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El valor de la equidad

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T, SJ

27 de junio de 2021

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Hay tres términos que consideramos como sinónimos cuando en realidad no lo son. Estos términos son: justicia, igualdad y equidad. Veamos lo que nos dice el diccionario. El término justicia se define como “acción por la que se reconoce o declara lo que pertenece o se debe a alguien”. Podemos colocarlo en la línea del respeto a los derechos de las personas; es lo que expresamos cuando decimos que algo es justo o injusto. En cuanto al término igualdad encontramos que se define como algo “proporcionado, en conveniente relación”. Finalmente, en cuanto al concepto de equidad se define como “cualidad que consiste a atribuir a cada uno aquello a lo que tiene derecho”.

Quienes lean esta columna pueden estar pensando que les voy a dar una clase de derecho. Algo completamente ajeno a mi intención. Lo hago porque me llama la atención el texto de la segunda lectura de este domingo. Dice el apóstol Pablo “en el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta”. Más adelante cita un pasaje de la Escritura “al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba”. ¿Dónde está la clave?

El núcleo de lo que quiero compartir con mis lectores es lo que dice el título de esta columna: el valor de la equidad. Porque se trata de atender a cada persona conforme a sus necesidades. No se trata de ser simplemente justo, porque dejaríamos las cosas como están actualmente, cada uno con lo suyo, con lo que le corresponde. Tampoco se trata de quedarnos en la igualdad, dando a todos lo mismo, indistintamente. Se trata de comprender las diversas necesidades que tienen las personas y de acuerdo a eso poder pensar en una mejor distribución de las cosas.

Esto puede pensarse en diversos niveles. Desde el macro, donde los recursos económicos se dividen conforme a lo que tributan las entidades territoriales, como es el caso de nuestra realidad colombiana, pasando por el micro de la vida familiar, donde se pretende aplicar un criterio de igualdad. La invitación que nos hace el texto es a atender las diversas necesidades, o mejor, considerar a las personas en sus necesidades y proceder conforme a eso. Pienso que si aplicáramos este principio la realidad social de nuestros  municipios, departamentos, nación y mundo sería muy distinta. Se trata de que no sobre ni falte. Es lo que nos cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles acerca de las primeras comunidades cristianas cuando nos dice “que no había pobres, porque a cada uno se daba según su necesidad”.

Vale la pena preguntarnos en qué momento de nuestra historia se nos perdió este sentido de la equidad, que al ser aplicada en la realidad de nuestra vida, haría que los problemas fueran menores, o que muy seguramente no los hubiera, que los resentimientos y agresividades fueran cosas y actitudes del pasado y reinara la paz.

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