Inspirados en la máxima de nuestro fundador, la Casa de Ejercicios de San Ignacio ha llevado a la acción el apoyo a la población migrante, a través de una ayuda de alimentación.
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La Casa de Ejercicios San Ignacio, en coherencia con la historia de la Compañía de Jesús, ha tenido como orientación particular la dignidad del ser humano, partiendo de la formación integral hasta el desarrollo de procesos de espiritualidad profundos y sinceros, esto con el fin de glorificar a Dios y caminar por el sendero de la segunda preferencia apostólica que la Compañía de Jesús nos invita: “A caminar junto con los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y justicia”. De esta forma, estamos convencidos de que si las palabras no van seguidas de acción, no son profundas y no llegan al corazón, es por esto que desde el 1 de junio del 2020 se viene atendiendo a un grupo de migrantes venezolanos, un trabajo que lleno de pasión, entrega, cuidado y respeto por su dignidad humana está liderado por Héctor Manuel Londoño, S.J., director de la Casa.
La obra, en la cual estamos comprometidos actualmente, se orienta a la atención de grupos de migrantes venezolanos, apoyando con alimentación (específicamente con el almuerzo) a 90 de ellos, entre los que se encuentran niños, mujeres embarazadas, jóvenes y adultos, siendo prioritario para nosotros los niños y mujeres adolescentes embarazadas. Dicha atención se realiza de lunes a viernes.
Esta labor que nos inspira, nos anima y nos lleva a seguir a Jesús de una manera más humana, más humilde y de un mayor servicio ha sido posible gracias a las donaciones de personas de un corazón generoso y anónimo, así como también al trabajo incansable, comprometido y entregado de todo el personal que labora en la Casa de Ejercicios San Ignacio.
No podemos ver a los migrantes como personas aisladas y marginadas, sino, por el contario, deben ser vistos como los seres humanos que son, personas que por las determinadas circunstancias han debido abandonar su país, su familia, sus trabajos, sus tierras. Personas que requieren ser miradas con compasión y tratadas con el respeto que se merecen.
Con esta labor no buscamos ningún tipo de reconocimiento, solo poder suplir una comida diaria a quienes la necesitan que sea de calidad, balanceada, caliente y, más aún, que sea preparada con esmero y amor.
Para todo el equipo de trabajo es muy satisfactorio ver el agradecimiento de este grupo de migrantes, especialmente el de los niños, manifestado en una sonrisa, en un “gracias, el almuerzo estaba rico…”; nada más hermoso que ver en sus rostros la alegría de saber que tuvieron la oportunidad de disfrutar una comida que tal vez sea la única que tengan en el día.