Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Febrero 28, 2017 Entre nosotros la cruz de ceniza, en este día, es un hecho cultural que a nadie causa extrañeza. La mayoría de la gente que encontramos en la calle o en la oficina la lleva bien visible sobre su frente. Materialmente están marcados con la cruz, pero ¿cuántos de ellos son conscientes del significado profundo que tiene esta ceremonia? El Miércoles de Ceniza marca el comienzo de la Cuaresma, un periodo de cuarenta días que va a culminar en la Semana Santa. Es un tiempo para acompañar a Jesús en el camino que lo lleva a entregar su vida por nosotros. Un camino que termina, no en la muerte sino en la vida, en la resurrección. La Iglesia, gran pedagoga, busca con la imposición de la ceniza darnos un fuerte sacudón espiritual, sacarnos de una forma de vivir el cristianismo quizás rutinariamente. ¿Qué quedó del incendio de la casa? ¡Sólo cenizas! De ahí que la ceniza sea el símbolo de lo transitorio, de lo deleznable, como es nuestra propia vida. Por eso la Iglesia, al aplicarnos la cruz de ceniza nos dice: “acuérdate que eres polvo y en polvo te has de convertir”, es decir, nunca olvides que tu vida habrá de terminar muy pronto y con ella todas tus posesiones. El Papa Francisco comenta con humor que él nunca ha visto en los funerales un camión de trasteo que lleve a la tumba los bienes del difunto. Todo lo de aquí pasa. Queda para la eternidad lo que hayamos hecho en servicio de Dios y de los hermanos. El recuerdo de la muerte no tiene por qué ser deprimente para el cristiano que cree en su futura resurrección con Cristo. La conversión en polvo es transitoria. La muerte en Cristo marca el comienzo de una nueva forma de existencia. La tristeza del Viernes Santo se esfuma ante la radiante alegría del domingo, con la vida nueva de la resurrección. “Conviértete y cree en el evangelio”: esta es la otra fórmula que utiliza el sacerdote en la imposición de la ceniza. Conviértete, es decir, cambia de dirección, endereza tus pasos detrás de Jesús, que es el Camino para ir al Padre, la realidad eterna que no pasa jamás. Prepárate así, a lo largo de 40 días de especiales bendiciones, para la fiesta más importante del cristianismo, la resurrección de Cristo el Domingo de Pascua. Si Jesús resucitó, sus seguidores también resucitaremos.
