Pensando en voz alta | 5 de diciembre de 2021
Por: Enrique A. Gutiérrez T., SJ
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El recorrido del nuevo año litúrgico iniciado el pasado domingo, nos coloca hoy ante la figura de Juan el Bautista. Un personaje que tiene una gran importancia en el anuncio de la buena noticia, de la llegada de Jesús, de la construcción del reino de Dios en medio de nosotros. Es la figura del precursor, del que prepara el camino. Es el que anuncia un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, haciendo alusión a lo que dice el profeta Isaías.
Hay un detalle importante en el comienzo del texto que se nos presenta hoy. Se trata de la contextualización histórica de la presencia de Juan el Bautista y, por consiguiente, de Jesús de Nazaret. Es una ubicación histórica y geográfica precisa. No se trata de algo puramente imaginario. Se da en un contexto de una situación histórica de dominación por parte del imperio romano hacia un pueblo que había sido sometido. Más aún, se da el contexto religioso, señalando quiénes eran los sumos sacerdotes de ese momento. No queda duda del hecho histórico, Jesús se hizo hombre, fue uno de nosotros, igual en todo menos en el pecado.
Pienso en todo lo que significa la visita y la llegada de un personaje importante a un país o región. Se mandan las avanzadas que supervisan todos los detalles, hasta el más mínimo, para que todo suceda en orden y la presencia de ese personaje no sufra contratiempos. Se extreman las medidas de seguridad, se aíslan calles, se cierran determinadas zonas. En el caso de Jesús, personaje de suma importancia, pues divide la historia y la manera de contar el tiempo, las cosas se dan de otra manera. Su avanzada no es de seguridad y otras medidas, esa tarea la realiza Juan Bautista y lo hace invitando a una conversión del corazón, a un cambio de actitudes cuando se dice “ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios”.
Por otro lado, la segunda lectura tomada de la carta del apóstol Pablo a los cristianos de Filipos tiene unas palabras que las hago mías para referirme no solo a mis lectores, sino a todas las personas que a lo largo de mi vida sacerdotal que ya ha completado cuarenta y cinco años, el Señor me ha colocado “cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios, y siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegría, porque han colaborado conmigo en la causa del Evangelio, desde el primer día hasta ahora. Y esta es mi oración por ustedes: Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor”.
Los invito a preparar nuestros corazones para la celebración de la Navidad, de tal manera que no sea solo lo externo lo que nos interese y ocupe nuestra atención, sino que haya una actitud interior de cambio, de revisión de vida y de conversión que haga realidad el propósito de que entre todos preparemos el camino del Señor. Que no nos quedemos en lo externo, que vayamos a lo profundo, pues es ahí donde podemos encontrar el camino para celebrar verdaderamente la llegada del Señor.