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Visita del Provincial al Colegio San Luis Gonzaga

Durante tres días recibimos la visita del padre Hermann Rodríguez, SJ, provincial de la Compañía de Jesús en Colombia y del P. Rodolfo Abello, SJ, asistente de educación de la Provincia y presidente de la Asociación de Colegios Jesuitas de Colombia – Acodesi. Durante su estadía, compartieron diferentes espacios con la comunidad educativa y se pudieron enterar, de primera mano, sobre el amor y entrega con el que se desarrolla el trabajo en nuestra institución. Como parte de las actividades de su agenda, se reunieron con representantes de los estudiantes y de las familias, así como con los compañeros apostólicos. La visita del padre provincial, siempre será un motivo de alegría y regocijo para la familia Gonzaga, los aportes y sugerencias que nos quedan nos enriquecen en nuestra labor y nos motivan a seguir adelante en esta tarea de formar para la vida hombres y mujeres para en todo amar y servir. _________________________________________________________________________________________________________________ Conoce cómo se desarrolló la visita _________________________________________________________________________________________________________________

Lo más importante en la vida

Me pregunto cuál es la manera que tenemos las personas para determinar lo que consideramos importante en nuestra vida. Podemos pensar en ciertas situaciones que es lo urgente que debemos atender, porque de eso dependen otras cosas. Otras veces podemos estar buscando como lo más importante aquello que más nos gusta, nos interesa o nos llama la atención. Tampoco es por ahí el asunto. Sin embargo, esa es la manera de establecer lo que consideramos más importante para la mayoría de las personas. Analizando las cosas desde el punto de vista de las lecturas de este domingo, encontramos claves acertadas, mensajes de gran trascendencia para establecer lo que es más importante en la vida, lo que da sentido, lo que debe movernos a actuar. El primer elemento lo encontramos en el pasaje evangélico que leemos. La pregunta que le hacen a Jesús es clara “¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”. Parece una pregunta inocente, pero no lo es tanto. El doctor de la ley quería encontrar algo que le permitiera acusar a Jesús. La respuesta del maestro no se hace esperar “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a este: amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”. Alguien puede preguntarse sobre qué significa amar a Dios y amar al prójimo. Nos lo responde la primera lectura, tomada del libro del Éxodo “no hagas sufrir ni oprimas al extranjero. No explotes a las viudas ni a los huérfanos… Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portes con él como usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo, porque no tiene otra cosa con qué cubrirse”. Leyendo los textos anteriores me pregunto por qué no hacemos vida lo que nos dicen dichos textos. Encuentro, entre muchas, algunas respuestas como por ejemplo “no todo el mundo está llamado a vivir de una manera tan radical” o también “eso es para gente santa, de un gran corazón, no para nosotros que somos parte del común de la gente”. Buscamos respuestas que no nos inquieten en lo más profundo de nuestro corazón. Buscamos acallar nuestra conciencia porque consideramos que eso es mejor y no estar complicándonos la vida. Más aún, el mundo en el cual vivimos, con su ritmo acelerado, con su individualismo marcado, nos hace pensar que si actuamos conforme al evangelio somos unos desadaptados o anacrónicos. Cuando perdemos el horizonte de lo que realmente es lo importante en la vida nos encontramos ante hechos tan graves como la actual crisis de la pandemia mundial. No podemos perder el horizonte de lo importante y nos dejamos llevar de lo fácil, del individualismo, teniendo en cuenta que los resultados son cada vez más complejos. Estamos llamados a retomar el camino de la búsqueda del bien común como el medio para superar las situaciones complejas que nos aquejan, establecer normas, reglas y acuerdos para construir un nuevo orden en el mundo que nos permita ser verdaderamente solidarios y hacer del amor el motor que impulse nuestro quehacer diario.

Encuentro de maestros de novicios de la CPAL

El 19 de octubre, los maestros de novicios de la CPAL tuvieron la valiosa oportunidad de compartir e intercambiar temas relacionados con los hermanos jesuitas. Estos temas de reflexión incluyeron la identidad del hermano jesuita, la formación, la promoción vocacional y los aportes de los hermanos en la actualidad. El evento concluyó con un enriquecedor conversatorio y reflexión que sirvió para continuar brindando apoyo a las nuevas vocaciones de los hermanos, en la etapa de formación en el noviciado.

Nuestros novicios iniciarán sus meses de misión y Ejercicios Espirituales

Del 01 de noviembre al 6 de diciembre de 2023, los novicios de primer año: Bernabé. Carlos S, Camilo, Carlos P, y Nicolás, vivirán su experiencia de Ejercicios Espirituales. Dayán y Óscar, novicios de segundo año, vivirán su experiencia del Mes de Misión en Dabeiba, Antioquia, del 1 de noviembre al 6 de diciembre de 2023. Unámonos en oración por cada uno de ellos.

¿Tienes vocación misionera?

Es una pregunta que puede desconcertar a más de uno. Sin embargo, cada uno de nosotros debe formularse dicha pregunta si quiere vivir a fondo su compromiso bautismal en la cotidianidad de la vida. Por ser bautizados todos tenemos esa vocación que hemos querido llamar misionera. Es la llamada a ser enviados, apóstoles, para anunciar la buena noticia a quienes no conocen a nuestro Salvador, Jesús de Nazareth, el Dios hecho hombre. Casi siempre hemos pensado que misionero es la persona que decide irse a una cultura extraña, que debe aprender una lengua muy diferente a la propia y vivir de acuerdo a costumbres diferentes a las suyas. Es el imaginario que hemos tenido de lo que es ser misionero. Hoy, cuando el mundo ha cambiado tanto, cuando la tecnología y la globalización nos abruman, el anuncio del evangelio, de esa buena noticia de liberación, nos impulsa a hacer dicho anuncio en el entorno dentro del cual nos movemos y desarrollamos nuestras actividades. Todo esto por una sencilla razón, es un mundo que no conoce mucho de Dios, que no ha sido evangelizado, que el ritmo agitado en el cual nos movemos, nos impide encontrar esos espacios, o cuando los encontramos genera interferencias. Ser misionero es ser testigo de una fe que se profesa y que se hace vida en el ambiente cotidiano. No necesitamos salir a buscar lo extraño y diferente, es una invitación para insertarnos en nuestra propia realidad, compleja, confusa, problemática y angustiante. Es reconocer que lo más importante, el mejor testimonio es la propia coherencia de vida entre lo que decimos y nuestras acciones. Ese ejemplo nos exige ser consecuentes y, al mismo tiempo, asumir nuestro compromiso de vida con seriedad y alegría. Al mismo tiempo, es una invitación al reconocimiento de esa vocación particular que tienen las personas que asumen el compromiso misionero para hacerlo vida lejos de su patria, su cultura y su lengua. Nuestra comunidad de creyentes, llamada Iglesia, sigue necesitando ese tipo de vocaciones porque la tarea del anuncio del mensaje de salvación es muy grande, son miles de millones de personas que ansían encontrar el sentido de su vida por medio de dicho anuncio. Ese tipo de personas necesita de nuestro apoyo espiritual, de nuestra solidaridad y de nuestra oración. Son hombres y mujeres que llevan su compromiso de vida hasta las últimas consecuencias, llegando a entregar su vida por la fe que anuncian y proclaman. Y de estos mártires hay muchos en la historia de los 20 siglos de la comunidad cristiana. Por lo tanto, la pregunta es completamente pertinente en este domingo llamado el Día Mundial de las Misiones para que, al responderla, comprendamos que la misión forma parte de nuestro compromiso cristiano, el cual surge de la realidad de nuestro bautismo. Y podríamos completarla formulándose cada persona que lee esta columna algunas preguntas como ¿me siento realmente misionero por el hecho de ser bautizado?, ¿de qué manera puedo hacer vida en mi quehacer diario, dicho compromiso?, ¿Cómo puedo apoyar a quienes han asumido la especial vocación misionera en otras tierras diferentes a la de ellos?, ¿estoy dispuesto a asumir en serio mi compromiso y vocación como misionero, o lo considero algo accesorio en mi vida como creyente? Las respuestas nos mostrarán el camino.

Las contradicciones de la vida

Todo en la vida se mueve por contrastes, por aparentes contradicciones, por opuestos. Hablamos de sur y norte, de blanco y negro, de positivo y negativo, de gustos y disgustos, de fobias y filias. En fin, todo lo colocamos en categorías de opuestos porque consideramos que así las cosas se pueden comprender mejor. Sin embargo, de la aparente contradicción podemos pasar, con gran facilidad, a una confrontación, a una rivalidad, que puede causar gran daño. Pienso en lo que han sido los  enfrentamientos entre las barras bravas de los diversos equipos, no solo en nuestro país sino en otros países del mundo. Esto ha causado grandes tragedias con numerosos muertos. Me pregunto por qué. En la segunda lectura, el apóstol Pablo se expresa así “yo sé lo que es vivir en la pobreza y también lo que es tener de sobra” y más adelante añade “estoy acostumbrado a todo: lo mismo a comer bien que a pasar hambre; lo mismo la abundancia que la escasez”. El evangelio de este domingo nos presenta esos contrastes y aparentes contradicciones: los invitados al banquete de bodas no asisten, cada uno se excusa por diversas razones. Más aún, algunos insultan y matan a los criados cuando fueron a recordarles la invitación. Más tarde, son invitados otros, como dice el texto “los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos”. Y luego añade “cuando entró el rey vio entre los convidados a uno que no iba vestido con traje de fiesta”. Me pregunto, ¿era necesario tener el vestido apropiado si lo habían encontrado en el camino?” Así somos en la vida cotidiana. Hay cosas que nos molestan, nos disgustan, y sin embargo, las hacemos. Otras veces, lo que debemos hacer, no lo realizamos. Nos quejamos de las situaciones que estamos viviendo y no hacemos lo que nos corresponde para cambiar dichas situaciones. Esperamos que otras personas hagan lo que es nuestro deber y nuestra tarea. No somos consecuentes, no somos coherentes. Actuamos de manera distinta a lo que pensamos. Nuestras obras no son coherentes con lo que decimos. Las palabras, como dice el adagio, se las lleva el viento, las obras permanecen. ¿Dónde está el problema? La clave para dicha respuesta nos la da la segunda lectura cuando Pablo afirma que “todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza”. La vida, para comprenderla y asumirla mejor, debe ser vista con los ojos de Dios, con la mirada de fe, para descubrir dónde están las fallas, dónde los aciertos, cuáles son las fortalezas y cuáles las debilidades. Solo así, esas aparentes contradicciones pueden ser superadas, se les puede dar un enfoque diferente. En el fondo de todo, es cuestión de comprender la diversidad, de aceptar la diferencia, de tolerar esos puntos de vista distintos a los nuestros. Comprender que no todos pensamos de la misma manera, que cada uno tiene su manera de actuar, conforme a sus convicciones y que nada de esto puede llevar a agredir al otro, a pretender que desaparezca. Pienso un poco en lo que nos narra el pasaje de hoy, cuando nos dice que el rey “se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad”. La violencia no es el camino. Hay otras maneras, modos y caminos de superar la contradicción. ¿Cuál usas tú?

Museo San Pedro Claver en Cartagena abre convocatoria para exposiciones temporales 2024

Los proyectos serán recibidos desde el sábado 30 de septiembre hasta el lunes 30 de octubre del 2023, a las 5 p. m. _________________________________________________________________________________________________________________ El Santuario Museo San Pedro Claver dio apertura a la convocatoria de su Programa de Exposiciones Temporales 2024. Allí podrán presentar sus propuestas artistas plásticos y visuales, gestores culturales, fundaciones o asociaciones comunitarias legalmente constituidas. La convocatoria está destinada a evaluar proyectos artísticos y culturales, que podrán ser individuales o colectivos, y que de ser seleccionados serán expuestos en el Museo San Pedro Claver como parte de la agenda del próximo año. Los proyectos que se presenten, deberán responder a alguna o varias de las siguientes temáticas: fortalecimiento de nuestra identidad, resignificación del legado de San Pedro Claver, construcción de la paz, formación para la libertad, práctica solidaria, defensa de los Derechos Humanos, género y cuidado de la casa común. Para este 2024 el Santuario Museo tiene cuatro líneas en la cuales se debe inscribir la propuesta: Proyectos artísticos con comunidades Propuestas expositivas de artistas de trayectoria Propuestas expositivas de artistas jóvenes o emergentes   En el marco de la celebración del centenario de la Provincia Jesuita en Colombia, se habilitó una línea de proyectos inspirados en esta temática. Propuestas expositivas sobre el legado Jesuita en Cartagena de indias.    Nota: Al momento de inscribir su proyecto en el formulario de inscripción deberá elegir la línea a la que corresponde su propuesta. Conozca los términos y condiciones, así como la descripción y parámetros técnicos de cómo enviar la propuesta, en la página web del Santuario de San Pedro Claver, haciendo CLIC AQUÍ  

¿Cuidas la viña del señor?

Para quienes vivimos en esta parte del mundo y del continente, la figura de la viña no es algo común y familiar. Sabemos que la viña, y en concreto la vid, produce las uvas de las cuales se obtiene el vino. No es una planta conocida. Por eso, la figura de la viña no es algo que nos permita comprender fácilmente el mensaje que se nos entrega. Sin embargo, vale la pena acercarnos a este simbolismo tan familiar a la Biblia y tan querido por el pueblo de Israel. Tanto que Jesús se llega a definir a sí mismo diciendo que “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos y mi Padre el viñador”. Cuidar la viña significa tener una especial predilección, es dedicarle tiempo y atención. Así nos lo describe la primera lectura, tomada del libro de Isaías. Se esperaba que diera buenos frutos, pero no fue así. Dio uvas amargas, agrazones. El mismo profeta nos dice “la viña del Señor es la casa de Israel”. Las obras que realizaron no correspondieron con lo que de ellos se esperaba. El salmo responsorial repite la misma idea sobre la viña del Señor, haciendo el elogio de la misma. El evangelio nos habla de la administración y el cuidado que se tiene sobre la viña. Es algo que se le ha confiado a un grupo de personas. La respuesta no es la adecuada. Matan y maltratan a quienes van en nombre del amo a recoger lo que la viña había producido. No respetan la vida del hijo del dueño. Por eso, la reacción del dueño no se hace esperar “hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos”. Y lo lleva hasta las últimas consecuencias al compararlo con el reino de Dios que no se le dará al pueblo de Israel sino a un pueblo que produzca sus frutos. Amable lector(a): ¿te has puesto a pensar que ese mensaje es para tu vida? ¿Qué tu eres esa viña que el Señor ha plantado, que El te ha cuidado y te ha dado lo mejor, para que produzcas los mejores frutos? ¿Has analizado lo que significa en la vida no dar el fruto esperado, sin la calidad esperada? ¿Te has preguntado lo que eso significa en la vida? Sencillamente, es decir que se ha malgastado todo lo que se ha recibido, que no se respondió a las expectativas y esperanzas puestas, que no se cumplió la misión y la tarea que se nos había encomendado. Los dones y los talentos se nos han dado para hacerlos fructificar. El primero y más importante de ellos es la vida misma. No la podemos malgastar, estropear o maltratar. Esa viña del Señor, léase la vida misma, debe dar frutos de la mejor calidad. No podemos dejarla en manos de labradores egoístas e irresponsables. Más aún, no podemos ser de ese tipo de labradores. La viña debe ser cuidada, como nos lo dicen la primera lectura, el salmo responsorial y el evangelio. Es lo que nos dice el apóstol Pablo en la segunda lectura “finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra”. Es el camino para cuidar la viña del Señor, que, en último término, somos nosotros mismos. En verdad, ¿la cuidamos?

El si y el no en nuestra vida

En la vida nos encontramos ante alternativas que no sabemos cuál escoger. Otras veces, son caminos diferentes que se nos presentan y no sabemos por cuál seguir. En otros momentos de la vida no entendemos a las personas, las percibimos como actuando de manera contradictoria. Lo mismo nos puede suceder cuando miramos lo que acontece a nivel social, político, comercial: nos dicen una cosa y hacen otra. En el campo de lo personal, en lo más íntimo de nuestro corazón, sentimos esa ambivalencia, esa contradicción, pues nos sentimos llamados a actuar de una manera y hacemos todo lo contrario. Si miramos lo que prometemos, la palabra empeñada, nos daremos cuenta que en diferentes situaciones de la vida, a pesar de lo prometido, no lo cumplimos, es como si una fuerza interior nos impidiera lograr lo que queremos y deseamos. Esas inconsistencias nos afectan, nos sentimos intranquilos e inseguros. Nos sucede lo que a los hijos del relato evangélico de este domingo. Uno de ellos dice que va a trabajar y no lo hace, el otro dice que no pero reflexiona y sí lo hace. ¿Quién obró correctamente? ¿El primero o el segundo? En el primero se da una acción de cumplimiento –cumplo y miento- que no expresa lo que realmente hizo. Fueron solo palabras, pero no hubo acciones. En el segundo, las palabras no reflejaron las acciones posteriores. Se dio una inconsistencia entre lo dicho y lo hecho. Hubo fallas en cada hijo. Una más grave, la otra menos, pero de todas maneras hubo fallas. Al recordar los tiempos pasados, los de nuestros abuelos, caemos en la cuenta del valor de la palabra empeñada. Los negocios, las transacciones comerciales se hacían basados más en la credibilidad y la confianza en la  palabra del otro que en documentos o papeles firmados. Solíamos escuchar “su palabra me basta”. Hoy, a pesar de todas las precauciones y documentos firmados ante autoridad competente, se quebrantan los compromisos, se falta a la verdad, quizás con un afán de beneficio personal o particular. Nos hemos olvidado de algo que nos dice el evangelio “que cuando digamos sí, lo cumplamos; cuando digamos no, también lo hagamos efectivo”. Así la gente tiene confianza en nosotros y cree en nuestra palabra. Me llama la atención  la facilidad con la cual ciertas personas, en diversos escenarios de la vida cotidiana, usan expresiones como “te lo juro por Dios”, “te lo aseguro por lo más sagrado” y luego manifiestan algo que no corresponde a la verdad, se quedan tan tranquilos y no pasa nada. Esto ha hecho perder el sentido y el valor de la palabra. Me hace recordar la manera como los wayuu buscan la solución a sus diferencias. Lo hacen por medio de la intervención del palabrero. Tiene valor e importancia la palabra mediadora de un miembro de la comunidad. ¿Por qué perdimos ese valor? La coherencia de vida nos pide ser transparentes. Cuando digamos sí, debe ser no solo de labios para afuera, como ocurre frecuentemente; debe ser un sí salido del corazón que compromete y respalda lo que hacemos. De la misma manera cuando decimos un no.

La envidia corroe el alma

Con frecuencia nos encontramos en la situación del pasaje del evangelio de este domingo. La envidia nos corroe por dentro. Sentimos que no somos tratados de acuerdo al trabajo que realizamos, consideramos que hay otras personas que hacen menos con respecto a lo que hacemos, bien porque son descuidados, perezosos o porque han sido contratados más tarde. La lección es clara. Si te han contratado por un valor, nadie comete injusticia si a otro le dan lo mismo que a ti. Eso depende del acuerdo que hayas hecho con quien te contrató. Sin embargo, hay muchos intereses, muchas cosas por las cuales nos podemos molestar o disgustar. Son esas situaciones que se presentan en la vida diaria. No necesitamos ir demasiado lejos para darnos cuenta de la realidad en torno a estas situaciones. En el hogar, ¿qué sucede cuando a los hijos se les dan las cosas, los obsequios o el modo de tratarlos de manera diferente? Esto genera envidias. Qué sucede en el campo laboral cuando las cosas se dan de manera diversa: ¿para unos reconocimiento y elogios, de pronto hasta ascensos y para otros llamados de atención y no se ve por parte alguna el estímulo y la promoción? ¿Qué decimos cuando a trabajo igual se dan salarios diferentes? Casi siempre la envidia, el comentario malintencionado, el chisme hacen su aparición, deteriorando las relaciones, creando climas de insatisfacción, generando descontento y haciendo que los resultados no sean los esperados y las metas no se alcancen. Creo que es tiempo de analizar porqué en nuestra vida surge la envidia, que, como digo en el titular de mi columna, corroe el alma. Sepamos comprender que en la vida las cosas se dan de manera diversa a la manera como nosotros las pensamos, las planeamos y buscamos que se den. El texto evangélico es claro. No hay por qué sentirse incómodo o molesto cuando a cada uno nos dan lo que ha sido pactado. Lo que no podemos dejar prosperar es la injusticia. Eso es algo diferente. Si analizamos el pasaje en cuestión nos damos cuenta que lo que se resalta allí es la generosidad de quien contrata a los trabajadores en diferentes momentos y horas del día. Fue alguien que comprendió la situación de unos y otros. A los primeros los contrató al comienzo de la jornada, otros fueron llamados a la mitad del día y los últimos casi al final de la misma. A cada uno se le dio de acuerdo a lo pactado. La envidia aparece cuando los últimos contratados son los primeros en recibir la paga. Quienes habían sido llamados al comienzo, pensaron que iban a recibir más. Uno se pregunta por qué pensaron de esa manera. El mundo actual, por las situaciones que nos ha tocado afrontar, es muy dado a establecer rivalidades, envidias y toda esa clase de situaciones. Cada uno quiere surgir hundiendo al otro. Pero ese no es el camino a nivel de lo que nos dice el evangelio. Lo importante es el valor de la justa retribución. Más aún, es el camino de la solidaridad.

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