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Le reconocieron al partir el pan

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T, SJ

La escena de Emaús es muy significativa dentro de las manifestaciones del Señor resucitado. Es una de las más cercanas a mi espiritualidad y a la experiencia de Dios que he tenido en mi vida. Me siento profundamente identificado con los discípulos que iban camino de aquella villa cercana a Jerusalén, llamada Emaús.

Me identifico con aquellos caminantes, desalentados, llenos de nostalgia por los acontecimientos vividos, me devuelvo triste a la aldea para reiniciar mi vida después de todas las cosas sucedidas. Es lo ordinario de la vida, es lo que nos pasa a todos cuando hemos vivido momentos y situaciones cargados de intensidad, en los cuales hemos puesto todo nuestro corazón y no han resultado como queríamos y nos habíamos propuesto. El desaliento es la reacción natural.

Pienso en tantas personas que sienten en su interior el derrumbamiento de las ilusiones y sueños, consideran que todo el esfuerzo hecho ha sido en vano y que no vale la pena seguir luchando. Se sienten desprotegidos, atemorizados y solitarios. No hay manera de vislumbrar un horizonte mejor, de buscar un camino que los lleve a lograr lo que deseaban. Piensan en volver a lo que hacían antes, a ser uno más entre muchos. La tentación está a la mano, para abandonarlo todo.

Surge entonces en la vida de los desalentados, entre quienes me encuentro yo, la presencia y la compañía de ese caminante, quien se asemeja a un extranjero que se nos acerca. Es quien nos abre los ojos, nos hace ver las cosas de una manera diferente, nos enseña e instruye, nos hace descubrir un nuevo sentido en la vida, nos lo explica todo, hace que el entusiasmo renazca en nuestro interior. Es la acción de un Jesús cercano a nosotros, que comparte nuestras penas e inquietudes, es el compañero de camino que todos queremos tener y de quien no queremos separarnos.

Ellos lo reconocen en el partir del pan. Es el gesto por el cual el Señor se nos manifiesta, lo hace cada vez que se celebra la eucaristía, cada vez que participamos en la misma. Allí reconocemos a quien ha sido nuestro compañero de camino, a quien nos ha enseñado tantas cosas, a quien nos ha ayudado a recuperar las fuerzas y el sentido de la vida. Es a Jesús resucitado a quien reconocemos en la fracción del pan.

Considero que la experiencia de Jesús resucitado como compañero de camino ha sido muy importante en el recorrido de mi vida, en las horas oscuras lo he descubierto presente, a mi lado, silencioso y siempre listo a tenderme la mano. Te invito a que mires tu vida y seas capaz de reconocerlo en el partir del pan, es decir, sentirlo presente en tu vida, en las horas alegres y en los momentos de dificultad cuando sientes que todos se alejan de tu lado y que nada tiene sentido. El está ahí.

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