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¿Somos agradecidos?

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T, SJ

Octubre 10, 2019

Me pregunto por qué nos cuesta expresar el agradecimiento cuando alguien ha hecho algo positivo por nosotros, cuando nos han colaborado, cuando nos han ayudado. Pienso en los padres y madres de familia, quienes se desviven por darles lo mejor a sus hijos e hijas; estos, muchas veces, exigen y no valoran el sacrificio y el esfuerzo que hacen sus mayores para que no les falte lo necesario para su vida, su estudio y su bienestar.

Me llama la atención, por otro lado, el que no sabemos pedir un favor, consideramos que todo lo podemos exigir, que nos lo deben dar por obligación. Los modales han cambiado, es cierto, pero no podemos dejar que se nos meta sin pedir permiso, todo lo referente a la mala educación, a la ramplonería, a la grosería. Qué distinta es la vida para las personas que trabajan, que se esfuerzan, que deben realizar largas jornadas de trabajo en beneficio nuestro, cuando escuchan un “por favor” antes de solicitar cualquier servicio, o un “gracias” sincero y expresivo cuando han terminado de hacer alfo que nos ayuda.

Es algo que no cuesta, alegra la vida de las personas, hace su existencia más amable, le añade un toque especial, porque se sienten reconocidos y valorados. El pasaje del evangelio de este domingo es un reproche a la ingratitud de nueve hombres leprosos que habían sido curados por Jesús y no volvieron a expresar su agradecimiento. Es, al mismo tiempo, la exaltación del sentimiento de gratitud, expresado por el extranjero que reconoció el valor del don gratuito que había recibido, la curación de la enfermedad de la lepra, considerada en tiempos de Jesús como expresión de castigo, podría llamarse algo así como “una enfermedad maldita”.

Pero hay algo más en la escena del evangelio que estamos interiorizando. Además del don de la salud, este extranjero, no bien visto por los judíos, recibe el reconocimiento de su fe “levántate y vete, tu fe te ha salvado”. Es un regalo espiritual, un don más valioso que la misma salud. Esta invitación a revisar nuestra vida, nuestras actitudes, a preguntarnos si en realidad somos agradecidos, nos debe llevar a analizar la manera como nos relacionamos con las demás personas, especialmente con quienes, de una u otra manera, pueden estar a nuestro servicio o dependen de nosotros. Esto porque los tratamos, con frecuencia, como si fueran personas de inferior rango, sabiendo que todos somos iguales ante los ojos de Dios. Ante él no hay diferencia ni discriminación.

Pienso en los sentimientos de Jesús cuando comprobó que los otros nueve curados no llegaron. Debió dolerle en lo más profundo del corazón, no tanto porque necesitara de su agradecimiento, sino porque un corazón agradecido recibe grandes beneficios a otro nivel, encuentra la paz interior y camina hacia la felicidad. Te invito a que hagas el firme propósito de expresar el “por favor” antes de solicitar algo y al final, con el corazón, manifestar un “gracias” sincero. Dos puertas que abren un mundo nuevo.

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