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Preparemos el camino del Señor

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T, SJ

08 de diciembre 2019

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Pensemos en un par de novios que van a casarse dentro de unas semanas. Todo lo preparan cuidadosamente, se fijan hasta en los más pequeños detalles para que todo salga bien. El nerviosismo los acompaña. Hay muchas personas que están en función de ellos, unos porque son parientes o amigos, otros porque están encargados de diversos aspectos de la celebración: ceremonia religiosa, recepción, arreglos, música. Son muchas cosas y, al mismo tiempo, muchas personas. Saben preparar cada detalle con cuidado y esmero.

El pasaje evangélico de este domingo nos presenta la figura de Juan el Bautista, quien estaba encargado de preparar el camino del Señor, y en verdad, lo hizo muy bien, pues se convirtió en una figura relevante en el pueblo de Israel, tanto por la manera como vivía, la forma como se vestía, el mensaje que anunciaba y la invitación a la conversión que hacía. Su mensaje central era “conviértanse pues el reino de Dios está cerca”. Administraba un bautismo de penitencia, su voz “era una voz que clama en el desierto”.

Muchos no lo escucharon, otros abrieron su corazón a su anuncio. Juan Bautista fue profundamente honesto. Nunca dijo que era el Mesías, dijo que “detrás de él venía uno, que era más grande que él, a quien no merecía desatarle la correa de las sandalias”. Es duro cuando les dice “hagan ver con obras su arrepentimiento”. Así estaba disponiendo los corazones para el momento adecuado cuando debía llegar el Señor, “quien debía bautizarlos en el Espíritu Santo”. Era, en verdad. El precursor del Señor.

Si hoy nos encontráramos con Juan el Bautista, qué nos diría, cuál sería su invitación, qué nos reprocharía, cómo nos sentiríamos ante los reclamos de conciencia que pudiera hacernos, son algunas de las cosas que vale la pena que analicemos. No lo consideremos tan solo como un ejercicio mental, sino como una apelación a lo más profundo de nuestro ser, a lo que en el fondo, solo nosotros sabemos si está bien o no.

Es una buena oportunidad de hacer ese examen, cuando estamos caminando hacia el final del año, cuando empezamos a hacer balances desde muchos puntos de vista y en los diversos aspectos de la vida. La Navidad, tiempo especial de paz y de reconciliación, que tiene una magia especial, no puede quedarse en las fiestas, tarjetas y regalos. Debe ser, ante todo, una renovación interior, desde los valores más profundos, desde las opciones de vida, desde el compromiso cristiano. Nada nos dejaría esta celebración si nos quedamos solo en lo externo y no vamos al núcleo, al fondo.

Preparemos el camino del Señor, hagamos el recorrido que nos prepone el itinerario litúrgico, dejemos que la palabra del Señor nos interpele, que la figura de Juan Bautista nos cuestione, que dispongamos el corazón para que Jesús recién nacido llegue a cada uno de nosotros e ilumine nuestro diario caminar con su luz y su paz.

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