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En el Día de la Madre

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T, SJ

Hoy domingo en muchas partes del mundo se celebra el día de la madre. Oportunidad que tenemos los hijos para expresar nuestro amor y agradecimiento a ese ser tierno, lleno de amor y dulzura, cargado de heroísmo y capacidad de sacrificio, a nuestra madre. Sí, hoy es el día para comprender lo que significa ser madre en la vida de cada persona. Es reconocer que hubo una persona que lo sacrificó todo, que arriesgó la vida misma para hacer posible que nosotros tuviéramos vida. Esa es la madre de cada uno, es ese ser maravilloso que nos muestra el rostro de Dios y su amor.

Hoy quiero expresar el amor que siento por mi madre, hoy quiero darle gracias a Dios porque ella está viva, porque sigue animando a sus hijos en el camino de la vida, porque continúa mostrándonos lo que significa ser madre, teniendo en cada momento la palabra y el gesto oportunos, que conoce las fortalezas y debilidades de cada uno de sus hijos, que su vida es una continua oración al Señor por cada uno, pidiendo por sus necesidades e intenciones particulares. Ella es una lámpara encendida de oración ante el Señor, ella sabe lo que cada uno necesita.

Hablar del amor de una madre es casi volverse reiterativo, porque son dos realidades que se unen profundamente: amor y madre. Lo vemos en su continuo trabajo, incansable, desde antes de la salida del sol hasta bien entrada la noche. Es como una abejita laboriosa, callada y discreta, que va haciendo lo que su amor maternal le inspira, la alienta y anima. Ella está al pie del lecho del hijo enfermo, no duerme, no descansa y no come. Sin embargo, cada día tiene la fortaleza necesaria para seguir brindando cuidados al enfermo, consuelo al triste, fortaleza al desalentado. Qué sería de nosotros sin el cuidado de nuestra madre.

Nos encontramos en el mes de mayo, mes dedicado a la Virgen Santísima, modelo de mujer y ejemplo de madre. Ella, María, estuvo hasta el final al pie de la cruz de su hijo, cuando los discípulos lo habían abandonado, cuando todos se escandalizaban de él. Recibió el regalo de un hijo en la persona de Juan, allí estábamos representados todos, en él fuimos acogidos como hijos y ella proclamada como madre. Podemos decir con el canto “yo tengo dos mamás, las dos me quieren”. Esa es nuestra realidad, la de personas queridas por nuestras madres. ¿Cómo les devolvemos todo ese amor que nos brindan? ¿Somos profundamente respetuosos o, por el contrario, en ciertos momentos podemos ser desagradecidos? ¿Pensamos en todo lo que ellas han hecho, hacen y harán por nosotros?

Hoy, si tienes a tu madre viva, estámpale un beso que sea de amor y agradecimiento, que reconozca todo lo que ella ha hecho por ti. Si ya está muerta, eleva una oración al Señor para que le recompense a esa mujer maravillosa que fue tu madre, todo lo que ella hizo por ti. Piensa por un momento que lo mejor es expresar ese amor como diría alguien “en vida, hermano, en vida”. No dejemos que todo termine para caer en la cuenta de lo que significa una madre “el regalo del Señor en el amor que ella nos brinda”. Solo así podrá tener sentido la expresión que tanto oímos: “GRACIAS, MAMÁ Y FELIZ DÍA PARA TI”.

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