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Diciendo y haciendo

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T., SJ

Siempre he pensado que la realidad de la vida nos enseña que no se trata solamente de hablar, de decir cosas. Se trata de hacer realidad en la cotidianidad de la vida lo que expresamos con nuestras palabras, lo que dice el adagio popular “diciendo y haciendo”. Quizás mis lectores se pregunten por qué afirmo lo que digo. Trataré de explicarlo.

En el pasaje del Evangelio de este domingo le cuentan a Jesús que su madre y sus parientes lo están esperando. Hace una pregunta ¿quiénes son mi madre y mis parientes?  Luego, mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios”. En otra versión dice: “el que escucha la palabra de Dios y la cumple”. El sentido es el mismo. Se trata de cumplir lo que expresamos con nuestras palabras. Se trata de lo que podemos llamar coherencia de vida. Que nuestras acciones respalden  nuestras palabras. O como dice el adagio “obras son amores y no buenas razones”.

La coherencia de vida es garantía de asumir un compromiso real y efectivo, de respaldar el discurso  con las obras. Pienso que la realidad de nuestra vida sería muy distinta si cada uno de nosotros hiciera realidad el decir y hacer. Que fuéramos más cautos en las palabras pues deben ir respaldadas por las obras. Otra sería la vida si cumpliéramos lo que prometemos. Desafortunadamente, muchas veces el cumplimiento se vuelve cumplo y miento, es decir aparentemente cumplo, pero interiormente sé que eso es de dientes para afuera, como decimos. Nos falta  asumir el compromiso serio de respaldar con obras la palabra empeñada. El papel aguanta todo, cuando se trata de textos escritos; el viento se lleva las palabras como el humo.

La insistencia de Jesús en decir y hacer es clara. De nosotros depende que la asumamos como un compromiso de vida, como la garantía de empeñar nuestra palabra como algo sagrado, como lo era para nuestros mayores pues ellos todo lo hacían basados en el carácter sagrado de la palabra empeñada. No se necesitaban documentos adicionales, los negocios se hacían con la palabra como garantía.

Hoy, nos encontramos ante una realidad muy distinta. A pesar de los documentos firmados, los compromisos se quebrantan, los pactos se trasgreden, la palabra no se cumple. Por eso, andamos como andamos. La credibilidad de las personas se ha ido perdiendo; lo mismo sucede con las instituciones. Todo tiene una razón de ser: no se cumplen las promesas hechas y esto trae consecuencias serias, a veces graves, para la convivencia entre personas, grupos, naciones y en el mundo.

Los invito para que hagamos un esfuerzo de darle sentido a lo que decimos siendo coherentes con lo que hacemos. Que lo uno sea respaldo de lo otro. Que seamos ejemplo de lo que expresa el titular de esta columna “diciendo y haciendo” o como dice el refrán popular “más pica y menos pico”. La coherencia es una garantía de credibilidad.

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