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Nuestro Dios es comunidad

Pensando en Voz Alta

Pensando en voz alta | 9 de junio de 2022

Por: Enrique A. Gutiérrez T., SJ

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Celebramos este domingo la solemnidad de la Santísima Trinidad. Es, por decirlo así, la fiesta que reúne en una sola las celebraciones que hemos tenido a lo largo del año. Es recordarnos que nuestra fe es en un Dios que es comunidad. Es descubrir que, si somos creados a imagen y semejanza de Dios, estamos llamados a construir comunidad y a vivir en comunidad.

Suena extraño lo que he afirmado en el párrafo anterior, pero es la verdad. Dios se nos ha manifestado como Padre, Hijo y Espíritu. Así nos lo dio a conocer Jesús. Nos habló de su Padre, de sí mismo habló como el Hijo y nos prometió el envío del Espíritu Santo. Más clara no puede ser la manera cómo Jesús nos explica el misterio de Dios. Nos habla de un Dios que es comunidad y que nos invita a ser y a vivir de la misma manera. Como ellos son uno, que también nosotros seamos uno.

Dios es al mismo tiempo, el Creador, el Redentor y el Santificador de la humanidad. Es la unidad en la pluralidad. Es acercarnos a una realidad que sobrepasa lo que podemos comprender humanamente. Nos desborda, pero nos muestra todo lo que Dios ha hecho y hace por nosotros. Por amor, creó el mundo y nos creó a nosotros, por amor nos redimió del pecado, por amor nos santifica por la acción del Espíritu. Dios está siempre presente en nuestra vida.

Estamos invitados a vivir como nos dice San Juan “Dios es amor y donde hay amor, ahí está Dios”. Es el desafío que tenemos: hacer realidad en la vida diaria el amor de Dios. Si no amas al hermano a quien ves, cómo puedes amar a Dios a quien no ves, nos dice San Juan. Es el interrogante que nos debemos responder. No podemos establecer diferencias en el amor, no podemos ir por un lado con el amor a Dios y por otro, con el amor al hermano, al prójimo. Al fin de cuentas, el mandamiento nuevo de Jesús es “que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado”.

Más aún. Nuestra oración se dirige a Dios Padre, por Jesús que es el Hijo, en el Espíritu Santo. Así nos lo enseña San Pablo, así lo hacemos diariamente cuando elevamos nuestro corazón a Dios, así ora la Iglesia cuando lo hace en forma oficial. Renovamos nuestra fe en un Dios que es Trinidad de personas, y al mismo tiempo unidad de naturaleza. Dios nos ama, y porque nos ama nos envió a su Hijo para que muriendo en la cruz fuera nuestro Salvador y Redentor, nos mostró el camino del amor, el servicio y el perdón. Al mismo tiempo, nos invitó a vivir la realización de la comunión fraternal como camino de santificación y salvación.

Vale la pena, si aceptamos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, que hagamos un examen de nuestra vida y nos preguntemos si estamos siendo realmente imagen y signo de Dios para quienes conviven con nosotros, para quienes tienen nuestra misma fe. Ese examen nos llevará a reconocer que Dios es siempre mayor a lo que nosotros podemos expresar de Él. Será al mismo tiempo un desafío para ser cada día mejores imágenes suyas, signos más claros y elocuentes de ese Dios que habita en nosotros.

Otro aspecto que debemos analizar es el modo como vivimos nuestra vida de comunidad. Dios es comunidad, si nosotros somos sus signos, estamos llamados a ser comunidad. ¿Lo estamos siendo? O puede más en nosotros el egoísmo y el individualismo que nos lleva a distanciarnos de los demás y a vivir como islas. La comunidad, en la medida en que es viva y dinámica, se convierte en un signo más claro de lo que es Dios para nosotros y cómo la imagen que tengamos de Él afecta nuestro modo de ser y de vivir.

Renovemos hoy nuestra fe en el Dios que es Trinidad y asumamos el compromiso de vivir como Él lo quiere y desea de parte nuestra. Creer es comprometerse a hacer vida lo que se profesa en la fe.

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