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¿Dónde está el mal?

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T, SJ

Septiembre 2, 2018

La primera lectura nos invita a tener una actitud de escucha a la palabra del Señor y una disposición del corazón para cumplir sus mandamientos como el camino “para que los pongas en práctica y puedas así vivir y entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de tus padres, te va a dar”. Y añade refiriéndose a los mismos mandamientos “guárdenlos y cúmplanlos porque ellos son la sabiduría y la prudencia de ustedes a los ojos de los pueblos”.

En la segunda lectura el apóstol Santiago nos dice “pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla”. Luego nos habla de “la religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y en guardarse de este mundo corrompido”. Es una advertencia que invita a ser muy cuidadoso en el cumplimiento de la palabra recibida como don que viene de lo alto.

Sabemos que el mismo apóstol Santiago insiste en diferentes pasajes de su carta en la relación que existe entre la fe y las obras. A este respecto, el evangelio va a mostrarnos el contraste entre la manera externa de cumplimiento de las normas que tenían los escribas y fariseos, pues se fijaban en las cosas que había que hacer para cumplir y no en el sentido de las cosas. Por eso, Jesús llega a afirmar “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. Y añade “ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.

Cambia el sentido de lo que venían haciendo los escribas y fariseos cuando les dice “nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, los desenfrenos, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad.

Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”. Es un giro de ciento ochenta grados que invita a analizar dónde se produce el mal, qué hay que hacer para contrarrestar el mal que sale de nuestro interior, porque en el corazón se da origen a lo que puede dañar a otros y a sí mismo. La larga enumeración que hace el texto del evangelio parece como un listado de los males que nos aquejan actualmente en el mundo y de modo particular en nuestro país.

Hemos dejado que el mal se apodere de nuestro entorno y nos corresponde hacerle contrapeso con nuestras obras, como nos lo dicen la primera y la segunda lectura, como lo insiste el apóstol Santiago. Ya sabemos dónde está el mal. En nuestras manos está el hacer que la realidad sea diferente y podamos vivir en un mundo mejor.

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