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¿Necesitamos un Rey Más?

Pensando en Voz Alta

Pensando en voz alta | 20 de noviembre de 2022

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Por: Enrique A. Gutiérrez T., S.J.

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Estamos llegando al final del recorrido del año litúrgico. Nos aparece en el calendario la solemnidad de Cristo Rey. ¿Cuál es el sentido de esta celebración, especialmente, en un contexto como el nuestro, donde asociamos la idea de rey y reinado con cosas como conquista, opresión, dominación y explotación? Además, la realidad de nuestro país nos presenta la proclamación casi semanal de reyes y reinas de distintos eventos y situaciones. Esto nos plantea un interrogante: ¿necesitaremos un rey más?

Si miramos a lo que nos rodea, esto nos muestra que el concepto de rey o reina unido al de reinado, se han vuelto parte de lo común, de lo corriente, de lo que la sociedad de hoy, con su afán consumista, nos vende, nos presenta como atractivo. Proclamamos reyes y reinas con gran facilidad. Hay siempre, dentro de la percepción de los reinados, que es algo superficial, pasajero, que no exige y compromete.

Sin embargo, cuando nos acercamos a la realidad de Jesús como el Dios hecho hombre, como nuestro Salvador, descubrimos que hablar de Él en términos de nuestro rey es asociarlo con amor, verdad, vida, justicia, paz y gracia. Son los valores que hacen posible que el evangelio sea una realidad en nuestro entorno. En la medida en que nosotros hacemos lo que está a nuestro alcance para encarnar esos valores, construimos el reino de Dios en medio de nosotros.

Uno de los elementos que caracteriza ese reinado de Dios es que no genera dependencia ni sometimiento. Es una profunda experiencia de libertad interior que nos lanza a la búsqueda de los demás como el camino de construcción de comunidad. Nace de la realidad de ser bautizados, de tener una misma fe, de celebrarla en la comunidad eclesial. Es en ese mismo entorno donde se hace vida, el compromiso cristiano que nos llama a ser testigos de los valores del evangelio.

La escena que encontramos en el pasaje evangélico de este domingo, parece mostrar una contradicción con lo que hemos venido diciendo hasta este momento. Jesús se encuentra en la cruz, casi agonizante; el así llamado buen ladrón le pide al Señor: “acuérdate de mí cuando estés en tu reino”. ¿Qué reino podría tener alguien que está crucificado, maltratado y humillado? La respuesta no se hace esperar: “en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. ¿De qué estaba hablando Jesús, cuál era ese reino?

La clave está en lo que hemos dicho antes. Es un reinado que libera, es un reinado que transforma, es un reinado que le da sentido a la vida de quien abre su corazón a la persona de Jesús y quiere hacer vida el evangelio en lo cotidiano. Solo así podemos comprender que no es un rey más, sino que podemos decirlo abiertamente: ES EL REY. Es quien ilumina nuestras oscuridades, quien le da un nuevo enfoque a nuestros dolores, a nuestras enfermedades, quien nos muestra que podemos ir hacia la luz pasando por la cruz, que todo dolor engendra una esperanza. Por eso es nuestro rey. Es el sentido y razón de nuestra fe, de esa fe que hemos profundizado a lo largo de este año y que hoy agradecemos al Señor como el gran regalo que hemos recibido.

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