Pensando en voz alta | 20 de septiembre de 2020
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Con frecuencia nos encontramos en la situación del pasaje del evangelio de este domingo. La envidia nos corroe por dentro. Sentimos que no somos tratados de acuerdo al trabajo que realizamos, consideramos que hay otras personas que hacen menos con respecto a lo que hacemos, bien porque son descuidados, perezosos o porque han sido contratados más tarde.
La lección es clara. Si te han contratado por un valor, nadie comete injusticia si a otro le dan lo mismo que a ti. Eso depende del acuerdo que hayas hecho con quien te contrató. Sin embargo, hay muchos intereses, muchas cosas por las cuales nos podemos molestar o disgustar. Son esas situaciones que se presentan en la vida diaria. No necesitamos ir demasiado lejos para darnos cuenta de la realidad en torno a estas situaciones. En el hogar, ¿Qué sucede cuando a los hijos se les dan las cosas, los obsequios o el modo de tratarlos de manera diferente? Esto genera envidias.
¿Qué sucede en el campo laboral cuando las cosas se dan de manera diversa? Para unos, reconocimiento y elogios, de pronto hasta ascensos y para otros, llamados de atención y no se ve por parte alguna el estímulo y la promoción. ¿Qué decimos cuando a trabajo igual se dan salarios diferentes? Casi siempre la envidia, el comentario malintencionado, el chisme hacen su aparición, deteriorando las relaciones, creando climas de insatisfacción, generando descontento y haciendo que los resultados no sean los esperados y las metas no se alcancen.
Creo que es tiempo de analizar porqué en nuestra vida surge la envidia que, como digo en el titular de mi columna, corroe el alma. Sepamos comprender que en la vida las cosas se dan de manera diversa a la manera como nosotros las pensamos, las planeamos y buscamos que se den. El texto evangélico es claro. No hay por qué sentirse incómodo o molesto cuando a cada uno nos dan lo que ha sido pactado. Lo que no podemos dejar prosperar es la injusticia. Eso es algo diferente.
Si analizamos el pasaje en cuestión nos damos cuenta de que lo que se resalta allí es la generosidad de quien contrata a los trabajadores en diferentes momentos y horas del día. Fue alguien que comprendió la situación de unos y otros. A los primeros los contrató al comienzo de la jornada, otros fueron llamados a la mitad del día y los últimos casi al final de la misma. A cada uno se le dio de acuerdo a lo pactado. La envidia aparece cuando los últimos contratados son los primeros en recibir la paga. Quienes habían sido llamados al comienzo, pensaron que iban a recibir más. Uno se pregunta por qué pensaron de esa manera.
El mundo actual, por las situaciones que nos ha tocado afrontar, es muy dado a establecer rivalidades, envidias y toda esa clase de situaciones. Cada uno quiere surgir hundiendo al otro. Pero ese no es el camino a nivel de lo que nos dice el evangelio. Lo importante es el valor de la justa retribución. Más aún, es el camino de la solidaridad.