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El PAC 2 y la realidad latinoamericana de la pandemia

Noticias

Por: Conferencia de Provinciales en América Latina y El Caribe (CPAL). 23 de febrero de 2022

Palabra CPAL | Febrero de 2022
Reflexiones a partir del Informe Social 2021 de la CEPAL (Naciones Unidas)

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En el año 2021, año de pandemia tenaz, la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe aprobó las líneas comunes de actuación para todas las redes vinculadas a la Compañía de Jesús en el continente los próximos años. Se trata de afrontar la realidad que viven cientos de millones de personas desde la esperanza cristiana como servicio de la fe y la justicia en una sociedad marcada por los énfasis de la persistente Covid 19.

Las consecuencias de la pandemia

Al cierre de 2021 un 14% de la población latinoamericana vive en extrema pobreza: ¡noventa millones de personas! Las clases medias constatan su extrema vulnerabilidad, debida a los bajos niveles de cotización y de cobertura social. Las mujeres abandonaron masivamente el mundo laboral y a la gente joven se le hizo prácticamente imposible la incorporación al mismo. La pérdida de más de treinta millones de empleos no se compensa ahora con la escasa recuperación de una población laboral que, por otro lado, ingresa frecuentemente en la informalidad. Los nuevos empleos obedecen más a la necesidad de trabajar que a la productividad real de la economía. Quienes ahora se incorporan al trabajo lo hacen, generalmente, en peores condiciones que quienes les precedieron.

El número de decesos por efectos de la Covid 19 en América Latina y el Caribe hasta 31 de diciembre de 2021 supuso casi un tercio de todas las personas fallecidas en el mundo por esta causa. Es ‘una contabilidad’ de personas enfermas y defunciones muy por debajo de los números reales y del impacto vivido en unos sistemas de salud absolutamente estresados, incapaces de atender las demás dolencias. Dos tercios del personal sanitario son mujeres que se vieron sobreexpuestas a la situación, muchas veces con un doble turno de cuidados con personas enfermas de la propia casa.

Aunque el impacto de la mortalidad parece proporcional a la edad madura, el informe de CEPAL afirma que “la población de niñas y niños, adolescentes y jóvenes ha sido una de las más afectadas por los impactos socioeconómicos de la pandemia”. El confinamiento y su impacto sociocultural, junto con la fragilidad de los sistemas educativos, puso a muchos niños y niñas en situaciones de desnutrición, abandono escolar o sometimiento a maltrato y abuso en el hogar. En no pocas ocasiones, esa agresión se volcó también sobre las madres. La brecha digital hizo que las poblaciones empobrecidas sufrieran doblemente la desescolarización.

Del mismo modo, las poblaciones más pobres sufrieron la desatención sanitaria vinculada a la saturación del sistema, y la ausencia de la alimentación alternativa de los comedores escolares. Concluye la CEPAL: “…los efectos de la pandemia de Covid 19 afectan especialmente a niñas, niños, adolescentes y jóvenes pertenecientes a poblaciones históricamente enfrentadas a situaciones de mayor vulnerabilidad”. Entre esos grupos, el informe sitúa a indígenas, afrodescendientes, migrantes, mujeres y personas con discapacidad. La crisis está ensanchando las fracturas sociales.

El horizonte: un nuevo pacto social

El Informe Social de 2021, publicado recientemente por la CEPAL, nos propone un horizonte: un nuevo pacto social para adoptar “políticas públicas transformadoras, con la igualdad y la sostenibilidad en el centro”. La pandemia ha subrayado más que, en un continente marcado ya por la desigualdad, el único camino es “transitar hacia una economía y una sociedad del cuidado”. Para eso reclama tres tipos de medidas: las transferencias económicas, la mejora en la calidad de los servicios y las políticas activas de empleo.

En primer lugar, las transferencias económicas directas a quienes viven en mayor dificultad han demostrado ser una barrera que mitigó el impacto sobre muchas personas. Propone la CEPAL, con el apoyo de UNICEF, que esto se haga mediante “una transferencia universal para la niñez” y con mejoras en el sistema de pensiones para que aumente la cobertura y la suficiencia de las prestaciones. Para eso, se deben establecer medidas encaminadas a una mayor solidez financiera.

En segundo lugar, señala que las transferencias monetarias no deben hacerse a costa de la reducción en los servicios públicos. Además de los servicios de agua, energía y saneamiento, se hace muy relevante el de la conectividad a internet. Es necesario asegurar una escolarización de calidad desde la primera infancia y la generación de un ambiente de seguridad real en la calle, la escuela y el hogar que permita el crecimiento sin violencias ni temores. El informe señala con mucha fuerza que se debe evitar un “bienestar de la población casi exclusivamente propiciado por el trabajo no remunerado de las mujeres”.

Finalmente, la CEPAL propone medidas activas de empleo entre las que destaca la formación profesional y técnica de manera muy relevante. Si bien no basta con ella, la formación es el principal instrumento para afrontar la incorporación de calidad al mundo laboral y la superación de las brechas tecnológicas, de género, étnicas.

Nuestra misión en la América Latina y el Caribe en pandemia

Sabemos que se trata de desafíos que deben asumir principalmente los estados. La crisis Covid 19 ha señalado la importancia del estado como agente económico activo, como respaldo a las poblaciones más vulnerables y como garante de servicios públicos que cohesionan a la comunidad. Sin embargo, las Administraciones Públicas no pueden sustituir a la ciudadanía ni a la sociedad civil. Y es ahí donde, en este mundo plural, la comunidad cristiana, la Compañía de Jesús y sus redes dentro de ella, tienen una misión, una responsabilidad.

Como vimos más arriba, los procesos educativos se debilitaron durante la pandemia, propiciando el deterioro de los sistemas y la vulnerabilidad de los más pobres. La educación como derecho universal de calidad es central como respuesta: todas nuestras redes, no solo los centros educativos vinculados a la Orden, sino también las iniciativas sociales y pastorales han de comprometerse para impulsar alianzas públicas y privadas para que la educación de calidad llegue a todas y todos: a los niños y niñas,  pero también a las personas adultas cuyas carencias quedan más evidentes cuando se debilita el mercado laboral o la crisis sacude a las instituciones, las empresas y los servicios públicos. El Pacto Educativo Global propuesto por Francisco es un instrumento decisivo y un compromiso que debemos hacer realidad.

El drama vivido afectó principalmente a las mujeres. Todas nuestras redes deben asumir la determinación de enfrentarse a todo tipo de inercias, prácticas discriminatorias y violencias, y para promover la igualdad y los cambios culturales y espirituales necesarios para que todas las personas, sea cual sea su sexo, puedan ser felices y participar con responsabilidad plena en la vida social, cultural, política, económica, eclesial. En esto no es de menor importancia la necesidad de fortalecer la seguridad de todos nuestros espacios institucionales.

Del mismo modo, la fractura se hace más dura para personas a las que ya se les excluía previamente: afrodescendientes, indígenas, personas migrantes y refugiadas. Todas nuestras iniciativas han de afrontar esta realidad tratando de sanar las heridas, de reconciliar a la gran familia humana acompañando a quienes más difícil lo tienen, allí donde estén. En todas partes, sí, pero reconociendo que Haití, Cuba y la Amazonía deben ser causas que nos movilicen a todas y a todos, sea cual sea nuestra ubicación y tarea.

Todas las prioridades que se proponen en nuestra misión miran siempre al Dios crucificado y glorificado que se encarna nuevamente en nuestra historia y configura nuestra fe. La espiritualidad del discernimiento, aquella que nos ayuda a afrontar los males de nuestro mundo y a conocer los engaños del “mal caudillo”, para en todo amar y servir, es nuestro mayor tesoro, lo más importante que podemos contagiar a otras y otros en este tiempo de pandemias. Desde el profundo respeto a la diversidad religiosa y de cosmovisiones personales, nos corresponde ofrecer humildemente lo que se nos dio gratuitamente.

Lucas López, SJ
Equipo CPAL

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