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“Me llamaste por mi nombre”

Pensando en Voz Alta

Cuando reflexionamos sobre el sentido de la vocación o llamado comprendemos cómo este se convierte en tarea y misión. Se llama como un don y al mismo tiempo se confía una responsabilidad. El evangelio de este domingo está en esa línea cuando habla de los pocos trabajadores que hay para una inmensa mies, se habla también de una vocación que es completamente personal y que la decisión también lo es.

Lo anteriormente dicho lo encontramos en el pasaje que leemos hoy. Están allí escritos los nombres de los doce apóstoles, esos primeros enviados, pues eso significa la palabra griega apóstol, la cual es sinónimo de la latina misionero.  La tarea es compleja porque se trata de anunciar el reino, curar a los enfermos, resucitar a los muertos. Y termina diciendo Jesús a sus apóstoles “lo que recibieron gratis, denlo gratis”. No hemos sido llamados por méritos propios, ha sido don y gracia. De igual forma, estamos llamados a compartir ese don y esa gracia con todas las personas a quienes anunciamos el evangelio, diciéndoles que el “reino de Dios está cerca”.

‘¿Qué significa ser enviado hoy? Pregunta qué debe hacerse cada uno de los bautizados, pues por ese don del sacramento recibimos el regalo de la fe, con la cual somos fortalecidos para ser testigos de esa misma fe. Ser testigo hoy es comprometerse a vivir de una manera determinada, asumiendo actitudes de compromiso y solidaridad, en una palabra, estar dispuesto a amar y servir, de tal manera que sea esa la mejor manera de anunciar aquello para lo cual hemos sido enviados.

El mundo en el cual vivimos reclama de quien anuncia una profunda coherencia de vida, es decir, que no haya un discurso vacío que va por un lado, y unas obras que van en contravía de lo que se dice. Esa coherencia es algo que se debe ir construyendo cada día, desde la sencillez y la verdad. No podemos engañarnos y, mucho menos, engañar a otros. Esa es nuestra responsabilidad primaria “ser testigos coherentes de un evangelio que compromete la vida”.

Siempre me ha llamado la atención el hecho de colocar en el pasaje del evangelio de este domingo la lista de los doce apóstoles. Considero que es la manera de tomar conciencia de que cada uno de nosotros es llamado por su nombre, de una manera personal, buscando el compromiso que signifique aceptación del llamado. ¿Qué le dirías a Jesús si te llamase por tu nombre y te invitase a realizar una empresa grande, en la cual los sacrificios serán muy grandes y, al mismo tiempo, las glorias también lo serán? ¿Serías de aquellos que se resisten a responder positivamente? ¿Serías de los tímidos que nada quieren arriesgar? ¿Serías de los que dudan porque no les gusta correr riesgos? ¿Serías de los que se dejan vencer por el respeto humano y prefieren no comprometerse? ¿O serías de los valientes y decididos que se juegan el todo por el todo, porque es algo que vale la pena? Siéntete llamado por tu nombre e invitado a trabajar en una empresa grande. Da un sí total.

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