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¡Aleluya, Aleluya!

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T., S.J.

Desde el comienzo de la vida de la Iglesia, el Domingo de Resurrección ha ocupado un lugar central en la liturgia y en la vida de los creyentes. Reunirse para celebrar dicho acontecimiento ha sido siempre ocasión de regocijo. De ahí el solemne canto del aleluya (exclamación de alabanza a Dios) que resuena en todos los templos del mundo en la noche de la vigilia pascual. Es reconocer que la resurrección de Cristo es motivo de alegría, porque es el acontecimiento central de nuestra fe. Creemos en un Dios hecho hombre en la persona de Jesús, que padeció y murió y que resucitó al tercer día. Por eso cantamos ¡aleluya!

Experimentar a nivel de la liturgia la resurrección y el gozo que conlleva es comprometerse a hacerla vida en lo cotidiano, es reconocer que debe iluminar nuestro que hacer diario, traducirse en actitudes de amor y servicio, de solidaridad y fraternidad. De lo contrario, el haber participado en la semana santa puede perder su sentido si no llega a transformar nuestras actitudes cotidianas.

Cristo resucita en el corazón de toda persona que quiere comprometerse a hacer todo lo que esté a su alcance para ser solidario, para comprender que el dolor ajeno exige de nosotros una respuesta existencial no solo de palabra. Es tomar la decisión de reconocer en el otro a un hermano o hermana que está en necesidad, es saber que el rostro de Cristo tiene muchas maneras de presentarse y que es en ese rostro y en esa persona donde estamos llamados a reconocerlo presente, actuante y sufriente.

En Colombia, dada la situación por la cual estamos pasando, necesitamos de hombres y mujeres profundamente convencidos de su misión de ser anunciadores de esperanza, de esa que nace del hecho de querer hacer vida la resurrección de Jesús, de saber que estamos invitados no tanto a “maldecir las tinieblas” cuanto a “encender una luz” en nuestras propias vidas y en las de los demás. Así la resurrección no se queda en una celebración alejada de la realidad, sino que es algo transformador e iluminador. Todo depende de cada uno de nosotros.

Hemos vivido momentos muy complicados, hemos perdido el sentido del respeto por el don de la vida, nos hemos acostumbrado a la muerte, a la violencia y a la corrupción. Estas cosas las hemos convertido en lo ordinario de la vida, cuando debía ser todo lo contrario. Por eso necesitamos ser profetas de esperanza, hombres y mujeres que creen en la posibilidad de un mejor país porque saben que esa tarea nos corresponde a todos y no solo a unos pocos. Que no podemos matar los sueños y las ilusiones de nuestros niños y jóvenes porque sería acabar en ellos toda posibilidad de creer en ese futuro que anhelamos construir, aunque sea difícil.

En los países que tienen estaciones, la Pascua coincide con la primavera y por eso se la llama también “pascua florida”, porque la naturaleza misma con todo su esplendor se une a este acontecimiento.

Para todos, ¡Felices Pascuas en el Señor resucitado!

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