. Nos lleva a pensar sobre el sentido de la fe, la relación entre esa fe y la manera como actuamos. Encontramos a muchas personas que viven de una manera diferente a la fe que dicen profesar. Y pretenden hacer de su vida algo distinto a lo que debe ser. Vale la pena que revisemos nuestra manera de creer y la forma como la vivimos.
La petición va orientada para que Jesús les dé siempre de ese pan del que les ha hablado. Porque lo consideran diferente, porque acaba de hacer el signo de la multiplicación de los panes, porque tienen otros intereses, otras inquietudes, otras prioridades en la vida. No siempre podemos pensar que las cosas se dicen de una manera transparente. Hay muchas cosas que las enturbian y contaminan. Sin embargo, cuando una petición sale del corazón, con profunda honestidad, podemos estar seguros de ir en el camino adecuado, de dar la orientación necesaria a la vida. Por eso, la respuesta de Jesús es clara “yo soy el pan de vida, quien viene a mí no tendrá hambre, quien cree en mí no tendrá sed”.
El mundo en el cual vivimos nos ha convertido en seres profundamente aferrados a lo seguro, a lo que la ciencia puede comprobar, a lo que puede ser demostrable. Dar el paso al terreno de lo intangible nos crea muchas inseguridades y desconfianzas. Por eso, la aventura de lo trascendente es para quienes deciden acoger el mensaje de Jesús con total apertura. Esa es la clave.