«Siempre me ha llamado la atención el pasaje del Evangelio que leemos este domingo cuando celebramos la solemnidad de Cristo Rey. Reconocer a Jesús como rey supone asumir ciertas actitudes y valores en la vida que permitan el hacer posible la construcción, al menos inicialmente, de ese reino y que asumamos ese reinado como parte de nuestra vida.
Es cierto que hoy en día hablar de reyes, reinas y reinados en una civilización cada vez más democrática, al menos en teoría, suena como a algo pasado de moda, anticuado y que no va en la línea de la modernidad y la posmodernidad.
Hoy, es popular y muy aceptado el hablar de democracia, de participación y de concertación. Sin embargo, la línea del Evangelio va en otro sentido. Veamos cómo se nos presenta. En primer lugar, si miramos la realidad de lo que nos presenta el pasaje evangélico de este domingo, debemos reconocer que allí se habla de amor, de servicio, de entrega. Pues bien, ese es el camino para construir en medio de nosotros el reino que Jesús vino a anunciar y establecer.
No es el camino del dominio, de la explotación, del sometimiento. Lejos del programa de vida que nos ofrece Jesús el que ese sea el camino. Sería un contrasentido. Se apela a la conciencia de cada persona en su manera de vivir sus relaciones con los demás, se le pregunta si ha amado, si ha servido, si ha encontrado a un Cristo presente en el hermano o la hermana que sufre, que tiene necesidad, que está hambriento, o sediento, o desnudo, o enfermo.
La pregunta clave es ¿encontraste a Jesús en el hermano? La respuesta nos la da el mismo Jesús “lo que hicieron con uno de ellos, conmigo lo hicieron”. Ver a Jesús en el otro, en el prójimo (porque está más cerca, porque está próximo) es la tarea y misión que nos corresponde. En último término, quien no ama y no sirve es aquella persona que no está siguiendo el camino de Jesús, se ha cerrado a la oportunidad de construir ese reino de amor y verdad, de justicia y paz, de vida y de gracia.
Le ha dicho no a todo un programa y una misión. ¿Cómo puede decir que es creyente si no lo hace vida en lo ordinario de cada día, con las personas que lo rodean, muy seguramente, empezando por su propia familia? Negarse a amar es cerrar el corazón a la acción de Dios en nosotros, es negarse la posibilidad de ser transparente a ese amor hecho vida en los demás, es por decirlo de alguna manera, secarse interiormente.
Por eso, la alternativa está ante nuestros ojos, la decisión es nuestra. Tengamos presente que cuando lleguemos a dar cuenta de lo que fue nuestra vida no nos van a preguntar sobre lo que tuvimos, los títulos académicos, la posición social que ocupamos, el número de amigos y cosas semejantes. Se nos preguntará sobre el amor que irradiamos, sobre la luz que colocamos en la vida de otros y sobre el servicio.