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Enseñar con autoridad

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T, SJ

Enero 26, 2018

“Se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad” (Marcos 1,21). Siempre me han llamado la atención los maestros a quienes sus estudiantes admiran y respetan. Hay algo en ellos que llama la atención, que cautiva y que hace que los miren y los traten de una manera especial.

Todos nosotros recordamos a esa maestra que con amor y dedicación nos fue guiando en el aprendizaje de las primeras letras, que nos enseñó a escribir, que nos abrió la posibilidad de vivir la hermosa aventura del conocimiento a través de las primeras palabras que leíamos en forma balbuceante. Esa maestra es y será inolvidable en nuestra vida. La razón es porque ella hizo su tarea con amor, había en ella una vocación de educadora, vivía conforme a lo que nos enseñaba.

Hacía realidad en su vida lo que decía el Papa Paulo VI “los niños y jóvenes de hoy no les creen a sus maestros por lo que saben, sino por el testimonio de vida”. Esta reflexión me lleva a pensar en lo importante que es en nuestra vida el hablar con autoridad, siguiendo el ejemplo de Jesús, no por la cantidad de nuestro saber, sino porque el testimonio de vida, como en el caso de Jesús, respalda nuestra palabra. Ahí está el secreto para llegar al corazón de las personas.

Es hacer creíble nuestra palabra, nuestra sabiduría, por medio del respaldo de las obras, del testimonio. Por eso dicen en el pasaje del evangelio del domingo “este enseñar con autoridad es nuevo”. Cuando se ha tenido la experiencia de dedicarse por muchos años a la educación, uno encuentra que la fuerza del testimonio es clave en el proceso de formación de sus estudiantes, porque no bastan las palabras, son necesarios los ejemplos de vida.

Por eso, la sabiduría popular nos dice que “obras son amores y no buenas razones”, como también aquello de que “las palabras mueven, los ejemplos arrastran”. Me pregunto cómo podemos hacer en la cotidianidad para ser mejores testigos para los demás, cómo podemos mover con la fuerza de las obras, cómo convencer con el argumento de la vida. Son interrogantes que deben llevarnos a revisar la manera como estamos actuando, la forma como enseñamos y, en el caso de quienes somos sacerdotes, el modo de nuestra predicación.

Vuelven nuevamente a mi memoria los profesores de mi niñez y juventud y siento una honda alegría al poder decir “esos sí fueron verdaderos maestros por su ejemplo de vida” al estilo de Jesús quien lo hacía con autoridad, precediendo con el ejemplo y el testimonio. El mundo en el cual vivimos necesita de testigos, de hombres y mujeres que enseñen con autoridad, es decir, con el ejemplo.

Solo así podremos pensar en tener un mundo más justo, más fraternal, donde sea posible la convivencia, donde se respete la vida y donde los valores sean parte ordinaria de nuestra manera de proceder. Enseñar con autoridad al estilo de Jesús es asumir un compromiso de vida y optar por los valores del evangelio hechos vida. De nosotros depende la opción que asumamos si queremos ser creíbles. Que se pueda decir de nosotros que enseñamos con autoridad por medio de las obras.»

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