Pensando en voz alta | 19 de julio de 2020
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Las realidades de la vida son contradictorias. La sabiduría popular nos lo dice “no hay alegría completa”. Eso es verdad. No siempre podemos decir que nos encontramos plenamente satisfechos, hay momentos en los cuales las sombras de la duda, la incertidumbre, la tristeza o el fracaso aparecen en la cotidianidad de nuestra vida y nublan el horizonte. Esto nos sucede a todos, de una u otra manera. El evangelio de este domingo nos ayuda a ver y comprender el significado de lo que sucede. Veamos.
El ejemplo que Jesús utiliza es tomado de la vida diaria de los agricultores y de quienes trabajan en el campo. La semilla se esparce, se siembra, se cuida para que se desarrolle y un día produzca fruto. Al mismo tiempo crece la maleza, la cizaña. No podemos ignorar que el trigo –lo bueno–, y la cizaña –lo malo– crezcan juntos. No podemos pretender que esa cizaña no aparezca, como tampoco podemos, de acuerdo al pasaje del evangelio, arrancarla de una manera precipitada, porque fácilmente se puede dañar la cosecha. Es mejor hacerlo al final, de tal manera que se puedan separar lo bueno, el trigo, y lo malo, la cizaña.
La realidad de la vida en cada uno de nosotros es algo semejante. No somos tan buenos y perfectos que podamos decir que somos como el trigo, pero tampoco podemos pensar que somos como la cizaña, es decir que en nosotros todo es negativo. Hay una mezcla, la realidad de cada persona es eso: mezcla de trigo y cizaña, de bondad y maldad, de acciones positivas y negativas. Es la eterna lucha interior entre el bien y el mal. Corresponde al libre ejercicio de nuestra libertad la decisión que debamos y podamos tomar. Muchas veces acertamos, otras nos equivocamos, fallamos. Lo importante es saber reconocer que se ha obrado mal y desear cambiar, buscando siempre hacer lo que sea mejor y más de acuerdo con nuestros valores.
Mañana, 20 de julio, cuando celebramos un nuevo aniversario de nuestra independencia, vale la pena que nos preguntemos si somos verdaderamente libres, si hemos sido consecuentes y coherentes en nuestra toma de decisiones, si hemos obrado como nación de manera correcta, pensando en el bien común como valor fundamental, dentro del cual se incluyen tanto el bien personal como el bien particular. ¿Qué significa para nosotros el decir que somos una nación independiente? ¿Hemos sido trigo bueno que ha dado abundante cosecha, o debemos reconocer que la cizaña, llámese corrupción, violencia, muerte, irrespeto, se ha apoderado de nuestro país? ¿Nos hemos dejado asfixiar por la cizaña, o hemos buscado maneras de cuidar y cultivar el trigo, lo bueno que hay en nosotros?
Dentro de este contexto tiene pleno sentido la invitación que quiero hacer a quienes lean este artículo, para que se tomen unos minutos y reflexionen sobre el desafío que tenemos de construir una nueva nación, que esa cizaña que mata y destruye, la violencia, el conflicto armado, se aleje de nosotros. Que empecemos a asumir el compromiso solidario de buscar la paz y la reconciliación que tanto necesitamos desde lo más profundo del corazón, porque reconocemos que el mal ha podido más que el bien, que no puede haber más víctimas inocentes en una guerra absurda, porque es entre hermanos. Porque nos sentimos llamados a construir país, a sembrar el trigo de la paz, a decir a una voz: queremos y necesitamos la paz en Colombia. Construyámosla entre todos.