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Las contradicciones de la vida

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T, SJ

Todo en la vida se mueve por contrastes, por aparentes contradicciones, por opuestos. Hablamos de sur y norte, de blanco y negro, de positivo y negativo, de gustos y disgustos, de fobias y filias. En fin, todo lo colocamos en categorías de opuestos porque consideramos que así las cosas se pueden comprender mejor. Sin embargo, de la aparente contradicción podemos pasar, con gran facilidad, a una confrontación, a una rivalidad, que puede causar gran daño. Pienso en lo que han sido los  enfrentamientos entre las barras bravas de los diversos equipos, no solo en nuestro país sino en otros países del mundo. Esto ha causado grandes tragedias con numerosos muertos. Me pregunto por qué.

En la segunda lectura, el apóstol Pablo se expresa así “yo sé lo que es vivir en la pobreza y también lo que es tener de sobra” y más adelante añade “estoy acostumbrado a todo: lo mismo a comer bien que a pasar hambre; lo mismo la abundancia que la escasez”. El evangelio de este domingo nos presenta esos contrastes y aparentes contradicciones: los invitados al banquete de bodas no asisten, cada uno se excusa por diversas razones. Más aún, algunos insultan y matan a los criados cuando fueron a recordarles la invitación. Más tarde, son invitados otros, como dice el texto “los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos”. Y luego añade “cuando entró el rey vio entre los convidados a uno que no iba vestido con traje de fiesta”. Me pregunto, ¿era necesario tener el vestido apropiado si lo habían encontrado en el camino?”

Así somos en la vida cotidiana. Hay cosas que nos molestan, nos disgustan, y sin embargo, las hacemos. Otras veces, lo que debemos hacer, no lo realizamos. Nos quejamos de las situaciones que estamos viviendo y no hacemos lo que nos corresponde para cambiar dichas situaciones. Esperamos que otras personas hagan lo que es nuestro deber y nuestra tarea. No somos consecuentes, no somos coherentes. Actuamos de manera distinta a lo que pensamos. Nuestras obras no son coherentes con lo que decimos. Las palabras, como dice el adagio, se las lleva el viento, las obras permanecen. ¿Dónde está el problema?

La clave para dicha respuesta nos la da la segunda lectura cuando Pablo afirma que “todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza”. La vida, para comprenderla y asumirla mejor, debe ser vista con los ojos de Dios, con la mirada de fe, para descubrir dónde están las fallas, dónde los aciertos, cuáles son las fortalezas y cuáles las debilidades. Solo así, esas aparentes contradicciones pueden ser superadas, se les puede dar un enfoque diferente. En el fondo de todo, es cuestión de comprender la diversidad, de aceptar la diferencia, de tolerar esos puntos de vista distintos a los nuestros. Comprender que no todos pensamos de la misma manera, que cada uno tiene su manera de actuar, conforme a sus convicciones y que nada de esto puede llevar a agredir al otro, a pretender que desaparezca. Pienso un poco en lo que nos narra el pasaje de hoy, cuando nos dice que el rey “se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad”. La violencia no es el camino. Hay otras maneras, modos y caminos de superar la contradicción. ¿Cuál usas tú?

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