Pensando en voz alta | 17 de abril de 2022
Por: Enrique A. Gutiérrez T., SJ
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Hoy es uno de esos días en que me siento profundamente feliz. Hay algo en mi interior que me dice que vale la pena ser creyente, que tiene sentido mantener firme la esperanza y que el amor es uno de los valores fundamentales en la vida de todas las personas. Hoy, Cristo ha vencido la muerte, Cristo ha resucitado y es motivo de gozo y celebración para todos los que creemos.
El drama de la pasión no podía ser el final del asunto Jesús. Él mismo lo había dicho cuando anunció su muerte. La resurrección se convierte en el eje de nuestra fe, en el motor de nuestra esperanza y en el alimento de nuestro amor. ¿Por qué? Porque encontramos en la resurrección la victoria sobre el pecado y la muerte, el triunfo sobre todo lo que nos ata y esclaviza, es el anuncio de la nueva humanidad, nueva porque la luz de la resurrección hace que nuestro camino sea seguro y que no tengamos miedo de caminar en medio de las dificultades de la vida ordinaria.
La resurrección de Jesús es la manifestación del amor de Dios hecho vida. Es encontrar un nuevo sentido para luchar por la fraternidad, por el respeto a la persona, por la defensa de la vida. Resucitar con Cristo es asumir el compromiso de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para perdonar a quien haya podido ofendernos de alguna manera. Hacer vida la resurrección es dejar a un lado la violencia, es pronunciar un no rotundo a la muerte, a la destrucción, a todo lo que sea expresión de consecuencia del pecado en nosotros. Es comprometerse a trabajar por el otro con un profundo sentido solidario.
Durante la semana mayor se nos ha invitado a cambiar actitudes que no van en la línea del seguimiento de Jesús, a dejar a un lado las manifestaciones de nuestro egoísmo, a renunciar a la violencia en todas sus formas y manifestaciones. Se nos ha mostrado un camino diferente, unos valores que le dan un nuevo sentido y orientación a la vida. De nosotros depende el que acojamos a Cristo resucitado como la luz del mundo que disipa las tinieblas de nuestro corazón y nos lleva a caminar por el sendero de la luz. Es nuestra decisión. ¿Qué respuesta le damos a Jesús que nos invita a resucitar con Él?
Vivir la experiencia de la resurrección es salir fortalecidos para el camino de la vida, como les sucedió a los discípulos. Se encontraban encerrados por miedo a los judíos, la alegría de la resurrección y la presencia del Señor resucitado los cambia. Se vuelven valientes y decididos, asumen el compromiso y la misión que se les confía. Son los primeros testigos de la buena noticia que significa la resurrección de Jesús. Eso lo proclaman desde el comienzo, como lo describe el libro de los Hechos de los Apóstoles. El temor y el miedo se convierten en valentía, en disponibilidad para sufrir aun el martirio, es arriesgarlo todo por la causa del evangelio y de la construcción del reino.
Hoy, cuando el hombre ha avanzado tanto en cuanto a ciencia y tecnología, la experiencia de la resurrección no ha perdido vigencia, sigue teniendo la misma fuerza e importancia que ha tenido desde los comienzos del cristianismo y de la Iglesia. Vivámosla.