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El camino de la sencillez de corazón

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez, SJ.

Con frecuencia me causa admiración la actitud de los campesinos en su manera de ser, de actuar y de relacionarse. Son profundamente sencillos. En su casa siempre hay comida para la persona que llega, hay cómo acomodarla para que pase la noche. Si alguien está en apuros, la mano bondadosa del campesino aparece para aliviar el dolor, sanar la herida que deja la pena, mitigar la ausencia del ser querido. Cuando se trata de expresar la solidaridad el campesino, a imagen del Señor, no se deja ganar en generosidad. Se priva de muchas cosas para compartir con otros.

Esa actitud de sencillez es una de las más importantes que el evangelio nos presenta. Hoy, en el pasaje que se lee este domingo, es lo que Jesús proclama: “has revelado el secreto del reino a las personas sencillas”. Jesús se hace solidario con la gente atribulada y desconsolada “vengan a mí todos los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré… Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán su descanso… Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

Qué diferente sería nuestra vida si la sencillez fuera una actitud ordinaria en nuestro quehacer cotidiano. Cuántos problemas se evitarían entre las personas si asumiéramos la actitud de humildad y sencillez que el Señor proclama en el texto que estamos reflexionando. Como dice el apóstol Pablo en la segunda lectura es dejarnos llenar del Espíritu de Dios 

Es la actitud que resalta la primera lectura, tomada de la profecía de Zacarías, cuando habla del rey “que viene a ti, junto y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica”. ¿Puede uno imaginarse, siquiera por un momento un rey que entra en un asno? Pues eso sucedió en la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén el domingo de ramos Fue un rechazo a la pompa, al impresionar de una manera vacía, para convertirse en el testimonio de la sencillez, de la modestia y de la humildad, valores que van íntimamente unidos a la proclamación transparente de la verdad.

Hoy, cuando el mundo nos presenta tantos atractivos, cuando nos invita por todos los medios posibles a vivir al ritmo de la moda, a comprar lo último del mercado para estar in, el mensaje del evangelio nos invita a trabajar por la sencillez, por aquello que no es ostentación, a comprender que lo aparente pasa, se gasta. Que hay valores que han de permanecer, que son lo esencial, los que permiten darle sentido a la vida, los que nos hacen ser personas de verdad, íntegras y coherentes.

No nos dejemos deslumbrar, no sacrifiquemos lo esencial. Tengamos esa visión clara de las cosas, luchemos por todo lo que nos hace ser verdaderamente felices desde el fondo del corazón. No pensemos que la felicidad se compra en los grandes almacenes de moda, o que es algo que está para comprar o vender como una mercancía. Apostémosle a la sencillez en nuestro estilo de vida, una sencillez nacida del corazón como la que Jesús nos anuncia y nos invita a hacer realidad en la vida diaria. Así seremos felices.

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