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El secreto de la diligencia unida a la responsabilidad

Pensando en Voz Alta

Pensando en voz alta | 7 de agosto de 2022

Por: Enrique A. Gutiérrez T., SJ

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Los procesos modernos de gestión nos hablan de eficacia, eficiencia y efectividad. Son palabras que se han metido en nuestro vocabulario cotidiano a nivel de trabajo empresarial. Continuamente nos están diciendo que debemos medir la eficacia de nuestra gestión. Otros nos dicen que lo importante es la eficiencia. Algunos más se atreven a hablar de efectividad, uniendo los dos conceptos anteriores en uno solo. Me atrevo a pensar que todos tienen la razón de alguna manera.

Sin embargo, al contrastar lo anterior con el mensaje que nos entrega el texto del evangelio de este domingo, encontramos que la manera de ver las cosas desde la perspectiva cristiana y del mensaje de Jesús es diferente. Estamos llamados a ser diligentes, eficientes dirían los orientadores de procesos de gestión en los tiempos actuales. Pero esa diligencia no puede ser un valor absoluto en sí. Debe estar enmarcada en un contexto de responsabilidad. Es decir, que seamos conscientes de lo que hacemos, que midamos las consecuencias de nuestras decisiones, que veamos cómo todo esto afecta a otras personas.

El texto nos dice “dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene”. Es decirnos en otras palabras, que ese siervo ha sido diligente y ha tenido un gran sentido de la responsabilidad en la administración que le fue confiada.

Por el contrario, “el servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes” nos dice el texto. Es la manera como se censura y condena la pereza, el descuido y la irresponsabilidad. Desafortunadamente, el mundo en el cual vivimos ha sacrificado muchos valores para darle una gran importancia a la eficiencia, dejando a un lado, en muchos casos la calidad en lo que hacemos.

Creo que la clave para comprender cómo deben ser las cosas está en la parte final del pasaje que se nos presenta “al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más”. Ese es el secreto de la diligencia unida a la responsabilidad. Ahí está la clave de una gestión, sea en el campo que sea, que conduce al éxito perdurable, no a lo fugaz e instantáneo.

Vale la pena preguntarnos a qué le estamos apuntando: ¿a la eficiencia y la eficacia, por encima de cualquier cosa y a cualquier precio? ¿O nos la estamos jugando a ser diligentes con un profundo sentido de responsabilidad, sabiendo que nuestras acciones y nuestras decisiones afectan a muchas otras personas? ¿Consideramos como criterio de nuestro proceder un profundo respeto por cada persona que entra en relación con nosotros, o intencionalmente, hacemos que las consecuencias afecten a otros sin medir las consecuencias de lo que hacemos o dejamos de hacer?

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