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¡Ay de mi si no anuncio el Evangelio!

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T., SJ

El título de mi columna es una frase que aparece en la segunda lectura de este domingo, tomada de la primera carta a los Corintios, escrita por San Pablo. Me invita a hacer la reflexión con ustedes en esta columna. Es la invitación que todos hemos recibido desde el día de nuestro bautismo. Invitación que se convierte en misión y en tarea. Misión porque es llamado y es envío. Tarea porque es deber y es compromiso. Al juntar las dos, misión y tarea, comprendemos lo que significa ser cristiano en un mundo como el que nos ha correspondido vivir.

Si miramos ese mundo nuestro, descubrimos que se caracteriza por los avances científicos y tecnológicos, que las distancias se han acortado entre otras cosas, por la rapidez en las comunicaciones, por el acelerado intercambio de la información. Al mismo tiempo, se caracteriza por el ritmo desenfrenado de la vida, por los contrastes marcados entre quienes todo lo tienen y aquellos a quienes todo les falta.

Ese mundo complejo es el que necesita la presencia de hombres y mujeres comprometidos en la tarea de vivir su fe sumergidos en la realidad cotidiana, hombres y mujeres que trabajan, que luchan por lograr un horizonte mejor para ellos y sus familias, personas que saben que la tarea de construir un mundo mejor se logra desde el compromiso hecho vida. Son esas personas que asumen su misión y su tarea, como decíamos al comienzo, de una manera seria y responsable. Son las personas que, como San Pablo, se “hacen esclavos de todos para ganar a los más posibles”, que se identifican de tal manera con sus semejantes que cada uno se “ha hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; se ha hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos”.

Concluye esta parte de la carta con esta frase “y hago todo esto por el Evangelio”. Me pregunto si cada una de las personas que lee esta columna, incluyéndome yo, puede decir que todo lo que hace es por el Evangelio, para hacer realidad la invitación, el clamor inicial “ay de mí si no anuncio el evangelio”. La realidad de la vida y de nuestro compromiso como cristianos sería diferente si lo asumiéramos con toda la seriedad que requiere.

Si miramos el ejemplo de Jesús, en el texto de este domingo, encontramos que Él les dice a sus discípulos “vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido”. Nos dice también que “curó a muchos enfermos de diversos males”. Anunciar el Evangelio es también ayudar a sanar espiritual y corporalmente. Jesús se convierte para nosotros en el modelo y ejemplo que debemos seguir, nos muestra el camino, pisa primero para que sigamos su huella. La tarea no es imposible, es asunto de generosidad. ¿Estoy dispuesto a asumir la misión y la tarea?

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