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En el Día del Padre

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T, SJ

Pensando en voz alta | 18 de junio de 2020

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No fue el comercio el que nos vendió la celebración del Día de la Madre, aunque lo ha capitalizado a su favor. Sí fue el comercio el que se ideó el Día del Padre, para encontrar una nueva manera de invitarnos a consumir, a celebrar. Vale la pena analizar lo que nos dice esta celebración, independientemente de todo lo que pueda ser el interés comercial, así como hemos podido reflexionar sobre el sentido y el significado del Día de la Madre, (aunque su día debería ser cualquiera o todos los días del año).

Me refiero a esa realidad por la cual reconocemos a Dios como Padre. Ahí está el secreto para comprender lo que estamos celebrando. ¿Cuál es la imagen que tenemos de Dios como Padre? ¿Cómo la vemos reflejada en la realidad de nuestro padre biológico, de nuestro padre afectivo? ¿Podemos hablar de Dios con referencia a lo que podemos decir de nuestro padre? Si somos papás, ¿Cómo nos sentimos cuando se habla de Dios como Padre? ¿Es algo que nos estimula o es algo que incomoda, porque no hay una adecuada realización de la vocación de padre en nuestra familia?

Pienso por otro lado que, en la vida actual, dada la problemática que debemos enfrentar no es fácil cumplir adecuadamente la misión y la vocación de ser padre. Tampoco lo es el ser madre, el ser hijo o hija. Son muchas las amenazas que se ciernen sobre la realidad de la familia, son muchos los desafíos que exigen de quienes componen la familia actitudes de compromiso para lograr ambientes adecuados y relaciones cercanas.

Asumir el compromiso de ser papá va más allá del proveer lo necesario desde el punto de vista material. No se queda en velar porque las personas vivan con dignidad. Es el dar y recibir afecto, es el descubrir que se tiene una misión y una tarea de ayudar en la formación de los hijos, en prepararlos para la vida dándoles espacios para el ejercicio de la libertad responsable, donde cada hijo aprenda cómo debe comportarse, asuma los criterios para saber lo que es bueno y lo que no lo es, que el bien común es un criterio decisivo para la toma de decisiones. Es el marco adecuado para el ejemplo y el testimonio con la vida misma.

Por todo lo anterior, considero que celebrar el Día del Padre permite reconocer lo que esa vocación significa, agradecer lo que el papá de cada uno de nosotros nos ha entregado en su vida. Es el día para decir gracias por el amor recibido. Es, al mismo tiempo, la oportunidad para los papás de revisar cómo están cumpliendo su misión, qué más pueden hacer para mejorar como padres. Es una oportunidad de autoexamen, de reconocimiento en lo que se pueda haber fallado y aceptarlo en la humildad de quien sabe que puede ser mejor y que no es perfecto. Que su ser papá está unido al ser hijo de aquellos a quienes son parte de su ser, por haberlos llamado a la vida.

Contemplar a la familia de Nazaret y descubrir en José, el hombre justo, el ejemplo de padre y esposo, es una buena manera de acercarse a este día desde la fe, desde la realidad de Dios como Padre. Feliz Día del Padre para todos los papás.

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