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Construir comunidad

Pensando en Voz Alta

Pensando en voz alta | 22 de mayo de 2022

Por: Enrique A. Gutiérrez T., SJ

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Con frecuencia nos preguntamos sobre cómo construir comunidad, cómo fortalecer los vínculos que nos unen, cómo sentirnos responsables los unos de los otros. Esto, porque no es fácil ser solidarios, aceptar nuevas personas que pueden llegar con ideas distintas, con planes nuevos, con iniciativas diferentes a las nuestras. Eso nos sucede tanto cuando llegamos a un grupo que es nuevo para nosotros, como cuando alguien nuevo llega a un grupo en el cual ya estamos. Algo semejante les pasó a los Apóstoles como nos lo cuenta en la primera lectura el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Surgen dos tendencias entre los miembros de la primera comunidad cristiana: los que defienden la circuncisión para los nuevos cristianos, siguiendo las tradiciones judías y, por otro lado, los que consideran que no deben imponerse más cargas que las estrictamente necesarias. Hay todo un proceso de discernimiento, se escuchan razones, se sopesan argumentos, se analizan posiciones y se llega a una decisión: la comunidad se construye desde el espíritu que anima a cada uno de los que la componen más que por cuestiones externas, prácticas y ritos, por lo que cada uno desde su ser y su identidad puede aportar.

Me pregunto si en las actuales circunstancias de nuestra patria comprendemos realmente el sentido de lo que estanos haciendo y si estamos construyendo comunidad. Al mismo tiempo, me pregunto cuál es nuestro compromiso con respecto a la Iglesia. Vale la pena que examinemos si nos sentimos parte de la comunidad de creyentes, si nos quedamos en la parte externa del cumplimiento de normas y preceptos o le damos un verdadero sentido al hecho de formar parte de esa comunidad que nos ayuda a vivir el compromiso nacido del hecho de ser bautizados.

Hay un segundo elemento que nos puede ayudar. Nos lo da el evangelio de este domingo cuando Jesús dice “la paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo”. Podemos preguntarnos qué tipo de paz es la que ofrece Jesús. En verdad, no es la simple ausencia de guerra, no es la superación del conflicto solamente. Se trata de la paz que nace del interior de cada persona, que le permite reconciliarse con sus hermanos por grandes y graves que hayan sido sus faltas. Es la actitud que debemos asumir para construir la paz que necesitamos. Es la paz que conduce a la verdad, la justicia y la reparación. Es la paz cuya expresión es el perdón que permite mirar al otro como hermano.

Hoy, cuando se adelantan conversaciones encaminadas a ir construyendo las bases de una paz duradera, comprendemos que todos los que formamos parte de este país que llamamos Colombia estamos invitados al perdón y la reconciliación como pasos indispensables para llegar a la paz que nos permita superar una historia de más de cincuenta años de violencia y conflicto armado. Debemos mantener viva la llama de la esperanza, por encima de los obstáculos y las contrariedades que puedan aparecer. Eso forma parte del ser, del hacer y del construir comunidad.

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