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La misión que nos confía el señor

Siempre he pensado en lo que significa que el Señor lo llame a uno, lo escoja para una vocación y una misión determinadas. Es lo que nos dice el evangelio de este domingo. Cuando pienso en este pasaje, recuerdo con gozo y alegría el día de mi ordenación sacerdotal. La razón es muy sencilla, parte de este texto lo coloqué en la tarjeta de participación de mi ordenación. Es el que dice “no me han elegido ustedes a mí, soy yo quien los he elegido; y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto dure”. Resuenan en mis oídos las palabras del obispo el día de mi ordenación, revivo los momentos de mi primera misa y siento esa dicha como si la estuviera viviendo en este momento, han pasado 47 años y medio. Es la conciencia de haber sido escogido no por mis méritos, ni por mis cualidades, sino por la bondad y la gracia del Señor, porque me quiso llamar a ejercer un ministerio de amor y de servicio en favor de mis hermanos, para que fuera su presencia en medio de la comunidad, siendo un puente entre El y las personas, buscando que se acerquen a Dios, que se reconcilien con El. Llamado a ser ministro del perdón, considero que es un ministerio que tiene pleno sentido en el contexto que vivimos. La misión es dar fruto abundante. Es la tarea que tenemos todos como cristianos, no solo los sacerdotes y los religiosos, sino todos los bautizados. Es el compromiso de ser constructores del reino de Dios acá en la tierra. Sabemos que no es fácil, dadas las actuales circunstancias y los problemas que vivimos. Pero estamos llamados a ser profetas de la esperanza, sembradores de paz y justicia, ministros de la verdad. Ahí, en todos esos campos, nos la jugamos por Cristo, es la misión que nos ha encomendado. Asumamos dicha tarea con entusiasmo y pongámosla por obra. El amor ha de ser el distintivo del cristiano, ha de llenarlo de luz y esperanza, ha de mostrarle la posibilidad de un futuro mejor. Pero debe ser un amor hecho vida real en lo ordinario y cotidiano de la vida. Nos deben reconocer por la manera como nos amamos, para cumplir el precepto de Jesús “ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Ese amor no es algo abstracto, es algo profundamente encarnado, real, palpable y eficaz. Eso cambia las relaciones interpersonales, cambia a las personas, poco a poco cambia el mundo. Me he preguntado por qué pensamos siempre que amar es difícil, lo colocamos como algo inalcanzable. Pensamos que eso es algo para personas privilegiadas que tengan unas cualidades superespeciales. Al ver las cosas desde lo espiritual, entiendo que no es algo tan lejano y distante, sino que es cercano y posible. Mi invitación a quienes leen esta columna es a tomar la decisión de amar, comenzando desde hoy mismo, superando obstáculos, dificultades y prevenciones. Sabiendo que podemos fallar más de una vez, que no nos va a hacer diferentes el aceptar nuestros errores, debemos empezar a construir ese nuevo horizonte con el que todos soñamos. Es la misión que Jesús nos confía. Hoy, miremos hacia dentro de nosotros mismos, preguntémonos cómo estamos asumiendo la misión que el Señor nos ha encomendado y vivámosla.

Campamento Misión Regional de Semana Santa de los colegios jesuitas de la Región Bogotá-Soacha

80 misioneros de los tres colegios jesuitas de la Región Bogotá – Soacha se unieron en un espíritu de servicio y fraternidad durante la pasada Semana Santa para acompañar el Campamento Misión Regional. Esta experiencia de Pastoral, que tuvo lugar del 24 al 31 de marzo en Pacho – Cundinamarca, marcó un hito significativo en el largo proceso de discernimiento y colaboración que vivimos como Región con miras a acompañar más y mejor a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador. El Campamento Misión es una manifestación tangible del compromiso pastoral y social de nuestra propuesta educativa que le permite a nuestros estudiantes compartir experiencias de vida con los habitantes de los sectores rurales y nutrir su fe a través del aprendizaje mutuo y la acción solidaria en coordinación con la Iglesia local. Este trabajo pastoral se desarrolla desde una profunda convicción de fe, enriquecida por la oración, la reflexión, el testimonio y la participación activa en el plan evangelizador de la Iglesia en esa región específica. La convivencia con las comunidades veredales es un aspecto central de esta experiencia. Los misioneros comparten la vida cotidiana, las costumbres y las preocupaciones de los campesinos, reconociendo en ellos el rostro de Dios y buscando un mayor compromiso cristiano a través del servicio y la solidaridad. Así mismo, los misioneros buscan aprender de la sabiduría y la vivencia cristiana de los campesinos, quienes, desde su realidad de vida, ofrecen valiosas lecciones sobre la fe y la sencillez del Evangelio. Agradecemos a todos los estudiantes, exalumnos, acompañantes de Pastoral y jesuitas que hicieron posible esta experiencia tan significativa. Su dedicación y compromiso son ejemplos inspiradores de lo que podemos lograr cuando trabajamos juntos para construir Región. ¡Que el espíritu de la colaboración y el servicio sigan guiando nuestros pasos en el camino hacia un mundo más justo y humano!

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